MARTES DE LA SEMANA 3 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA 3 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

MEMORIA OBLIGATORIA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO

«Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre». Mc 3, 34-35.

 

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Palabra del Señor.

 

 

 

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Hoy celebramos a Santo Tomás de Aquino. Nació en el castillo de Roccaseca, en Italia, el año 1225. Estudió en la universidad de Nápoles. A los diecinueve años ingresó en la Orden de Predicadores. Terminó sus estudios en París y Colonia.

A los treinta y dos años Tomás de Aquino se convirtió en maestro de la cátedra de teología de París. En Tomás, la Palabra de Dios tenía la primacía sobre las otras ciencias, y hace de la oración la fuente más fecunda de sus investigaciones. Después de París, fue docente en Roma y en Nápoles, dejando, entre otras, muchas obras la Suma Teológica.

Santo Tomás de Aquino murió en la abadía de Fossanova el siete de marzo de 1274 cuando iba de camino al concilio de Lyon. Fue canonizado el dieciocho de julio de 1323 por Juan XXII. San Pío V lo declaró Doctor de la Iglesia en 1567 y León XIII lo proclamó patrón de todas las universidades y escuelas católicas en 1880.

Aún cuando era un erudito, Tomás sabía hablar con sencillez y fervor a los fieles; además, enseñaba los estudiantes de teología que la investigación se enriquece con la labor pastoral. Santo Tomás de Aquino fue devoto de Cristo Salvador, especialmente de la cruz y de la eucaristía, que exaltó en sus composiciones litúrgicas. Tuvo una ferviente devoción filial a Nuestra Santísima Madre, la Virgen María.

El pasaje evangélico de hoy, denominado “¿Quién es mi madre y mis hermanos?”, también se encuentra en el capítulo 12 de Mateo, versículos 46 al 50 y en el capítulo 8 de Lucas, versículos 19-21.

El texto presenta a Jesús enseñando a la gente en una casa que estaba completamente llena de gente. En esta situación, su Madre y otros parientes deseaban hablar con Él, pero, al no poder hacerlo, le enviaron un mensaje. Jesús reacciona con firmeza, diciendo: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

De esta manera, Nuestro Señor Jesucristo señala que, por encima del parentesco de la sangre, existe un parentesco superior: el ser hijos de Dios Padre, donde el vínculo filial es la realización de la voluntad del Padre. La verdadera familia de Jesús, la familia del reino traspasa las fronteras biológicas y étnicas.

Por ello, Santo Tomás de Aquino afirma: «todo fiel que hace la voluntad del Padre, esto es, que le obedece, es hermano de Cristo, porque es semejante a Aquel que cumplió la voluntad del Padre. Pero, quien no solo obedece, sino que convierte a otros, engendra a Cristo en ellos, y de esta manera llega a ser como la Madre de Cristo».

 

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo desea que cada uno de nosotros sea su hermano, su hermana, su madre. Jesús pone por encima de los vínculos de sangre a la familia divina que procede de Dios Padre, abriendo un horizonte ilimitado para quienes siguen los preceptos cristianos.

Por ello, si cumplimos la voluntad de Dios, estamos cercanos a Nuestro Señor Jesucristo y somos parte de su familia espiritual. Entremos, pues, en la cálida intimidad de la familia divina de Nuestro Señor Jesucristo, permitiendo que la Santísima Trinidad more en nuestros corazones.

Hermanos: respondamos a la luz de la Palabra: ¿Somos conscientes de que podemos formar parte de la familia divina de Nuestro Señor Jesucristo?

Hermanos, que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a realizar la voluntad de Dios, cumpliendo sus preceptos y, así, sentirnos parte de la familia de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

 

  1. Oración

Padre eterno, que hiciste a Santo Tomás de Aquino digno de admiración por su ardoroso anhelo de santidad y por el estudio de las ciencias sagradas, concédenos comprender lo que él enseñó e imitar plenamente lo que realizó.

Amado Jesús, fortalece con el Espíritu Santo al papa Francisco, a los obispos, a los sacerdotes, a los consagrados y consagradas, para que no desmayen en llevar a toda la humanidad los vínculos de la familiaridad divina con la Santísima Trinidad.

Amado Jesús, hermano nuestro, envía el Espíritu Santo para que, cumpliendo la voluntad de Dios Padre, seamos miembros de la familia a la que nos convocas.

Padre eterno, por tu inmenso amor y misericordia, concede a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, la gracia de formar parte de la familia celestial; en especial, te pedimos por aquellos que partieron de este mundo sin conocerte o en un momento extremo de tribulación y abandono humano.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

 

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo en la Sagrada Comunión con el himno “Adoro te devote” de Santo Tomás de Aquino:

 

«Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.

En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vio Tomás, pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura.

Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén».

 

Hermanos: digámosle a Nuestro Señor Jesucristo: “Aquí estamos, para hacer tu voluntad porque queremos ser tus verdaderos hermanos”.

Señor deseo asumir el compromiso de mantenerme vigilante y perseverante en la oración para no caer en las tentaciones y no cesar en mi determinación de servirte día a día, en cualquier circunstancia de mi vida.

Hermanos: es difícil, pero pongamos todo de nuestra parte para hacer de nuestra vida cristiana un canto de alabanza, de adoración, de acciones de gracias y de entrega amorosa a Nuestro Señor Jesucristo.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

 

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.