JUEVES DE LA SEMANA 3 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA 3 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Atención a los que están oyendo: la medida que usen la usarán con ustedes y con creces. Porque al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará aun lo que tiene». Mc 4, 24-25.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 21-25

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es para ponerla sobre candelero? Nada hay escondido que no deba ser descubierto; no hay nada secreto que no se haga público. El que tenga oídos para oír, que oiga».

Les dijo también: «Atención a los que están oyendo: la medida que usen la usarán con ustedes y con creces. Porque al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará aun lo que tiene».

Palabra del Señor.

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El pasaje evangélico de hoy, denominado “Parábolas de la lámpara y de la medida”, que se ubica después de la explicación de la “Parábola del sembrador”, también se encuentra en el capítulo 8 de Lucas, versículos 16 al 18.

En el texto, la lámpara representa la sabiduría; con esta representación, Jesús señala claramente que la luz del evangelio y de la fe que se ha recibido con plena libertad, disposición y humildad, debe ser comunicada y compartida.

La sabiduría debe ser entendida para que tenga valor. La persona que solo la atesora y no la comparte, perderá todo, incluso, hasta lo que cree tener. Por ello, la respuesta a la proclamación de la Palabra debe ser desbordante, generosa, como el grano que cae en tierra fértil.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Tal como reza el salmo: “Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero”, uno de los mejores frutos de la lectura orante de la Palabra de Dios es que ella se convierta en luz interior y exterior para las personas que la meditan y la hacen realidad.

Beda, manifiesta lo siguiente: “Entregaos a recordar e investigar con toda vuestra mente la Palabra que habéis oído, pues quien ama la Palabra, recibirá también la inteligencia del sentido de lo que ama. Por el contrario, quien no ama la Palabra que escucha, aunque parezca que en la práctica guarda silencio por ingenio natural o por educación, no gozará de ninguna de las dulzuras de la verdadera sabiduría”.

Por ello, hermanos, todos los dones espirituales y materiales que hemos recibido debemos emplearlos para la gloria de Dios a través del apoyo y edificación de nuestros semejantes, y no debemos esconderlos.

En tal sentido, seamos conscientes de que todos los talentos que poseemos son un don de Dios, empezando por nuestra vida, la inteligencia, la libertad, la voluntad y todos los bienes espirituales y materiales; nuestras familias, amistades, nuestro planeta.

Con la expresión: «El que tenga oídos para oír, que oiga», Nuestro Señor Jesucristo nos hace responsables de nuestras decisiones y actos.

Acudamos con plena confianza hacia Nuestro Señor Jesucristo, contribuyamos con fe a extender el Reino de los cielos, a manos llenas, para que, de esta manera, esperemos la recompensa sobreabundante de la vida eterna.

Queridos hermanos, meditando la palabra de hoy, es conveniente que nos preguntemos: ¿Meditamos la Palabra y la ponemos en práctica? ¿Somos conscientes de los dones que Dios nos ha otorgado para hacer realidad su proyecto de salvación en nosotros y nuestros semejantes? ¿Utilizamos nuestros dones adecuadamente o los escondemos?

Hermanos, que las respuestas a esta pregunta nos impulsen a leer y a poner en práctica las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y a emplear nuestros dones en favor de las personas con mayores necesidades espirituales y materiales.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, concédenos la gracia de hacer brillar la luz de la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo entre nuestros hermanos, en especial, en medio de aquellos que son más vulnerables y se encuentran en situación de riesgo espiritual.

Padre eterno: tú que premias con el banquete celestial a quienes administran bien sus dones, concédenos la gracia del Espíritu Santo para tomar plena consciencia de los talentos que poseemos y, con nuestra plena disposición, los pongamos al servicio del proyecto de salvación que tienes para la humanidad.

Amado Jesús: mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, alcánzales la recompensa de la vida eterna en el cielo.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reina de la paz, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos al Señor a través un escrito de San Paulino de Nola:

«”¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?”, nos dice San Pablo. No seamos, pues, avaros de nuestros bienes como si nos pertenecieran. Sólo nos han sido confiados; hacemos uso de ellos cómo de una riqueza común, pero no gozamos de su posesión eterna como si fueran un bien propio. Si reconoces que este bien no te pertenece y solo lo tienes para usarlo aquí por un tiempo, adquirirás en el cielo un bien que no tendrá fin.

Acuérdate de los servidores del Evangelio que habían recibido de su amo unos talentos, y de lo que este amo, a su regreso, dio a cada uno de ellos, comprenderás entonces que depositar tu dinero sobre la mesa del Señor para que fructifique es mucho más provechoso qué conservarlo con una fidelidad estéril sin que rinda nada a su acreedor, con gran perjuicio para el servidor inútil, cuyo castigo será duro.

Demos, pues, al Señor los bienes que de él hemos recibido. En efecto, no poseemos nada que no sea un don del Señor, y si existimos es porque él quiere. ¿Qué es lo que podríamos considerar como nuestro, puesto que, en virtud de una deuda enorme y privilegiada, ni nosotros mismos nos pertenecemos? Porque Dios nos ha creado, pero también nos ha rescatado. Démosle gracias pues: por ser rescatados al precio de la sangre del Señor, somos para siempre cosa de gran valor. Devolvamos al Señor lo que él nos hará. Demos con gozo para recibir de él con alegría, tal como ha prometido».

Queridos hermanos: hagamos el propósito de meditar la Palabra y de ponerla en práctica. Agradezcamos a la Santísima Trinidad cada día y, si es posible, en cada momento, por todos los dones recibidos; que este sea nuestro propósito para hoy y siempre.

Para ello, pidamos diariamente la intervención del Espíritu Santo para que nos conceda la gracia de reconocer los dones que Dios nos ha confiado y emplearlos de acuerdo con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Acompañemos esta petición con la Santa Eucaristía.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.