MIÉRCOLES DE LA SEMANA 4 DE CUARESMA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA 4 DE CUARESMA – CICLO A

SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR

«Aquí está la esclava de Señor; hágase en mí según tu palabra». Lc 1, 38.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntó qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».

Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra, por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios no hay nada imposible».

María contestó: «Aquí está la esclava de Señor; hágase en mí según tu palabra». Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor.

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La Anunciación del Señor se celebra hoy 25 de marzo, nueve meses antes del nacimiento de Jesús en la Noche Buena.

El pasaje de la Anunciación del nacimiento de Jesús se encuentra en el primer capítulo de Lucas, luego del anuncio del nacimiento de Juan el Bautista, y se ubica antes de la visita de la Virgen María a su prima Isabel, que culmina con la oración del Magnificat, que, de los labios de María, revela una maravillosa imagen de Dios.

La anunciación del misterio del Verbo Encarnado es una calara revelación de la Santísima Trinidad y es la manifestación más hermosa de la unión de Dios con la humanidad, ya que Dios asume totalmente nuestra humilde condición humana. Describamos brevemente algunos detalles de la anunciación:

  • El ángel Gabriel, cuyo nombre significa “fuerza de Dios”, es el mensajero de Dios que se presenta ante María, una joven virgen.
  • El ángel le explica a María que concebirá al Hijo de Dios, al que pondrá por nombre Jesús, que en hebreo significa “Dios salva”.
  • Y, sobrepasando toda inteligencia y trascendiendo toda condición humana, el ángel le dice a María que el Espíritu Santo la cubrirá con su sombra.
  • María ofrece a Dios su virginidad y su vida, aceptando la divina propuesta y manteniendo su virginidad, siendo inmaculada por toda la eternidad.

De esta manera, el misterio de la eternidad entra en el tiempo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

El sorprendente y maravilloso milagro de Dios en la Anunciación del Verbo Encarnado, sobrepasa la capacidad de admiración y entendimiento de nuestras mentes y rompe todos los esquemas humanos, ya que Dios siempre prefiere la sencillez alrededor de todo el misterio del Verbo Encarnado. La sencillez es el denominador común en la anunciación, en el nacimiento de Jesús, durante la vida del Redentor, en la Cruz y en la Resurrección.

En el maravilloso momento de la anunciación, María responde con docilidad y aceptación; de esta manera, Nuestra Santísima Madre nos anima a confiar en Dios como ella lo hizo. La pureza de su vida es un ejemplo de lucha contra el pecado y de preparación para el encuentro con Jesús en el momento extremo de nuestras vidas.

En la anunciación del nacimiento de Jesús confluyen el amor misericordioso de Dios Padre por la humanidad y la acción vivificante del Espíritu Santo. Por ello, es importante reconocer que todos los frutos espirituales y materiales que Dios nos brinda son obras del Espíritu Santo, que muchas veces no sabemos reconocer; una muestra extraordinaria de ello ocurre en la Eucaristía, en la conversión del pan y el vino en el cuerpo y la preciosísima sangre de Jesús.

Hermanos, a la luz de la docilidad y aceptación de Nuestra Santísima Madre, corredentora y esplendor de la nueva vida, cada uno de nosotros, en nuestro corazón, respondamos las siguientes preguntas:

  • ¿Tenemos la disponibilidad de María para ser instrumentos de Dios?
  • ¿Invocamos al Espíritu Santo en la realización de nuestras actividades cotidianas?
  • ¿Acudimos a Nuestra Santísima Madre para acercarnos más a Jesús?

Que las respuestas a estas preguntas nos permitan reconocer en nuestra vida cotidiana las manifestaciones divinas de la Santísima Trinidad y de Nuestra Santísima Madre, y podamos responderles con amor, obediencia y agradecimiento.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

En estos momentos difíciles para la humanidad, oremos con el Papa Francisco:

“Oh, María, tu resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Nosotros nos confiamos a ti, salud de los enfermos, que junto a la cruz te asociaste al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, salvación de todos los pueblos, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que nos diga Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado con nuestros dolores para llevarnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh, Virgen gloriosa y bendita! ¡Amén!”.

Padre Eterno, que, en tu infinita misericordia, visitaste a la humanidad a través de la encarnación de tu Hijo amado, haz que, con la fuerza de los dones de tu Santo Espíritu, respondamos con la disposición y docilidad de María para acoger la presencia de tu Hijo.

Padre Eterno, que tu Hijo, el Verbo Encarnado, more en nosotros a través de la Palabra convertida en acción santificadora y que sepamos reconocer al Espíritu Santo en toda circunstancia de nuestras vidas y, de manera especial, en los sacramentos. Renueva en la Iglesia la disponibilidad Mariana para acoger tus mandatos.

Amado Jesús, otorga tu misericordia a todos los difuntos y admítelos a contemplar la luz de tu rostro. Otorga la protección a los agonizantes para que lleguen a tu reino.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, consuelo de los afligidos, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

«He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».

Hermanos: contemplemos a María, detengámonos en su disposición y docilidad para acoger a Dios y aceptar su voluntad.

De la misma manera que María acoge y recibe al Santo Espíritu de Dios, dador de todas los dones y frutos maravillosos; imitemos la docilidad de Nuestra Santísima Madre, dispongamos nuestros corazones para recibir a Jesús en nuestra vida, que sea Él quien reine en nuestros corazones y acciones a través de su Palabra.

Hermanos: contemplemos a Dios a través la lectura de un sermón de Pedro Crisólogo:

«“La virgen se preguntaba qué significaba tal saludo”. La Virgen se detiene a reflexionar, porque responder enseguida es facilonería humana, mientras que reflexionar es, por el contrario, signo de máxima ponderación y de juicio maduro. Por consiguiente, el que no se sorprende de la actitud asumida por la Virgen y no admira su ánimo, ignora en gran medida la grandeza de Dios.

En efecto, mientras que ante Dios se espanta el cielo, tiemblan los ángeles, la criatura no rige, la naturaleza no le sostiene, una muchacha está en condiciones de contener a Dios en su seno, de acogerle, de ofrecerle una morada hospitalaria, a fin de que obtenga la paz en la tierra, la gloria en el cielo, la salvación a cuantos se desesperan, la vida a los muertos, un vínculo de parentesco entre el cielo y la tierra, la unión del mismo Dios con la carne, para recompensarla, por así decirlo, del préstamo de su seno. De este modo se cumple lo que había dicho el Profeta: “Mirad, el don del Señor son los hijos; su gracia, el fruto del vientre”».

Hermanos, que el amor de la Santísima Trinidad y el ejemplo de Nuestra Santísima Madre se manifiesten a través de nosotros, el día de hoy, mediante la realización de obras de misericordia y la meditación de la Palabra.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.