LUNES DE LA SEMANA 4 DE CUARESMA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA 4 DE CUARESMA – CICLO A

«Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen». Jn 4, 48.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 4, 43-54

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaria para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: «Un profeta no recibe honores en su propia patria». Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque hablan visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.

Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: «Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen». El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi hijo». Jesús le contesta: «Vuelve a casa, tu hijo vive».

El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Ayer, a la una lo dejó la fiebre». El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

Palabra del Señor.

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El pasaje evangélico de hoy está integrado por la parte final del texto de la conversión de la samaritana y por el texto denominado “Jesús sana al hijo de un funcionario real”.

Al inicio del texto de hoy, Jesús se expresa así: «Un profeta no recibe honores en su propia patria». Dice esto porque después de pasar dos días en Samaria, los samaritanos creen en Él; mientras que antes de ir a Samaria estuvo en Galilea, su patria, donde tuvo poca receptividad.

Por eso, en su regreso de Samaria a Galilea, evita ir a Cafarnaún y va directamente a Caná de Galilea, donde días atrás había convertido el agua en vino en la celebración de una boda.

En Galilea había un funcionario real que tenía a su hijo enfermo; el funcionario, movido por el amor a su hijo y por una incipiente creencia en Jesús, al enterarse que Jesús había llegado a Caná, se desplaza hasta allí y va en busca del Maestro, y le pide que vaya a su casa y cure a su hijo. La respuesta inicial de Jesús es dura: «Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen».

Sin embargo, el funcionario insiste y Jesús le dice: «Vuelve a casa, tu hijo vive». Ante esta respuesta, con una confianza y fe que va creciendo, regresa a su casa y comprueba que su hijo se ha recuperado; este signo hace que el funcionario y su familia se conviertan y crean en Jesús.

En el ámbito de la fe, este texto lo podemos relacionar con los siguientes pasajes:

  • En la sanación del siervo del centurión, en Lucas, capítulo 7, versículos 1 al 10 y en Mateo capítulo 8, versículos 5 al 13, cuando Jesús admirado dijo: “Una fe semejante no la he encontrado ni en Israel”.
  • En la curación de la hemorroísa, en Lucas, capítulo 8, versículos, 40 al 48, cuando Jesús le dice: “Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz”. En el mismo capítulo, en los versículos siguientes, Jesús resucita a la hija del jefe de la sinagoga, diciendo: “No temas; basta que creas y se salvará”.
  • También se relaciona con el texto de la fe de la mujer cananea, en Mateo 15, versículos 21 al 28 y Marcos, capítulo 4, versículos 24-30, cuando Jesús le dice: “Mujer, ¡qué fe tan grande tienes! Que se cumplan tus deseos”.
  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En el texto de hoy, las creencias y la fe del funcionario en Jesús, aunque incipientes, permiten que la gracia transformadora de Jesús actúe sanando. Pero, más allá de los signos y prodigios, basta que confiemos ciegamente en Jesús para que Él nos transforme y sane. Cuando la fe va ganando espacio en nuestros corazones, la gracia divina y el poder transformador de Jesús también lo hace.

Ampliemos nuestros horizontes deseando la realidad última, que es la vida eterna; este anhelo nos ayudará a que Dios nos otorgue los dones que tiene para nuestras vidas. Así mismo, nos acerca a las prodigios y milagros que nuestra realidad actual requiere teniendo como marco el plan divino.

Una reflexión adicional: es difícil creer en Dios hasta el extremo de no pedir nada, hasta el extremo de solo agradecer y alabar a Dios por todo lo que ha hecho en nosotros hasta el día de hoy.

Con estas reflexiones, conviene hacernos algunas preguntas:

  • ¿Cuáles son los signos y prodigios que esperamos para creer firmemente en Jesús? ¿De qué “tamaño” es nuestra fe?
  • ¿Nos acercamos a Jesús solo en los momentos de tribulación?
  • ¿Agradecemos y alabamos diariamente a Dios por todos los dones que hemos recibido?

Que las respuestas a estas interrogantes nos ayuden a incrementar nuestra fe y acercarnos más a Dios.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Señor, creemos, pero aumenta nuestra fe.

Señor, acepta nuestro deseo de acercarnos más a tu corazón misericordioso, y envíanos tu Espíritu Santo para que nos ayude a aumentar nuestra fe en tu bondad, y dar testimonio tuyo a través de nuestras vidas.

Padre eterno, por tu infinita misericordia, líbranos de las epidemias que amenazan la salud de la humanidad.

Padre eterno, te pedimos por todos los que cargan con el peso de la enfermedad, la soledad y la pobreza, para que descubran en nuestra cariñosa cercanía la presencia sanadora y consoladora de Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, otorga tu misericordia a todos los difuntos y admítelos a contemplar la luz de tu rostro. Otorga la protección a los agonizantes para que lleguen a tu reino.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, consuelo de los afligidos, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Nuestro Dios nos dice en Ezequiel, capítulo 36, versículo 27: “Les infundiré mi espíritu y haré que caminen según mis preceptos, y que guarden y cumplan mis mandatos”.

Hermanos: contemplemos a Dios a través la lectura del Catecismo de la Iglesia Católica, entre los puntos 27 y 30:

«El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y solo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar … De múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso … Pero esta “unión íntima y vital con Dios” puede ser olvidada, desconocida e incluso rechazada explícitamente por el hombre. Tales actitudes pueden tener orígenes muy diversos: la rebelión contra el mal en el mundo, la ignorancia o la indiferencia religiosas, los afanes del mundo y de las riquezas, el mal ejemplo de los creyentes, las corrientes de pensamiento hostiles a la religión, y finalmente esa actitud del hombre pecador que, por miedo, se oculta de Dios y huye ante su llamada.

Alégrese el corazón de los que buscan a Dios. Si el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarlo para que viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su voluntad, un corazón recto, y también el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios.

Como dice San Agustín: “Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza: grande es tu poder, y tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, pequeña parte de tu creación, pretende alabarte, precisamente el hombre que, revestido de su condición mortal, lleva en sí el testimonio de su pecado y el testimonio de que tú resistes a los soberbios. A pesar de todo, el hombre, pequeña parte de tu creación, quiere alabarte. Tú mismo lo incitas a ello, haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti”».

Hermanos: unamos nuestro corazón y nuestra mente con el Señor, quien, con su Palabra nos transforma en nuevas personas que cumplen su voluntad, y hagamos el propósito de agradecer y alabar a nuestro Dios por todos los dones recibidos. Hagamos también el propósito de mantenernos vigilantes para no apartarnos nunca de Dios, que es fuente de vida eterna.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.