FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR – CICLO A

LECTIO DIVINA DE LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR – CICLO A

«Este es mi hijo, el amado, mi predilecto». Mt 3, 17.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 3, 13-17

En aquel tiempo, Jesús fue de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba impedírselo, diciéndole: «Soy yo el que necesito que tú me bautices. ¿y tú acudes a mí?». Jesús le contestó: «Déjalo así por ahora. Está bien que cumplamos con lo que Dios quiere».

Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Él. Y vino una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto».

Palabra del Señor.

 

 

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Con la Fiesta del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo en el río Jordán culmina el tiempo de Navidad.

En el pasaje evangélico de hoy se observa que personas de todas partes acuden a Juan Bautista para bautizarse como señal de arrepentimiento y limpieza. Pero, aquel día y de repente, de la multitud sale el primo de Juan, Jesús, el Rey de reyes, el hombre sin pecado.

Jesús no necesitaba del bautismo de Juan, pero quiso que se cumpliera la Escritura, solidarizándose con la humanidad.

El Santo de los santos entra al agua para santificarse. Nuestro Señor Jesucristo hace que su bautismo sea extraordinario, convirtiéndose en un canal vivo del Espíritu Santo, al tomar posesión de su misión salvadora y traer limpieza interna, renacimiento y transformación a aquellos que serán bautizados por él. De esta manera, Jesús instituye el sacramento del bautismo.

Luego de salir del agua, el Espíritu desciende sobre Jesús en forma de paloma, instituyendo ahora el sacramento de la confirmación.

Así mismo, cuando el Espíritu Santo desciende sobre Jesús, el Padre anuncia desde el cielo: «Este es mi hijo, el amado, mi predilecto». Así, se produce la revelación maravillosa de la Santísima Trinidad.

Por eso en el capítulo 10 de Hechos de los apóstoles, versículos 37 y 38, Pedro se refiere a este maravilloso hecho como la «unción» de Jesús con las siguientes palabras: «Ustedes ya conocen lo sucedido por toda Judea, empezando por Galilea, a partir del bautismo que predicaba Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret a quien Dios ungió con Espíritu Santo y poder».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

El Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo revela su identidad de Hijo de Dios; de igual manera, se manifiesta la Santísima Trinidad que empodera nuestra naturaleza humana y nos brinda las armas para vencer el poder opresor del pecado, otorgándonos plenamente la identidad de hijos de Dios.

Así mismo, la reflexión de esta maravillosa lectura del Bautismo de Nuestro Señor nos proporciona información valiosa sobre los sacramentos del Bautismo y la Confirmación, y nos ayuda en la meditación del primer misterio luminoso del Santo Rosario.

Con el bautismo, resucitamos a una vida nueva, quedando limpios del pecado original. A través de la confirmación recibimos nuestra misión y el poder para llevarla a cabo, compartiendo la unción de Nuestro Señor Jesucristo con el fin de contribuir a la evangelización de la humanidad. De esta manera, somos llamados, ungidos y misioneros.

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos: ¿Cómo ejercitamos en nuestra vida cotidiana los sacramentos del bautismo y la confirmación? ¿Ayudamos a nuestros hermanos a encontrar a Jesús, somos misioneros?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a aceptar el llamado y llevar adelante nuestra misión en la vida, que es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, que revelaste a los pueblos gentiles a tu Unigénito por medio de una estrella, haz que nunca endurezcamos el corazón a tu llamado paterno, a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y a la acción interior del Espíritu Santo.

Padre eterno, haz que el Santo Padre, el papa Francisco, los obispos, sacerdotes y consagrados, con su palabra y celo pastoral, ayuden a todos los bautizados a mantener viva la llama de la vida divina en nosotros.

Padre eterno, te pedimos que todos los gobernantes de las naciones descubran en el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo el anuncio definitivo de la justicia, la reconciliación y la paz.

Amado Jesús, haz que todos los que buscan el bien y la verdad descubran, en los hechos sencillos de la vida cotidiana, los signos de la presencia de la Santísima Trinidad, y los acojan como el mayor tesoro de su vida.

Amado Jesús, misericordia pura, tú que estás sentado a la derecha de Dios Padre, alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos difuntos.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras oraciones ante la Santísima Trinidad. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos al Niño Jesús con la lectura de un escrito de San Cromacio de Aquileya:

«En este día, Nuestro Señor y Salvador fue bautizado por Juan en el Jordán; no es una solemnidad corriente, sino grande y muy grande. Porque Nuestro Señor se dignó recibir el bautismo, vino el Espíritu Santo sobre Él en forma de paloma y se oyó la voz del Padre que decía: “Este es mi hijo, el amado, mi predilecto”.

¡Qué gran misterio es este bautismo celestial! El Padre se hace oír desde los cielos, el Hijo aparece en la tierra, el Espíritu Santo se muestra en forma de paloma. No hay, en efecto, verdadero bautismo ni verdadera remisión de pecados donde no está la verdad de la Trinidad, y la remisión de los pecados no puede hacerse donde no se cree en la Trinidad perfecta.

El bautismo que da la Iglesia es el único y verdadero; no se administra más que una vez. Cualquiera que se bautiza una sola vez, queda puro y renovado; puro, porque se ha desembarazado de la mancha de los pecados; renovado, porque resucita a una vida nueva después de haberse desembarazado de la vejez del pecado. Porque este baño del bautismo vuelve al hombre más blanco que la nieve, no en la piel de su cuerpo, sino en el esplendor de su espíritu y en la pureza de su alma.

Así pues, los cielos se abrieron cuando el bautismo del Señor, para mostrar que, por el baño del nuevo nacimiento, el Reino de los Cielos se abría a los creyentes: “Si no se renace del agua del Espíritu Santo, no se entrará en el Reino de los cielos”. Entra, pues, en él quien renace y no descuida conservar la gracia de su bautismo; pero; de la misma manera, el que no ha renacido, no entra».

Hermanos: hagamos el compromiso de dar testimonio de los sacramentos recibidos, y de la presencia y manifestación de la Santísima Trinidad en nosotros. Seamos misioneros de la Iglesia en nuestra vida cotidiana.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.