MARTES DE LA SEMANA 4 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA 4 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Talitha qum» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). Mc 5, 41.

 

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en una barca a la otra orilla; una gran multitud se reunió a su alrededor, y se quedó a la orilla del mar.

Se acercó uno de los jefes de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está agonizando; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva». Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.

Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hace doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto pensando: «Con solo tocarle el manto, quedaré sana». Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y sintió que su cuerpo estaba curado de la enfermedad.

Jesús, notando la fuerza que había salido de él, se volvió enseguida en medio de la gente y preguntó: «¿Quién me ha tocado?». Los discípulos le contestaron: «¿Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: ¿Quién me ha tocado?». Él seguía mirando alrededor para ver quién había sido.

La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se postró ante él y le confesó toda la verdad. Y él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».

Todavía estaba hablando, cuando llegaron de la casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro?». Jesús, que oyó lo que habían dicho, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que tengas fe».

No permitió que lo acompañara nadie más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a la casa del jefe de la sinagoga y vio el alboroto y a los que lloraban y gritaban sin parar, y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: «¿Qué alboroto y que lloros son esos? La niña no está muerta, está dormida».

Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña, y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la tomó de la mano y le dijo: «Talitha qum» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).

La niña se levantó inmediatamente y comenzó a caminar; tenía doce años. Y se quedaron totalmente admirados. Les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor.

 

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El pasaje evangélico de hoy denominado “Jesús sana a la hemorroísa y resucita a la hija de Jairo” se encuentra también en el capítulo 9 de Mateo, entre los versículos 18 al 26 y en el capítulo 8 de Lucas, entre los versículos 40 al 56.

El texto narra dos milagros de Jesús a dos mujeres: la curación de la mujer hemorroísa y el milagro en el que resucita a la hija de uno de los jefes de la sinagoga, que, según Marcos y Lucas, se llamaba Jairo.

Mientras los gerasenos echan a Jesús de su territorio, Jairo, el jefe de la sinagoga le suplica que vaya a su casa. Jairo reconoce que su institución religiosa ha perdido el horizonte de la vida y va a buscarla a través de Jesús, quien la da en abundancia.

Los elementos comunes en los dos milagros son la fe y el contacto con Jesús, que son dos de las características esenciales de las personas que se acercan a Nuestro Redentor con la intención de renovar su vida. Jesús estaba siempre dispuesto a auxiliar a todos aquellos a quienes se acercaban a Él con fe; hoy y siempre, ocurrirá lo mismo.

Por eso, sana la dolencia de la mujer que es discriminada por el mal que la aquejaba desde hace doce años y que intentaba ocultar el milagro ante la gente. Así mismo, convierte en alegría el inmenso dolor del padre que ha perdido a su hija.

 

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo, a través de la lectura de hoy, nos pide una fe humilde, perseverante y audaz para mantener el corazón unido a Él. Debemos dejar la soberbia para alcanzar dicha unión.

¿Cuál sería la reacción del jefe de la sinagoga, donde Jesús era despreciado y considerado como endemoniado debido a su poder para expulsar demonios? ¿Qué difícil debe ser para el orgullo humano reconocer que realmente necesitamos a Dios a quien a veces hemos ignorado y menospreciado?

Debemos confiar en Nuestro Señor Jesucristo, Él es el Señor de la vida. Ni la enfermedad ni la muerte tienen un poder permanente en los que creemos en Cristo. Ambas han sido vencidas por Él y en su Reino no existirán más.

La misericordia de Nuestro Señor Jesucristo se manifiesta en todo momento en favor de cada uno de nosotros y para toda la humanidad, y es una prueba contundente de que la redención es una realidad.

Hermanos: a la luz de la Palabra de hoy, respondamos ¿Conocemos a personas discriminadas por múltiples razones que desean reincorporarse al rebaño del Pastor de pastores? ¿Las ayudamos a acercarse a Nuestro Señor Jesucristo o las rechazamos?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a buscar y promover la búsqueda de aquella fe sencilla que permite el contacto auténtico con Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

 

  1. Oración

Padre eterno, Señor, Dios nuestro: danos entereza para no consumirnos en desconfianza y desesperación en nuestras tribulaciones y sufrimientos. Concédenos paciencia y fe inquebrantable para perseverar en tus enseñanzas y confiar en tu infinita misericordia. Tú lo puedes todo. Tú lo vences todo. Concédenos la vida eterna a tu lado donde todo es excelso y pleno por tu presencia.

Amado Jesús: nos acercamos a ti con nuestra fe imperfecta pero confiados en tu misericordia. Señor: aumenta nuestra fe, libéranos de las esclavitudes del pecado y otórganos los dones del Espíritu Santo para ser misericordiosos como tú lo eres.

Espíritu Santo: infunde fortaleza y aumenta la fe a todos los sacerdotes y consagrados para llevar las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo a todos los confines de la tierra.

Madre Santísima, Madre del amor bendito, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

 

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Dios con la oración que San Francisco de Asís decía ante el crucifijo de San Damián:

«Sumo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento».

 

Ahora, contemplemos al Señor con la lectura de una parte del salmo 90:

«Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: “Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti”.

Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajos sus alas te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno, ni flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.

No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en sus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones».

 

Queridos hermanos: agradezcamos de corazón a la Santísima Trinidad por el amor, misericordia y ternura que tiene por toda la humanidad. Conscientes de este inmenso amor, hagamos el compromiso de pedir al cielo y esforzarnos para alcanzar una fe recta, una esperanza cierta y una caridad perfecta.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

 

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.