MIÉRCOLES DE TIEMPO DE NAVIDAD – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE NAVIDAD – CICLO A

«Ánimo, soy yo, no tengan miedo». Mc 6, 50.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 45-52

En aquel tiempo, después de la multiplicación de los panes, Jesús en seguida obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar.

Llegada la noche, la barca estaba en medio del mar, y Jesús solo en tierra. Viendo que remaban con dificultad, porque tenían viento en contra, a eso de la madrugada, fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo. Ellos, viéndolo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque todos al verlo se habían asustado. Pero él les habló en seguida y les dijo: «Ánimo, soy yo, no tengan miedo».

Entró en la barca con ellos, y el viento se calmó. Ellos estaban llenos de estupor, pues no habían comprendido el milagro de los panes, porque tenían la mente embotada.

Palabra del Señor.

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Este pasaje relata los acontecimientos ocurridos después del milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, que había producido un gran impacto y entusiasmo en la gente, no solo espiritual, sino también político, ya que creían que Jesús podía liberarlos de la opresión romana.

Probablemente los discípulos fueron contagiados también por ese entusiasmo y por ello Jesús los hace subir a la barca y les indica que lo esperen en la otra orilla, con el fin de tranquilizarlos y hacerles entender que había que poner la voluntad de Dios por encima de todo. Jesús comprendió que la gente estaba tratando de rebelarse contra el poder romano.

La multitud no comprendía cabalmente que la esclavitud de la que Jesús quería liberarlos era la esclavitud del pecado. Luego del milagro de la multiplicación, creían tal vez que Jesús podría satisfacer también cualquier necesidad material. Pero Jesús no es el tipo de rey que ellos anhelaban políticamente. Jesús sabía que antes de ser Rey de los hombres, era necesario extinguir el pecado y dotar al hombre de un nuevo corazón, porque mientras Dios no cambia el corazón del hombre, el hombre sigue siendo un ser ingobernable.

Jesús, luego de despedir a la gente, se retira a orar. En medio de la oración, percibe que sus discípulos tenían problemas en la pequeña travesía y se acerca a ellos caminando sobre el agua. Jesús los anima, los calma, sube a la barca; pero los discípulos, asombrados también porque la naturaleza reconoce la autoridad de Jesús, siguen sin entender.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

El texto de hoy nos presenta las dos dimensiones de la vida cristiana: la primera es la plena conciencia del amor infinito que Dios tiene a cada persona y que debemos corresponder con amor, alabanza y agradecimiento.

La segunda dimensión es el amor fraterno, el amor al prójimo, que es el reflejo del amor a Dios. Estas dos grandes dimensiones de la vida cristiana tienen el poder de alejar los miedos y convertirnos en valientes y fieles seguidores de Nuestro Señor Jesucristo. Nuestro Señor Jesucristo, en su infinita bondad, no solo se compadece de nuestras necesidades primordiales, sino que nos invita a confiar más en Él.

Adicionalmente, según comentario de Benedicto XVI: “este texto está lleno de símbolos eclesiales: los apóstoles en el mar y contra el viento, y el Señor junto al Padre; no está ausente, sino muy al contrario, “orando” los ve. Cuando Jesús está junto al Padre, está presente en su Iglesia”.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico del día de hoy, conviene preguntarnos: ¿Somos conscientes de todo lo que Dios hace en nuestras vidas?

Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a comprender que Nuestro Señor Jesucristo nos acompaña siempre en nuestras travesías cotidianas.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, Dios de amor, que estás en el cielo y ves en lo secreto de nuestro corazón, ayúdanos a buscar en cada vivencia tu voluntad y tu gloria. Concédenos permanecer bajo tu mirada con un corazón humilde, como hijos tiernamente amados, para realizar todas nuestras acciones a la luz de la fe.

Amado Jesús, haznos capaces de entablar relaciones verdaderamente fraternas, que expresen el amor a nuestro Padre Celestial y que, a pesar de las tempestades que nos acechan, sepamos guardar la calma confiados en tu infinita misericordia.

Amado Jesús, tú que estás sentado a la derecha de Dios Padre, alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos difuntos.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras oraciones ante la Santísima Trinidad.

Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con la lectura de un escrito Doroteo de Gaza:

“Quiero darles una imagen del Padre (…). Imaginad que la tierra tuviera un cerco, esto es, un círculo trazado con un compás en el centro. Pensad que este círculo fuera el mundo. Dios el centro del círculo y los radios que van desde del cerco al centro, las vidas, o sea, los modos de vivir de los hombres.

Así, en cuanto los santos, igual a los radios del círculo, avanzan hacia el centro procurándose acercarse a Dios, a medida que avanzan se acercan a Dios y también los unos a los otros, y cuanto más se acercan a Dios, más se aproximan unos a otros, y viceversa, cuanto más se aproximan unos a otros, más se acercan a Dios.

Esta es la esencia del amor: cuando estamos lejos y no amamos a Dios, igual estamos distantes del prójimo. Si, por el contrario, amamos a Dios, cuanto más nos acercamos a Él por el amor, otro tanto nos unimos en el amor al prójimo, y en tanto nos unimos al prójimo, tanto estamos unidos a Dios.

Dios nos haga dignos de escuchar lo que nos ayuda y cumplirlo. Pues cuanto más procuramos poner en práctica lo que escuchamos, tanto más Dios nos ilumina y nos muestra su voluntad”.

Hermanos: busquemos siempre la compañía de Nuestro Señor Jesucristo, haciendo que sus enseñanzas se conviertan en una realidad palpable a través de nuestra acción fraterna en favor de las personas más necesitadas.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.