JUEVES DE LA SEMANA 2 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA 2 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

Entonces encargó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la multitud no lo apretujara. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Mc 3, 9-10.

 

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 7-12

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón.

Entonces encargó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la multitud no lo apretujara. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.

Palabra del Señor.

 

 

 

———–

El pasaje evangélico de hoy se ubica luego de los cinco conflictos entre Jesús y las autoridades religiosas de la época, que meditamos los días previos.

En el texto anterior, Jesús ratifica que los excluidos debido a una falsa interpretación de la Ley son, ahora, el centro de la acción divina. Deja claro que la opción por la vida, la salud y por los pobres es impostergable y se debe asumir aun con el riesgo de perder la propia vida.

En la lectura de hoy, apreciamos que Jesús se involucra totalmente con nuestra realidad humana: enfermos, endemoniados y mucha gente con múltiples necesidades acuden a Él para escuchar su palabra y ser sanados.

Los hechos narrados son un resumen de la actividad misionera de Jesús. Sus seguidores se multiplican. La misión se hace universal. Los enfermos siguen siendo sanados. Hasta los espíritus inmundos reconocen que Jesús es Hijo de Dios y el poder que tiene sobre el mal. Así mismo, se afirma el secreto mesiánico, cuyo uno de sus componentes es el mandato de guardar silencio acerca de su divinidad hasta después de su Resurrección.

 

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

San Agustín afirmaba lo siguiente: «Los demonios confiesan a Cristo y también los fieles confiesan a Cristo. “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”, dijo Pedro. “Sabemos quién eres; tú eres el Hijo de Dios”, dijeron los demonios. Oigo igual confesión, pero encuentro distinto amor.

¿Qué digo? Allí habla el amor, aquí el miedo. Luego, aquellos para quien es amable, son hijos; aquellos para quienes es terrible no lo son».

Pidamos al Espíritu Santo que nos instruya en los altos misterios de la fe para entrar en intimidad con Nuestro Señor Jesucristo, confesar su divinidad y ser sus fieles seguidores.

La muchedumbre que sigue a Jesús, aunque una buena proporción lo hace de manera interesada, representa a la humanidad que necesita tocar con fe a Nuestro Señor Jesucristo. La humanidad está necesitada de sanación espiritual y corporal; las conductas que el mundo promueve a través de los medios de comunicación y de muchas formas, así lo denotan.

Se precisa de que, con fe, confesemos abiertamente que Jesús es el Hijo de Dios vivo; y que contribuyamos de manera decidida a salvar almas de los hermanos que están distraídos o confundidos.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Confesamos y seguimos con fe a Nuestro Señor Jesucristo? ¿Ayudamos a que otras personas se acerquen a la gracia santificante de Nuestro Señor Jesucristo?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser conscientes de que la fe es un don que debemos pedir al cielo.

¡Jesús nos ama!

 

  1. Oración

Amado Jesús, concédenos a través de tu Santo Espíritu, la fe que nos haga confesar abiertamente y sin temor que tú eres nuestro Salvador y Señor de nuestras vidas.

Amado Jesús, concédenos, a través de tu Santo Espíritu, la gracia de ser constantes y perseverantes en nuestro seguimiento y la alegría de dar testimonio de ti a los demás.

Espíritu Santo: en el Santísimo Nombre de Jesús, libéranos de todas las ataduras del pecado, rompe una a una todas las cadenas inter-generacionales que nos atan al pecado y a los esquemas humanos y multiplica nuestras acciones de amor hacia la defensa de la vida.

Amado Jesús, concede a los difuntos de todo tiempo y lugar tu misericordioso amor para que lleguen al banquete celestial; y no dejes que las almas de las personas moribundas se extravíen, para que lleguen a tu Reino.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

 

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con la lectura de un escrito de Rudolf Schnackenburg:

 

«Los hombres acuden a Jesús en multitudes desbordantes porque han oído decir lo que hace. Lo que les atrae es la fama de sus curaciones y de sus prodigios. Diríase que se ha querido subrayar aquí el ansia de milagros que había en la muchedumbre y el anhelo de obtener ayuda para sus sufrimientos corporales.

Sin embargo, no se trata más que de una impresión falaz: en el centro no se encuentra el pueblo, sino Jesús y su obrar. Debe ser visto a través de la irresistible atracción que ejerce y a través del poder para curar que se difunde desde él. Lo que se describe aquí con los medios intuitivos de una cosmología primordial mantiene intacto su significado revelador: Jesús es la fuente oculta de la salud, el médico de la humanidad enferma en el espíritu.

La fuerza que, según esta descripción, sale y se exterioriza en el Jesús terreno, obra de una manera más elevada, como poder redentor, en el Resucitado, que puede y quiere llevar a toda la humanidad la fuerza de la vida divina. El cuadro esbozado en este relato, donde se resume el éxito conseguido por la actividad de Jesús a orillas del lago de Genesaret, punto terreno de partida y centro de su mensaje de salvación, es como una figura de la humanidad reunida en torno a la persona del Resucitado, que le da la fuerza de la divina redención siempre que ésta reconozca en él al Salvador y al Médico que Dios le ha enviado».

 

Queridos hermanos: hagamos el propósito de pedir al cielo la fe que nos haga ser colaboradores activos del plan de salvación de Dios. Realicemos diariamente obras de misericordia, espirituales y corporales, que testimonien nuestra fe y seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

 

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.