DOMINGO DE LA SEMANA 7 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA 7 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, y recen por los que los persiguen. Así serán hijos del Padre que está en el cielo, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos». Mt 5, 44-45.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 38-44

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Han oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Yo, en cambio, les digo: No hagan frente al que los agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.

Han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, y recen por los que los persiguen. Así serán hijos del Padre que está en el cielo, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si aman a los que los aman, ¿qué premio tendrán? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludan solo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto».

Palabra del Señor.

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El pasaje evangélico de hoy forma parte también del Sermón de la Montaña. Se ubica luego de los cuatro textos que meditamos el domingo pasado en los que Jesús se refiere a la Ley, enseña sobre la ofensa, instruye sobre el adulterio y los juramentos, ubicados entre los versículos 17 al 37.

En el texto de hoy, Jesús enseña que se debe evitar la violencia; para ello, es esencial dejar de lado la venganza, es decir, no devolver mal por mal.

Con cuatro ejemplos, Jesús señala que es necesario llegar a la raíz del mandamiento del amor, que es el respeto por la vida, practicar la fraternidad, la justicia y la solidaridad.

Como manifiesta Hilario: “El Señor desea que la esperanza de nuestra fe, que se prolonga hasta la eternidad, sea puesta a prueba por estos desafíos, para que el mismo hecho de tolerar una injuria oculta, sea testigo de nuestro juicio venidero”. De esta manera, nos iremos liberando de todas las pasiones humanas.

Así mismo, Nuestro Señor Jesucristo nos dice: “Así serán hijos del Padre que está en el cielo, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos”. En esta frase, el sol representa la luz de la verdad del Señor y la lluvia significa el refrigerio de las enseñanzas de Jesús en medio de las aflicciones.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Jesús nos dice que al mal se le vence con el bien. La violencia se evita con el amor, con la fraternidad y el verdadero perdón, que es inspirado por el Espíritu Santo.

En el mundo actual, lleno de creciente violencia, pareciera que es muy difícil que la aplicación del mandamiento del amor sustituya a la ley del Talión; sin embargo, el poder que encierra la Palabra que nos dejó Nuestro Señor Jesucristo, se manifiesta cuando los corazones están dispuestos a crecer en el amor de Dios.

Invoquemos al Espíritu Santo para que el mundo acoja las revelaciones de amor que tiene la Palabra de Dios. ¡El amor todo lo puede!

El ejemplo más grande lo dio Nuestro Señor Jesucristo, quien, desde la cruz, afirmó la ley más elevada del amor, venciendo al mal con el bien, respondiendo con infinito amor. Por eso, la perfección del amor está en amar a nuestros enemigos y, hacerlo hasta tal punto, que sean nuestros hermanos.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico del día de hoy, respondamos: ¿En algunas situaciones en la que nuestros intereses son afectados, experimentamos deseos de venganza? ¿Cómo superamos estos deseos?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a perfeccionar el respeto de los sagrados mandamientos del amor de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, te pedimos por el papa Francisco, por todos los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, para que sigan proclamando la nueva ley del amor, que no discrimina a nadie y acoge con misericordia a justos y pecadores.

Padre eterno, te pedimos por todas las personas que se sienten tristes y abandonadas por causa de las divisiones, rencores, enemistades, para que reciban de ti la capacidad de perdonar y de la reconciliación.

Amado Jesús: te pedimos por todos nuestros hermanos que, con violencia y venganza, causan sufrimientos a muchas personas, para que puedan encontrarte, amarte y dar testimonio de tu amor.

Espíritu Santo, amor de Dios Padre y de Dios Hijo, envíanos tus santos dones para que nada perturbe nuestra paz y podamos cumplir los mandamientos de amor que Nuestro Señor Jesucristo nos dejó, superando siempre nuestra tendencia natural a la venganza.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reyna de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos, repitamos en la intimidad de cada uno en nuestros corazones, el himno al amor cristiano, que se encuentra en la primera carta a los Corintios, capítulo 13, versículos del 1 al 10, y el 13:

«Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo estruendoso.

Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera una fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso ni busca aparentar, no es orgulloso ni actúa con bajeza, no busca su interés, no se irrita, sino que deja atrás las ofensas y las perdona, nunca se alegra de la injusticia, y siempre se alegra de la verdad. Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca terminará…

Ahora nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza, el amor. Pero la más grande de todas es el amor».

Hermanos: contemplemos ahora a Nuestro Señor Jesucristo a través de un escrito de San Silvano del Monte Athos:

«Hay hombres que desean a sus enemigos y a los enemigos de la Iglesia las penas y tormentos del fuego eterno. Pensando así, dan a entender que no conocen el amor de Dios. Quien tiene el amor y la humildad de Cristo, llora y ora por todo el mundo. Señor, igual que tú has orado por tus enemigos, enséñanos, igualmente, por tu Espíritu a amarlos y a orar con lágrimas por ellos. Pero ¡esto es muy difícil para nosotros, que somos pecadores, si tu gracia no está en nosotros!

Si la gracia del Espíritu Santo habita en el corazón de un hombre, que sea en una ínfima medida, este hombre llora por todos los hombres y se compadece aún más de los que no conocen a Dios o se resisten a él. Ora por ellos día y noche para que se conviertan y reconozcan a Dios.

Cristo oraba así por los que lo crucificaban: “Padre, perdónales, porque no saben lo que se hacen”. Esteban, igualmente, oraba por sus perseguidores para que Dios no les tuviera en cuenta ese pecado. Debemos orar por nuestros enemigos si queremos conservar la gracia, porque el que no se compadece del pecador no tiene en él la gracia del Espíritu Santo. Alabanza y gloria a Dios y a su gran misericordia, porque nos ha concedido, a nosotros que también somos hombres, la gracia del Espíritu Santo».

Hermanos: glorifiquemos al amor de los amores con nuestras acciones cotidianas, amando al prójimo, evitando la violencia, devolviendo bien por mal y evitando todo tipo de venganza. Comprometámonos a ser generosos a través de las limosnas y a rezar por las personas que nos hacen daño.

Busquemos la perfección de amar al enemigo, ya que en esto consiste también la justicia divina. Así, como manifiesta Cromacio de Aquileya, “superemos la ley común del amor humano con la ley del amor evangélico; de modo que no solo mostremos el afecto de nuestro amor hacia los que nos aman, sino también hacia los enemigos y los que nos odian, para que imitemos el ejemplo de la verdadera piedad y bondad paternas”.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.