JUEVES DE LA SEMANA 4 DE CUARESMA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA 4 DE CUARESMA – CICLO A

«El testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado». Jn 5, 36.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 31-47

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí. Ustedes mismos enviaron mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron gozar un instante de su luz.

Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz, ni han visto su rostro, ni su palabra habita en ustedes, porque no creen al que él ha enviado.

Ustedes investigan las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, sin embargo, ¡ustedes no quieren venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, a ustedes yo los conozco y sé que el amor de Dios no está en ustedes. Yo he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me reciben; si otro viene en su propio nombre, a ese si lo van a recibir. ¿Cómo pueden creer ustedes que aceptan gloria unos de otros y no buscan la gloria que viene del único Dios? No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre, hay uno que los acusa: Moisés, en quienes ustedes han puesto su esperanza. Porque si creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no dan fe a sus escritos, ¿cómo darán fe a mis palabras?».

Palabra del Señor.

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El pasaje evangélico de hoy, denominado “El testimonio de Dios legitima a Jesús”, se ubica luego del texto “La autoridad de Jesús”; este último comprende los versículos 16 al 31. Se recomienda leer ambos segmentos para entender la Comunión Trinitaria. Repasemos el versículo 24: «Les aseguro que quien oye mi palabra y cree en aquel que me ha enviado tiene vida eterna y no es sometido a juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida».

En la lectura de hoy se observa que a medida que se incrementan las acusaciones y persecución de los judíos, Jesús responde enumerando tres testigos acerca de su presencia en la humanidad:

  • El primer testigo es Juan el Bautista, a quien se refiere como “la lámpara que ardía y brillaba”.
  • El segundo testigo es Dios Padre que actúa a través de las obras, milagros y prodigios que le ha concedido realizar.
  • El tercer testigo es la Escritura, que a través de Moisés y los profetas dan fe del Mesías.

Pero, los judíos, pese a ello, no lo aceptan porque rechazan el amor de Dios en sus corazones. Los acusadores de Jesús no imaginan que, a quien acusan, será más adelante, su defensor e intercesor misericordioso por excelencia.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Cuando el corazón de una persona ignora y no acepta el amor de Jesús, se inicia la historia personal y colectiva del pecado, tal como ocurre en la parábola del hijo pródigo, en la que el hijo abandona la casa del padre y parte a un país lejano, que simboliza el reino de las tinieblas, y donde pierde todos los dones que había recibido del padre.

En cambio, si acogemos al Señor a través de su Palabra y de las acciones inspiradas por su espíritu, mayor será nuestra unión con Dios. Consideremos que nuestro vínculo con Dios es indisoluble, en todo momento, tanto en los momentos de gozo como en los de tribulación.

En el momento actual, en el que somos testigos de la vulnerabilidad de la humanidad, debemos testimoniar a Nuestro Señor Jesucristo siendo responsables y solidarios. La situación mundial actual demanda de nosotros un firme testimonio cristiano.

En este sentido, conviene hacernos algunas preguntas:

  • ¿Creemos de corazón en Jesús?
  • ¿Somos testigos de Dios realizando nuestras acciones a la luz de la Palabra?
  • ¿La responsabilidad y solidaridad con el prójimo forman parte de nuestro testimonio cristiano?

Que las respuestas a estas preguntas sean provechosas para dar testimonios valientes de la presencia de Dios en nuestros corazones.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

En estos momentos difíciles para la humanidad, oremos con el Papa Francisco:

“Oh, María, tu resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Nosotros nos confiamos a ti, salud de los enfermos, que junto a la cruz te asociaste al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, salvación de todos los pueblos, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que nos diga Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado con nuestros dolores para llevarnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh, Virgen gloriosa y bendita! ¡Amén!”.

Señor Jesucristo, te pedimos que, con el auxilio del Espíritu Santo y a la luz de tu Palabra, podamos ser testigos y dar testimonios verdaderos de tu amor a través de las obras que realicemos en nuestra vida cotidiana, en especial, en estos momentos difíciles para la humanidad.

Que tu palabra quede sellada en nuestros corazones de manera indeleble, para que podamos llevarla a los que están alejados de ti.

Amado Jesús, otorga tu misericordia a todos los difuntos y admítelos a contemplar la luz de tu rostro. Otorga la protección a los agonizantes para que lleguen a tu reino.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, consuelo de los afligidos, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Santísima Trinidad, reconocemos que estamos unidos a ti de manera indisoluble, porque de ti brota el amor, los dones y los frutos del Espíritu, en todo momento, en las alegrías, en las tribulaciones, durante toda nuestra vida. Dios Santo y Eterno, no permitas nunca que nos separemos de ti.

Hermanos: contemplemos a Dios a través la lectura de un escrito de San Gregorio Magno:

«En el momento de la pasión del Señor, los judíos que le perseguían se ensañaron contra él, y los discípulos, asustados, huyeron. Le veían morir en la carne y no podían creer que fuera Dios. Sin embargo, el Hijo, mientras era abatido en la tierra, tenía un testigo en el cielo.

Y el testigo del Hijo es el Padre, del que él mismo habla así en el Evangelio: “También habla a mi favor el Padre, que me envió” (en Jn 5,37). Con toda justicia se le llama testigo, dado que “nadie conoce al Hijo, sino el Padre” (Mt 11,27). El Hijo, por tanto, tenía en el cielo un testigo y un confidente cuando el que le veía morir en la carne no conseguía, precisamente por esto, ver el poder de su divinidad. Los hombres no lo sabían, pero el mediador entre Dios y los hombres sabía que el Padre obraba en unión con él.

Y, tal vez, todo esto se pueda referir también a su cuerpo místico. En efecto, la santa Iglesia soporta las adversidades del presente para conducir esta vida, mediante la gracia divina, al premio eterno. La Iglesia no tiene en cuenta la muerte de su carne, porque aspira a la gloria de su resurrección. Las cosas que sufre son transitorias, y eternas las que espera. No tiene la menor duda sobre estos bienes eternos, porque tiene ya un testimonio seguro de ellos en la gloriosa resurrección de Cristo. De este modo, cuando el pueblo fiel se ve obligado a sufrir por las adversidades, cuando se ve atormentado por la dureza de las pruebas, eleva su espíritu a la esperanza de la gloria que le espera».

Amado Señor, deseo asumir el compromiso de contrastar conscientemente mis acciones cotidianas con tu Palabra; también, de recurrir en forma constante y confiadamente a ti, para renovar mis fuerzas y ser testigo de tu amor.

Nos comprometemos el día de hoy a realizar obras de misericordia en favor de aquellos hermanos que más están siendo golpeados por el virus que está atacando a la humanidad.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.