SÁBADO DE LA SEMANA 6 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA 6 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

FIESTA DE LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO

«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Mt 16, 16.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-19.

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos dicen que Juan Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?»

Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en los cielos! Ahora yo te digo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».

Palabra del Señor.

———–

Cada 22 de febrero y desde el siglo IV, la Iglesia celebra la Cátedra de San Pedro como signo de agradecimiento a Dios por la misión encomendada a San Pedro y a sus sucesores. De esta manera, recordamos que el papa, el Santo Padre, es el representante de Nuestro Señor Jesucristo en la tierra.

Celebramos esta fiesta meditando el texto que se conoce como la “Confesión de Pedro”, que también se ubica en el capítulo 7 de Marcos, versículos del 27 al 30 y en el capítulo 9 de Lucas, versículos 18 al 21.

El evangelio de hoy habla de tres aspectos esenciales: la opinión de la gente respecto a Jesús, la opinión de Pedro respecto de Jesús y la respuesta de Jesús a Pedro.

En la lectura se aprecia que había muchos rumores sobre Jesús, algunos lo señalaron como un antiguo profeta; la gente no tenía una percepción clara sobre su identidad, aunque su fama se había extendido por toda la región.

Ante este panorama, Jesús deseaba conocer de boca de sus propios discípulos, si habían comprendido quién era Él. Pedro, inspirado por Dios Padre y desde el fondo de su corazón reconoce a Jesús como el Mesías, como el Hijo de Dios vivo; y Jesús lo designa como la piedra fundacional de la Iglesia. De esta manera, Pedro, tan frágil como nosotros, se convirtió en el primer papa por la gracia de Dios. Pedro tendrá en la Iglesia una función mediadora central. Contra la Iglesia de Jesús nada podrá hacer el poder de la muerte.

Es importante destacar que, pese a la fragilidad humana de Pedro que se evidenció posteriormente, Nuestro Señor Jesucristo no revoca la misión que le confió a Pedro. Por eso reconocemos que la Iglesia, integrada por hombres y mujeres frágiles, siempre permanecerá firme e inmortal porque Nuestro Señor Jesucristo permanece en ella.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

La pregunta de Jesús a sus apóstoles es también una interpelación para todos nosotros y para toda la humanidad. En la actualidad, veintiún siglos después, la pregunta sigue vigente para todos los cristianos con la finalidad de que demos razón de nuestra fe en Nuestro Señor Jesucristo, y de su proyecto de vida eterna.

La confesión de Pedro es el punto de llegada y, a la vez, el punto de partida para la etapa siguiente de formación espiritual de los apóstoles, porque no basta profesar a Jesús de palabra, hay que profesarlo con las obras de misericordia.

Hermanos: cada uno de nosotros está llamado a responder ¿Quién es Jesús? ¿Seguimos a Jesús de manera decidida?

Las respuestas no deben considerar nuestros conocimientos sobre Él, sino que debemos abrir nuestro corazón al misterio del Amor de los amores, con el fin de llegar, como Pedro, a comprender que Nuestro Señor Jesucristo es la fuente de la misericordia y de la sanación integral de toda la humanidad, que Él es la salvación para todos.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, haz que la voz del Papa Francisco, colmada por tu Santo Espíritu, siga resonando en el mundo para que, en el amor de Nuestro Señor Jesucristo, nos ayude a liberar a la humanidad de toda corrupción.

Amado Jesús, Hijo de Dios vivo, concédenos a través del Espíritu Santo una fe inquebrantable y decidida como la de San Pedro, para que demos testimonio valiente de tu amor en un mundo cada vez más alejado de ti.

Amado Jesús, te rogamos envíes tu Santo Espíritu para que realicemos una profesión de fe que se convierta en un seguimiento firme y cotidiano en nuestras familias, comunidades, centros de estudios y trabajo, y por donde vayamos.

Amado Jesús, que la comprensión de tu mensaje de amor y misericordia nos lleve a la realización de obras de misericordia en favor de nuestros hermanos más necesitados.

Amado Jesús, te suplicamos abras las puertas de tu Reino a los difuntos y protege a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a contemplar tu rostro.

¡Dulce Madre, María!, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: repitamos en nuestro corazón, a plena voz y en nuestro corazón: «Amado Jesús: Tú eres el Mesías de Dios».

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una reflexión de Santa Teresa de Calcuta, narrada por José Luis González-Balado, uno de sus biógrafos:

«En el evangelio de Mateo aparece un diálogo entre Jesús y los apóstoles en el que el Maestro les pregunta: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Pedro, el más locuaz, y en nombre de todos, le responde: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas”. Entonces Jesús les dirigió una pregunta más directa: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Esta vez, con más seguridad, respondió Pedro en nombre de todos: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”.

Teresa de Calcuta estaba plenamente de acuerdo con la respuesta de Pedro. Durante una de sus estancias en la clínica romana Salvator Mundi, donde fue ingresada dos o tres veces a causa de sus problemas de corazón, la madre Teresa reflexionó sobre quién era para ella Jesús de Nazaret. Y, tal vez a petición de alguien o por el deseo de compartir con sus hermanos el fruto de aquella meditación, puso por escrito sus conclusiones. Unas conclusiones que respondían a la pregunta “¿Quién es Jesús para mí?”

Y escribió:

“Para mí, Jesús es el Verbo hecho carne. El Pan de la vida. La víctima sacrificada en la cruz por nuestros pecados. El Sacrificio ofrecido en la santa misa por los pecados del mundo y por los míos propios.

La Palabra, para ser dicha. La Verdad, para ser proclamada. El Camino, para ser recorrido. La luz, para ser encendida. La Vida, para ser vivida. El Amor, para ser amado. La Alegría, para ser compartida. El Sacrificio, para ser dado a otros.

El Pan de Vida, para que sea mi sustento. El Hambriento, para ser alimentado. El Sediento, para ser saciado. El Desnudo, para ser vestido. El Desamparado, para ser recogido. El Enfermo, para ser curado. El Solitario, para ser amado. El Indeseado, para ser querido. El Leproso, para lavar sus heridas. El Mendigo, para darle una sonrisa. El Alcoholizado, para escucharlo. El Deficiente Mental, para protegerlo. El Pequeñín, para abrazarlo. El Ciego, para guiarlo. El Mudo, para hablar por él. El Tullido, para caminar con él. El Drogadicto, para ser comprendido en amistad. La Prostituta, para alejarla del peligro y ser su amiga. El Preso, para ser visitado. El Anciano, para ser atendido.

Para mí, Jesús es mi Dios, Jesús es mi esposo, Jesús es mi vida, Jesús es mi único amor, Jesús es mi todo”».

Queridos hermanos: confesar que Nuestro Señor Jesucristo es el Mesías de Dios, equivale a confesar toda nuestra fe; pues, como manifiesta Cirilo de Alejandría, es confesar que Jesús es Dios, la encarnación de Dios, el crucificado y el resucitado.

Pidamos la intervención del Espíritu para conocer los misterios de amor de Nuestro Señor Jesucristo, y ayudar a que nuestros hermanos lo conozcan también. Hagamos el compromiso de leer, meditar y convertir en acción evangelizadora la Palabra de Dios. Acompañemos este compromiso con la asistencia frecuente a la Santa Eucaristía, a la Adoración Eucarística y no dejemos de rezar el Santo Rosario.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.