MARTES DE LA SEMANA II DE ADVIENTO– CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA 2 DE ADVIENTO– CICLO A

«Y si la encuentra, les aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Así también, el Padre de ustedes, que está en el cielo, no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños» Mt 18, 13-14.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo, 18, 12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Qué les parece? Supongan que un hombre tiene cien ovejas: si una de ellas se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, les aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Así también, el Padre de ustedes, que está en el cielo, no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños».

Palabra del Señor.

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Recordemos que en el evangelio de San Mateo se ubican cinco grandes discursos de Jesús: el primero es el Sermón de la montaña, ubicado en los capítulos 5, 6 y 7; el segundo trata sobre la misión de los apóstoles, que se encuentra en el capítulo 10; el tercer discurso es el de las parábolas, ubicado en el capítulo 13; el cuarto discurso trata sobre los términos del discipulado y de la comunidad, en el capítulo 18; y el quinto es el discurso de la llegada futura del reino de Dios, ubicado en los capítulos 24 y 25.

El pasaje evangélico de hoy se encuentra al inicio del cuarto discurso de Jesús, que trata sobre el discipulado y la comunidad, también llamado discurso eclesiástico de Jesús.

Estas enseñanzas de Jesús están dirigidas a la comunidad de sus discípulos y seguidores, con el fin de unir a la naciente Iglesia en torno a su Palabra. El texto presenta la parábola de la oveja perdida, que muestra la paciencia y misericordia de Nuestro Señor para con la humanidad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En este tiempo de Adviento, Nuestro Señor Jesucristo nos presenta una gran oferta de paciencia y amor misericordioso de Dios a través de la parábola de la oveja perdida. Jesús nos muestra cuál debe ser la actitud ante los hermanos que se encuentran en pecado o que están en situaciones de riesgo.

En un sentido más profundo, la lectura de hoy está dirigida también a quienes pastorean los rebaños de nuestra Iglesia, para que promuevan la participación de todas las personas, siendo misericordiosos y pacientes como lo es Nuestro Señor.

El extravío de las personas requiere una acción prioritaria, en la que todos podemos participar según las circunstancias, con el fin de que cada persona sea consciente del valor que tiene ante los ojos de Dios, porque Él nos ama a todos por igual y nunca da a nadie por perdido.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, respondamos: ¿Acudimos periódicamente al sacramento de la penitencia para acceder a la misericordia divina? ¿Cómo contribuimos a la acción del Buen Pastor en nuestra comunidad?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser plenamente conscientes de que todos necesitamos el perdón y la redención de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Repitamos durante el día, como en el salmo 135: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Dad gracias al Señor de los señores: porque es eterna su misericordia”.

Amado Jesús, envíanos la luz de tu Santo Espíritu, para que, sintiéndonos pecadores, nos dejemos conducir por ti a la casa del padre y, así, sintamos la alegría de tu inmensa misericordia en nuestro corazón.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, derrama tu gracia y tus dones para que toda la humanidad vuelva a Dios, fuente del perdón y de la paz que todos anhelamos.

Amado Jesús, otorga a la Iglesia los dones para que siempre busque y acoja a aquellos hermanos que se han apartado de ti.

Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Madre del Verbo, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo, el buen pastor, con uno de los escritos de Gregorio de Nisa:

«¿Dónde pastoreas, pastor bueno, tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey?

Toda la humanidad que cargaste sobre tus hombros es, en efecto, como una sola oveja.

Muéstrame el lugar de tu reposo, guíame hasta el pasto nutritivo; llámame por mi nombre, para que yo escuche tu voz, y tu voz me dé la vida eterna. Muéstrame, amor de mi alma, dónde pastoreas.

Te nombro de este modo porque tu nombre supera cualquier otro nombre y cualquier inteligencia; de tal manera que ningún ser racional es capaz de pronunciarlo o de comprenderlo. Este nombre, expresión de tu bondad, expresa el amor de mi alma para ti.

¿Cómo puedo dejar de amarte a ti, que de tal manera me has amado, a pesar de mi negrura, que has entregado tu vida por las ovejas de tu rebaño?

No puedo imaginarme un amor superior a éste: el de dar la vida a cambio de mi salvación».

Queridos hermanos: Acudamos periódicamente al infinito mar de la misericordia de Dios, a través del sacramento de la penitencia y acerquémonos a Jesús mediante la lectura orante de la Palabra y también mediante nuestra participación en la Santa Eucaristía.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.