SÁBADO DE LA SEMANA 3 DE ADVIENTO– CICLO A

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA 3 DE ADVIENTO– CICLO A

«¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!» Lc 1, 42.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-45

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró a casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, salto la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y grito a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

Palabra del Señor.

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Desde el martes 17 iniciamos el período de las “ferias privilegiadas” de Adviento que nos permiten prepararnos de manera especial para la Navidad. Ayer viernes reflexionamos sobre la Anunciación del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.

La lectura de hoy nos relata una de las primeras manifestaciones de Jesús en nuestro mundo a través del vientre de María. En la Visitación, Nuestra Santísima Madre, que llevaba en su vientre bendito a Jesús, acude a bendecir a Juan Bautista que se encontraba en el vientre de su prima Santa Isabel.

El saludo de María, lleno de ternura, hace que Juan Bautista, salte de alegría dentro del vientre de su madre Isabel, quien queda llena del Espíritu Santo. La plenitud del Salvador, aún en el vientre de Nuestra Santísima Madre, desborda bendiciones y gracias para la humanidad.

Las palabras de Isabel son palabras de alabanza a María que surgen de la revelación que ella recibe en ese momento. En la Visitación, Isabel y María son las primeras en reconocer y experimentar el gozo de la presencia viva de Dios entre nosotros.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

De corazón, digamos a nuestra Santísima Madre la hermosa respuesta que el Espíritu Santo inspiró a Isabel: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”.

Reflexionando la lectura, pidamos perdón a Nuestro Señor Jesucristo por las veces en que no hemos sabido acoger su presencia a través de nuestro prójimo y por las veces que hemos rechazado tu gozo.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Proclamamos nosotros las grandezas del Señor? ¿Experimentamos el gozo de la presencia del Señor en nuestras vidas? ¿Cómo dar a conocer el gozo que sentimos en las profundidades del corazón cuando Nuestro Señor Jesucristo está con nosotros?

Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos permitan prepararnos para recibir a Nuestro Señor Jesucristo en esta Navidad.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, tú que a través del Espíritu Santo inspiraste a Nuestra Santísima Madre visitar a su prima Isabel, concédenos que, dóciles a la acción del Espíritu Santo, podamos cantar siempre tus maravillas, tal como María lo hizo.

Padre eterno, acoge benignamente las plegarias de tu pueblo, que se alegra por la venida de tu Hijo en nuestra carne mortal; concédele que, cuando Él vuelva revestido de gloria y majestad, pueda también alegrarse al recibir de tus manos la recompensa de la vida eterna.

Amado Jesús, tú que has de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, por tu infinita misericordia, recibe entre tus elegidos a nuestros hermanos difuntos.

Madre Santísima, Madre del Redentor, ayúdanos a descubrir la alegría de los que ponen continuamente su confianza en el Señor y, así, podamos también nosotros proclamar la grandeza del Señor.

Madre Santísima, Mansión de la divinidad inundada por el Espíritu Santo, te agradecemos por acoger en tu seno al Hijo de Dios y te pedimos que intercedas ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestra Santísima Madre la Virgen María y, en ella, a Nuestro Señor Jesucristo, a través de un escrito de San Ambrosio de Milán:

«El ángel había anunciado a la Virgen cosas misteriosas. Apenas enterada de la noticia, María se dirigió a la montaña, no por falta de fe en el oráculo, ni por incertidumbre en lo que se le había anunciado, ni porque le surgiera alguna duda respecto al ejemplo, sino con la alegría de su deseo, con su fidelidad a prestar un servicio, con la prisa de su gozo. Llena ya de Dios, ¿adónde se hubiera dirigido ella con tanta prisa sino a las cumbres? La gracia del Espíritu Santo desconoce la lentitud.

Enseguida se manifiestan los beneficios de la llegada de María y de la presencia del Señor, “porque en el momento en el que Isabel oyó el saludo de María, el niño dio saltos en su vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo”. Fíjate en la selección de palabras y en su sentido. Isabel fue la primera en oír la voz, pero Juan fue el primero en percibir la gracia. Ella oyó según el orden de la naturaleza, él saltó por razón del misterio. Ella percibió la llegada de María; él, la del Señor. El niño dio saltos, la madre quedó repleta. La madre no quedó colmada antes que su hijo, sino que el hijo, una vez lleno del Espíritu Santo, llenó también a su madre. Juan dio saltos, y también el espíritu de María los dio. Isabel quedó llena cuando Juan dio saltos.

“Bienaventurada tú que has creído”, le dijo. Bienaventurados también vosotros que habéis oído y creído; porque toda alma que posee la fe concibe y engendra la Palabra de Dios y reconoce su obra. Ojalá resida en cada uno el alma de María para glorificar al Señor; en cada uno, el espíritu de María para estremecerse en Dios.

Todas las almas pueden recibir al Verbo de Dios con tal de encontrarse puras y limpias de pecado. Todas las almas que han llegado a este estado magnifican al Señor como el alma de María lo magnificó y su espíritu se estremeció en Dios Salvador».

Hermanos: en este maravilloso tiempo de Adviento, de la misma manera que Nuestra Santísima Madre acoge y recibe al Espíritu Santo, imitemos también nosotros su docilidad y dispongamos nuestros corazones para recibir a Jesús en nuestra vida, que sea Él quien reine en nuestros corazones y acciones a través de su Palabra.

Hermanos, que el amor de la Santísima Trinidad y el ejemplo de Nuestra Santísima Madre se manifiesten a través de nosotros mediante acciones de gracias, realizando obras de misericordia, meditando la Palabra y rezando el Santo Rosario.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.