LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA 5 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
MEMORIA OBLIGATORIA DE SANTA ESCOLÁSTICA
En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y aldeas, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y a los que lo tocaba se sanaban. Mc 6, 56.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 53-56
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos, después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret, donde amarraron la barca a la orilla. Apenas desembarcaron, le reconocieron enseguida, y recorrieron toda aquella región; cuando se enteraba la gente donde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y aldeas, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y a los que lo tocaba se sanaban.
Palabra del Señor.
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Hoy celebramos a Santa Escolástica, hermana gemela de San Benito, el santo que fundó la primera comunidad religiosa de occidente. Ella nació el año 480, en Nursia, Italia. Desde muy joven se dedicó a la vida religiosa y fue superiora de un convento de monjas. Su hermano dirigía un gran convento para hombres en el Monte Casino, y Escolástica fundó un convento para mujeres a los pies de ese mismo monte.
Pocos días antes de la muerte de la santa su hermano fue a visitarla y después de haber pasado el día entero en charlas religiosas, el santo se despidió y se dispuso a volver al monasterio. Era el primer jueves de Cuaresma del año 547. Tres días después, la santa murió, y su hermano que se encontraba absorto en la oración tuvo la visión del alma de su hermana ascendiendo al cielo en forma de paloma.
El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús cura en Genesaret”, se encuentra también el capítulo 14 de Mateo, entre los versículos 34 y 36. En San Marcos se encuentra luego de la multiplicación de los panes y de la caminata de Jesús sobre el agua.
Este texto constituye un sumario o síntesis que describe y resalta la peregrinación y actividad misionera de Jesús que se acerca, de pueblo en pueblo, a la gente necesitada de auxilio espiritual y de salud. Esta aproximación amorosa del Salvador despierta la fe de la gente que se le acerca para encontrar alivio a sus dolencias y exclusiones.
Muchos enfermos llegaron hasta Jesús gracias a la participación de muchos benefactores anónimos que tenían fe en que Jesús podía glorificarse en las personas sufrientes. Jesús, con el borde de su manto curaba a quienes se lo pedían con fe.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
Nuestro Señor Jesucristo busca encontrarse con todos en los lugares donde se encuentran; por ello, recorre todos los pueblos propiciando ese contacto. En la actualidad y hasta el fin de los tiempos, Nuestro Señor Jesucristo busca incesantemente el encuentro con cada uno de nosotros para sanar nuestros corazones endurecidos y otorgarnos la salud de cuerpo y alma. Él sale a nuestro encuentro.
En este sentido, a través del pasaje evangélico de hoy, Nuestro Señor Jesucristo nos llama a que nos acerquemos a Él mediante el sacramento de la penitencia para curarnos. No tengamos miedo, sumerjámonos en el mar de su misericordia.
Así mismo, el accionar confiado de los benefactores anónimos, que acercan los enfermos a Jesús, es un ejemplo para nuestros días. Ellos son los héroes anónimos de nuestro tiempo: los voluntarios, misioneros y tantas personas que, con fe y confianza en Nuestro Señor Jesucristo, ayudan a los enfermos pidiendo al cielo su sanación de cuerpo y alma.
Ellos no buscan el reconocimiento humano, sino, acumulan tesoros en el cielo al promover y buscar un mundo más justo. Por ello, queridos hermanos, conviene preguntarnos: ¿Cuántos de nosotros nos percatamos que recibimos todos los días la visita de nuestro Señor, en la figura del prójimo? ¿Cómo actuamos frente a la enfermedad de nuestros hermanos? ¿Somos compasivos y misericordiosos? ¿Rezamos por ellos? ¿Actuamos con fe?
Hermanos: estas son preguntas que nos cuestionan y nos llaman a una profunda reflexión sobre el amor a nuestro prójimo y a Dios. Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser compasivos y misericordiosos con las personas que atraviesan por problemas de salud y otras tribulaciones.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Oh, Dios y Padre nuestro: te damos gracias hoy por los santos como Santa Escolástica; ellos nos recuerdan que una vida de oración y de comunidad dan testimonio de tu presencia en este mundo. Haznos también ver claramente que eres tú nuestro Padre, que tú eres el sentido de nuestras vidas y que el lazo definitivo que nos une a todo el mundo es Jesucristo nuestro Señor.
Padre eterno, te pedimos por todos los héroes anónimos que alegremente ayudan a nuestros hermanos más necesitados, sin esperar nada a cambio. Concédeles la gracia de sentir que con sus acciones imitan tu amor, bondad y misericordia.
Padre eterno, concédenos adorarte con toda el alma y amar a nuestro prójimo doliente con afecto espiritual. Envía tu Santo Espíritu y renueva la faz de la tierra. Renuévala, Padre eterno.
Amado Jesús, te rogamos nos concedas la liberación de todas las cadenas intergeneracionales que nos atan a la enfermedad y al pecado, y aumenta, a través del Espíritu Santo, nuestra fe para seguirte con firmeza, aun en medio de las tribulaciones.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Te alabo Señor por tu amor incondicional y misericordioso. El alma se regocija en tu presencia a tal punto que el cuerpo se sana, la alegría vuelve a nuestros corazones y la alabanza brota de nuestros labios.
Cada día te alabaré en el altar de mi alma, hasta exclamar como San Pablo “ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí”.
Hermanos: contemplemos a Dios con la lectura de un escrito de Jean Corbon:
«¿Cómo vemos la enfermedad de nuestros semejantes? Se trata de captarla en toda su profundidad. Ahora bien, ¿cómo estamos llamados a ver este mal? ¿Se trata de algo frente a lo cual no debemos hacer otra cosa que protegernos? ¿de algo de lo que debemos huir? Sería verdaderamente una ilusión: el mal lo llevamos en nosotros, todos somos víctimas y responsables de él, de un modo o de otro.
Una mirada de fe permite ver, desde el primer instante, que todos los hombres, todos los hijos d Dios, estamos enfermos. Esta visión de la fe, que es la misma con la que nuestro Dios nos mira y nos conoce en el fondo, debería suprimir de nuestros corazones todo sentido de superioridad, de temor, de ceguera o de rechazo, para hacernos capaces de creer en la verdadera compasión de Dios. Compasión significa padecer con el otro, y con un padecimiento compartido que es ya curación; del mismo modo, el Padre comparte nuestro sufrimiento, y gracias a ello somos liberados. Sólo podemos implorar la curación si estamos convencidos de que la enfermedad está presente realmente. A nosotros se nos ha pedido llevarla, presentarla a Dios, envuelta en su misma mirada compasiva.
La segunda condición es ir al Señor, buscarle, acercarnos a él. En primer lugar, debemos examinar nuestra actitud interior de intercesión: en efecto, debemos llevar a todos los hombres, nuestros hermanos, sean quienes sean, en nuestro corazón …, y, entonces vendrá la actitud exterior constituida por la ayuda que se nos presta recíprocamente.
La tercera condición es la fe. La fe consiste en estar seguros de Él, es dejar de mirar lo que somos capaces de hacer, nuestros límites, es ir directamente a Él sin ni siquiera pedir ya signos. Crucemos el umbral de la fe y seremos curados».
Queridos hermanos: hagamos el compromiso de visitar periódicamente a nuestros hermanos enfermos, llevando el mensaje de esperanza de Nuestro Señor Jesucristo. Oremos por ellos. Acompañemos este compromiso con la asistencia frecuente a la Santa Eucaristía, a la Adoración Eucarística y con el rezo del Santo Rosario.
Crucemos el umbral de la fe.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.