SÁBADO DE LA SEMANA 4 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA 4 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

MEMORIA LIBRE DE SANTA JOSEFINA BAKHITA

«Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco». Mc 6, 31

 

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron solos en la barca a un sitio tranquilo y apartado.

Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todos los pueblos fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y sintió compasión de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas

Palabra del Señor.

 

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Hoy celebramos a Santa Josefina Bakhita, ejemplo de reconciliación, misericordia y esperanza cristiana en el amor supremo de Dios. Se dice que nació en el pueblo de Olgossa en Darfur, en 1869. Bakhita, que significa “afortunada”, es el nombre que se le puso cuando fue secuestrada; que, por la fuerte impresión, nunca llegó a recordar su verdadero nombre. Josefina es el nombre que recibió en el bautismo.

Bakhita es la santa africana y la historia de su vida es la historia de un continente. Su espiritualidad y fuerza la han convertido en Nuestra Hermana Universal, como la llamó el Papa Juan Pablo II, que la canonizó el 1° de octubre del año 2000.

El pasaje evangélico de hoy forma parte del texto denominado “Multiplicación de los panes” o “Jesús da de comer a cinco mil” que comprende los versículos desde el 30 al 44; hoy meditaremos solo el texto ubicado entre los versículos 30 y 34.

Después del envío, Jesús acoge a los apóstoles para que descansen y recuperen fuerzas, así como para reflexionar sobre la misión. Este momento puede entenderse como un espacio de intimidad y oración propio de los misioneros.

Luego se formó una muchedumbre, Jesús observó el gentío con compasión y misericordia y se puso a enseñarles muchas cosas. La gente estaba desorientada y necesitaba la Palabra del pastor; posteriormente, después de la escucha prolongada, Jesús realiza la multiplicación de los panes para saciar también su hambre corporal.

 

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

La expresión que Nuestro Señor Jesucristo dirigió a sus apóstoles: «Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco», nunca perderá vigencia, porque representa el tiempo necesario que requiere el cuerpo para recuperar sus fuerzas y la contemplación interior para renovar el vigor espiritual.

Nuestro Señor Jesucristo nos invita al reposo del espíritu que será iluminado con su gracia, dejando de lado las agitaciones mundanas. En otras palabras, el equilibrio personal dependerá de cómo alimentamos nuestro espíritu, mente y cuerpo.

En nuestro mundo actual, el estrés es uno de los denominadores comunes de las actividades humanas. Es causado por el activismo frenético que va ganando espacio en la mentalidad y espiritualidad de las personas, evitando la reflexión trascendental que nos acerca a Dios. Además, nos aparta de los objetivos y proyectos fundamentales de la vida.

Toda la estructura causal del estrés y del activismo desenfrenado es compleja, pero su solución tiene sus raíces en la profundidad espiritual de esta enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo: «Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco».

Por ello, queridos hermanos, conviene preguntarnos ¿Poseemos los “mecanismos” espirituales para detectar y enfrentar el estrés? ¿Cuáles son las actividades contemplativas que realizamos para renovar nuestras fuerzas espirituales?

Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos permitan mantener el equilibrio personal necesario para realizar nuestra misión de evangelizar a través de nuestras actividades cotidianas. Así mismo, siguiendo el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, seamos siempre compasivos y misericordiosos con nuestros hermanos que tienen carencias espirituales y materiales.

¡Jesús nos ama!

 

  1. Oración

Amado Jesús, otórganos a través del Santo Espíritu el equilibrio para conocer y llevar adelante los designios que diariamente tienes para cada uno de nosotros.

Amado Jesús, danos la fuerza para ser instrumentos de tu amor y misericordia en un mundo cada vez más estresado y confundido.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, ilumina las mentes de las autoridades de los gobiernos para que siempre actúen con justicia y sean fieles testigos de las enseñanzas de Jesús.

Amado Jesús, te suplicamos ilumines con tu rostro a los difuntos que yacen en tinieblas y en sombras de muerte y ábreles las puertas de tu Reino. Protege Señor a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a tu Reino.

¡Dulce Madre María!, Madre celestial, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

 

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a la Santísima Trinidad a través de la lectura del escrito de Adelaide Anzani Colombo:

 

«Dios tiene los ojos de amor de Jesús. Es un Dios que ve, que mira, que participa, que ama. Un Dios de ternura desbordante que percibe la necesidad antes de que se diga, porque lee en el rostro de sus amigos los signos dolorosos del alma y el cansancio de los cuerpos. Jesús no dice «id» a un lugar solitario, sino «venid»: con él está el verdadero reposo, la penetración en el misterio de Dios que explica todo lo nuestro, nuestro ser antes que nuestro hacer. Se trata de un mirar y de un dejarse mirar, de un coloquio íntimo y profundo, dulcísimo, restaurador. Y la fuerza que nos llega, que vuelve a cargar de verdad el paso que debe volver a partir; llena de entusiasmo genuino y generoso cada gesto, cada palabra; sobre todo, proporciona una capacidad de amar que no conocerá el cansancio, como la de Dios.

Porque únicamente el amor -el amor y no cualquier ansia frenética de acción- no se cansa nunca ni necesita reposo; se alimenta de sí mismo y se recupera al infinito, porque participa de Dios. Un amor capaz de dar la vuelta a todo programa, de hacer saltar por los aires las mejores intenciones de reposo, un amor que no sabe resistirse, que se deja provocar, implicar, comprometerse; que es capaz de compasión. Dios es así, y así nos quiere a nosotros: «Vio Jesús un gran gentío y sintió compasión de elfos, pues eran como ovejas sin pastor».

Y, dentro del gentío, la mirada busca a cada hombre, ve la necesidad de cada uno de ellos: «sin pastor», sin verdad, sin libertad, sin afectos, sin casa, sin patria, sin pan, sin trabajo, sin amistad, sin consuelo, sin esperanza. Y Dios se pone a la obra: «Se puso a enseñarles muchas cosas». Y dentro de poco saciará su hambre con unos panes y peces prodigiosos y les prometerá su cuerpo como don para la vida eterna. Ahora nos toca a nosotros “sentir compasión”».

 

Queridos hermanos: pidamos diariamente la intervención del Espíritu Santo para restaurar nuestras fuerzas y convertirnos en instrumentos de la paz y la misericordia del Señor. No olvidemos que la realización de obras de misericordia es esencial para proclamar activamente la Palabra de Dios.

Acompañemos esta petición con la asistencia frecuente a la Santa Eucaristía, a la Adoración Eucarística y con el rezo del Santo Rosario.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

 

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.