VIERNES DE LA SEMANA 4 DE CUARESMA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA 4 DE CUARESMA – CICLO A

«A mí me conocen, y conocen de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése ustedes no lo conocen; yo lo conozco, porque procedo de Él, y Él me ha enviado». Jn 7, 28-29.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según Juan 7, 1-2. 10. 25-30

En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.

Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es éste al que intentan matar? Pues miren cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que es en realidad el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».

Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, alzó la voz: «A mí me conocen, y conocen de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése ustedes no lo conocen; yo lo conozco, porque procedo de Él, y Él me ha enviado». Entonces intentaban detenerlo; pero nadie se atrevió, porque todavía no había llegado su hora.

Palabra del Señor.

———–

Es importante destacar que antes de la lectura de hoy, en el capítulo 6 de Juan, se narra la multiplicación de los panes en la otra orilla del Tiberíades, la caminata de Jesús por el agua, el discurso eucarístico de Jesús y la profesión de fe de Pedro, texto en el que Jesús señala la presencia de un traidor entre los apóstoles.

En la lectura del evangelio de hoy, Jesús inicialmente decide no recorrer Judea, ya que, las dos veces que había ido a Jerusalén, fue amenazado de muerte por muchos judíos. Por eso, se acercó primero a quienes no lo rechazaban y buscaban a Dios.

A lo largo del capítulo 7, si realizamos una lectura continua de los versículos del 1 al 30, se puede apreciar que Jesús no es reconocido como el Mesías, ni siquiera por sus familiares, quienes le pedían que se presente en la fiesta de los tabernáculos y se dé a conocer a través de milagros y prodigios.

Así mismo, sus seguidores, curiosos y detractores tienen múltiples opiniones acerca de su identidad. Pero, Jesús enfrenta todas las amenazas y enseña abiertamente, señalando claramente que Él es el enviado de Dios. Trataron de detenerlo, pero no pudieron, porque la hora de su gloria llegará en la próxima pascua.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En el texto, Nuestro Señor Jesucristo se sigue enfrentando a las amenazas y a la persecución de las autoridades religiosas que ven en Él una amenaza a su poder y prestigio humano.

En la actualidad, cuántas personas en el mundo enfrentan múltiples peligros a causa de sus convicciones cristianas, incluso de muerte, y muchas de ellas permanecen firmes a las enseñanzas del Maestro.

En este momento, repasemos nuestras vivencias: también nosotros enfrentamos las pretensiones relativistas del mundo actual, que promueve el consumismo, el aborto, la ideología de género y tantas otras cosas que se oponen a la voluntad del Señor. Por ello, conviene preguntarnos:

  • ¿Cómo están nuestras convicciones cristianas en relación con los temas que el mundo actual promueve y cuyos comportamientos son contrarios a la voluntad de Dios?
  • ¿Conozco y tengo los argumentos, basados en la Palabra, para defender nuestra fe?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a prepararnos para defender y mantenernos firmes en la fe.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

En estos momentos difíciles para la humanidad, oremos con el Papa Francisco:

“Oh, María, tu resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Nosotros nos confiamos a ti, salud de los enfermos, que junto a la cruz te asociaste al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, salvación de todos los pueblos, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que nos diga Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado con nuestros dolores para llevarnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh, Virgen gloriosa y bendita! ¡Amén!”.

Amado Jesús, tú que, siendo Dios, soportaste la incomprensión y rechazo de la gente, mientras cumplías la misión que Dios Padre te encomendó, fortalécenos con tu Espíritu Santo para no caer en la tentación de abandonar nuestras convicciones y acciones según tus enseñanzas.

Amado Jesús, que jamás cedamos ante el relativismo moral del mundo actual, ni ante cualquier pretensión del enemigo de la verdad.

Amado Jesús, tú que eres el autor de la vida eterna, acuérdate de los difuntos y dales parte en tu gloriosa resurrección. Otorga también la protección a los agonizantes para que lleguen a tu reino.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reina de los ángeles, consuelo de los afligidos, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos al Rey de Reyes, al Señor de Señores, con parte del salmo 50:

«Crea en mí, oh, Dios, un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso; enseñaré a los rebeldes tus caminos, y los pecadores volverán a Ti».

Hermanos: contemplemos también a Dios a través la lectura de un escrito de Juan Taulero:

«Nuestro Señor dijo: “Subid vosotros a la fiesta, yo no iré por ahora. Vuestro tiempo siempre está dispuesto, mi tiempo no ha llegado todavía” (en Jn 7,6). ¿Cuál es esta fiesta a la que el Señor nos dice que vayamos, cuyo tiempo está siempre dispuesto? La fiesta más alta, la más verdadera y la última de todas es la fiesta de la vida eterna, es decir, la eterna bienaventuranza, donde se da en verdad la presencia de Dios. No se puede celebrar aquí abajo, pero la fiesta de aquí abajo nos permite pregustada, tener una experiencia, en el goce interior, del sentimiento íntimo de la presencia de Dios en el Espíritu.

Éste es el tiempo que es siempre nuestro, el tiempo de buscar a Dios y de tener en nuestro punto de mira su presencia en todas nuestras obras y en nuestra vida, en nuestra voluntad y en nuestro amor. Y así debemos elevamos por encima de nosotros mismos y de todo lo que no es Dios, deseando y amando puramente sólo a él y a nadie más. Éste es el tiempo del que hablaba Jesús cuando dijo: “Vuestro tiempo siempre está dispuesto”. Ahora bien, su tiempo, el tiempo en el que quiere y debe manifestarse, revelarse y mostrarse de una manera abierta, no está siempre dispuesto; ese tiempo debemos dejárselo a él. Sin embargo, no cabe la menor duda de que él está presente allí donde le buscan, porque se ha acercado en secreto a la fiesta. Allí donde está Dios, allí hay fiesta; él no puede dejarla ni renunciar a ella, no puede dejar de estar allí donde, con una intención pura, se le busca sólo a él; debe estar allí necesariamente. Aunque, no obstante, se encuentra siempre de manera oculta.

Pongamos, por consiguiente, todo nuestro empeño en llegar a la verdadera fiesta, donde Dios está amorosamente presente y donde el hombre se siente propiedad de Dios y de nadie más».

En este día, deseamos asumir un compromiso mayor de defensa de nuestras convicciones cristianas, fortaleciendo los argumentos para defender nuestra fe, especialmente, en aquellos temas en los que el mundo promueve conductas contrarias a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Queremos, también, comprometernos a mejorar nuestras defensas espirituales a través de la oración, de una adoración más continua al Santísimo Sacramento del Altar y la Eucaristía.

Nos comprometemos el día de hoy a realizar obras de misericordia en favor de aquellos hermanos que más están siendo golpeados por el virus que está atacando a la humanidad.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.