SÁBADO DE LA SEMANA 5 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA 5 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los dio a sus discípulos para que los sirvieran. Y ellos los sirvieron a la gente. Mc 8, 6-7.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 1-10

Por aquellos días, como había mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino y algunos han venido de lejos».

Le respondieron sus discípulos: «¿Cómo podrá alguien saciar de pan a estos aquí en el desierto?». Él les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?». Ellos contestaron: «Siete». Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los dio a sus discípulos para que los sirvieran. Y ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos cuantos peces. Jesús los bendijo, y mandó también que los sirvieran. La gente comió hasta quedar saciada, y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas. Eran unos cuatro mil. Y Jesús los despidió. Enseguida subió a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.

Palabra del Señor.

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El evangelista San Marcos presenta la segunda multiplicación de los panes, que es un relato muy parecido al anterior, que se ubica en el capítulo 6, entre los versículos 34 y 44. Su similitud se da en dos aspectos fundamentales: la compasión y la solidaridad.

A diferencia de la primera multiplicación de los panes, éste ocurre en territorio pagano. De esta manera, se confirma la universalidad del Evangelio de Jesús. La otra diferencia radica en la oración de Jesús; en el primero «bendice» y en éste «da gracias».

Así mismo, el texto detalla dos elementos muy importantes: el primero es que la muchedumbre que sigue a Jesús dejó todo por ir tras de él. La segunda, ante la situación de la falta de alimentación de la gente, Jesús manifiesta una profunda compasión y preocupación, pero no encarga la solución a sus discípulos, sino que él mismo decide hacer frente a esta situación.

Por eso, el pasaje evangélico del día de hoy va más allá del solo hecho de la multiplicación de los panes y de los peces; el mensaje transita por el gesto amoroso y solidario de Jesús de curar a los enfermos y de compartir el pan y los peces con una multitud, que representa a toda la humanidad.

El mensaje de hoy se convierte en una hermosa prefiguración de la Santa Eucaristía, que es el alimento que Jesús multiplica para todos, y que nos sacia divinamente y para siempre. Están presentes los cuatro gestos que Jesús realiza en la última cena: toma los panes, da gracias a Dios Padre por sus beneficios, los parte y los entrega a sus discípulos para que los distribuyan.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Todos los cristianos, laicos y consagrados, debemos estar convencidos de que Jesús no abandona jamás a quiénes dejan todo por seguirlo. Nuestro Señor Jesucristo siempre estará cerca, dispuesto a cambiar nuestro desierto por un lugar de amor, de misericordia y de esperanza.

En la multiplicación de los panes, Nuestro Señor Jesucristo nos da una muestra fehaciente de la economía divina, multiplicando nuestras pequeñas ofrendas en amor y alimento abundante. Por eso, cuando acudimos a la Santa Eucaristía, lo que vemos con nuestros ojos en el altar es el pan y el vino; sin embargo, con los ojos de la fe, observamos que el pan es el cuerpo de Cristo y el vino es su preciosísima sangre; esto es lo que se llama un sacramento.

Entonces, cuando comulguemos, Jesús entrará en nuestros cuerpos y en nuestros corazones, será nuestro invitado especial. Así como cuando llegan invitados a nuestras casas y los recibimos en ambientes que hemos limpiado y preparado especialmente para la ocasión, y también les convidamos los mejores potajes. Así también, recibamos a Jesús en nuestros corazones que hemos purificado mediante el sacramento de la penitencia, y brindémosle nuestras mejores ofrendas, aquellas que nos inspira amorosamente el Espíritu Santo. No perdamos esta maravillosa ocasión se sentarnos con Jesús en este banquete celestial y de llevarlo con nosotros, en nuestros corazones, a casa, a nuestras comunidades y a todas partes.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico del día de hoy, respondamos: ¿Tenemos los sentimientos de compasión, misericordia y solidaridad por nuestros hermanos más necesitados? ¿Alimentamos continuamente nuestra vida con el cuerpo de Cristo? ¿Somos conscientes de lo maravillosa que es la Santa Eucaristía?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a focalizar nuestro seguimiento a Dios, a través del prójimo más necesitado, y a formar parte del Cuerpo de Cristo, alimentándonos continuamente de la Santa Eucaristía.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, fuente de la luz eterna, tú que iluminas y despejas las tinieblas de todos los que se acercan a ti, otórganos la gracia de ser compasivos y misericordiosos con las personas más necesitadas.

Amado Jesús: no permitas que nos alejemos jamás de ti; otórganos la gracia de seguirte sin desánimo y que tu alimento que recibimos en la eucaristía sea para nosotros fuente de fortaleza espiritual para cumplir tus preceptos y ayudar a todos nuestros hermanos, especialmente, a aquellos que han perdido toda esperanza.

Espíritu Santo, dirige y santifica nuestros pensamientos, palabras y obras, y haznos dóciles a tus inspiraciones.

Padre eterno y misericordioso, tú que nos otorgas la salvación que nos libra de nuestros enemigos, te suplicamos que recibas en tu Reino a las benditas almas del Purgatorio.

Madre Santísima, Inmaculada Concepción, Reina de la paz y de la esperanza, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con la siguiente oración de Santo Tomás de Aquino:

“Dios todo poderoso y eterno, heme aquí, acercándome al sacramento de vuestro Hijo único, Nuestro Señor Jesucristo. Enfermo como estoy, vengo al médico de quien depende mi vida; sucio, a la fuente de la misericordia; ciego, a la luz de la claridad eterna; pobre y desprovisto de todo, al dueño del cielo y de la tierra.

Imploro, pues, vuestra misericordia, vuestra inagotable bondad, a fin de que te dignes curar mis enfermedades, limpiar mis suciedades, iluminar mi ceguera, enriquecer mi pobreza y vestir mi desnudez; para que así pueda yo recibir el Pan de los ángeles, al Rey de reyes, al Señor de señores con toda reverencia y humildad, con toda mi contrición y devoción, con toda la pureza de mi fe, con toda la firmeza de mis propósitos y la rectitud de intención que requiere la salvación de mi alma.

Señor, que reciba yo, no sólo el sacramento del Sacratísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, sino también toda la virtud y gracia del sacramento. ¡Oh, Dios lleno de dulzura!, concédeme recibir de tal modo el Cuerpo de vuestro único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el cuerpo adorable que Él recibió de la Virgen María, y que merezca incorporarme a su Cuerpo místico, y contado entre sus miembros.

¡Oh, Padre lleno de amor!, concédeme que, a este Hijo vuestro, muy amado, al que me preparo a recibir, ahora bajo del velo que conviene a mi estado de peregrino, pueda un día contemplarlo cara a cara y por la eternidad, a Él que, siendo Dios, vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén”.

Queridos hermanos: invocando siempre la inspiración y la protección del Espíritu Santo, realicemos obras de misericordia en favor de aquellos hermanos más necesitados, compartiendo los bienes que el Señor nos ha otorgado.

Así mismo, hagamos de la Santa Eucaristía y de la Palabra el alimento de nuestra alma. Pidamos siempre la intercesión de Nuestra Santísima Madre en las necesidades del prójimo y también nuestras.

Recordemos que cuando nosotros compartimos nuestro pan con quien lo necesita, no solo aliviamos la necesidad ajena, sino que contribuimos a fortalecer su fe en nuestro Dios providente y misericordioso; es decir, nos convertimos en instrumentos de su amor. Seamos, pues, instrumentos del Señor.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.