DOMINGO DE LA SEMANA 5 DE CUARESMA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA 5 DE CUARESMA – CICLO A

«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Jn 11, 25-26.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 1-45

En aquel tiempo, había un hombre enfermo que se llamaba Lázaro, natural de Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro. Las hermanas mandaron a Jesús este mensaje: «Señor, tu amigo está enfermo». Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».

Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea». Los discípulos le replicaron: «Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?». Jesús contestó: «¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz».

Dicho esto, añadió: «Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo». Entonces le dijeron sus discípulos: «Señor, si duerme, se salvará». Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo claramente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de que no hayamos estado allí, para que crean. Y ahora vamos a su casa». Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos «Vamos también nosotros y muramos con él».

Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Él te lo concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: «El Maestro está ahí y te llama». Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él; porque Jesús no había entrado todavía en el pueblo, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano».

Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió profundamente y se estremeció. Después preguntó: «¿Dónde lo han enterrado?». Le contestaron: «Señor, ven a verlo». Y Jesús lloró. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!». Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera este?».

Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cueva tapada con una piedra. Dijo Jesús: «Quiten la piedra». Marta, la hermana del muerto, le dijo: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días». Jesús le dijo: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?». Entonces quitaron la piedra.

Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera».

El muerto salió, con los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo y déjenlo ir». Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Palabra del Señor.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Los momentos actuales representan una oportunidad espiritual para que toda la humanidad medite y contraste sus acciones a la luz de la Palabra. Es la ocasión para que todos tengamos la plena certeza de que, sin Dios, somos la nada absoluta.

Es un tiempo para el amor cristiano, para pedir al cielo vivir con mayor intensidad nuestra fe y ayudar a convertir esta crisis en una bendición. Pidamos al cielo la paz no solo en los momentos de gozo, sino también en las tribulaciones. Aprovechemos este tiempo para fortalecernos espiritualmente y ayudar a que nuestro prójimo también lo haga; fortalezcamos nuestros vínculos familiares.

Queridos hermanos: solo saldremos victoriosos si ponemos en práctica los valores que Jesús nos enseña a cada instante: la solidaridad, la compasión, la bondad, la misericordia, la cooperación; en suma, el amor.

El milagro que meditamos hoy forma parte del conjunto de signos que revelan la identidad divina de Jesús. La resurrección de Lázaro se relaciona directamente con Nuestro Señor Jesucristo, dador de vida; y el don de la vida se presenta como la victoria sobre la muerte, porque Jesús venció a la muerte.

Jesús se identifica plenamente con nuestra condición humana y expresa su dolor ante la muerte con lágrimas.

La vida corporal que Jesús le devuelve a Lázaro es una señal de la verdadera vida que concede a quien cree en Él. Ante este prodigio surge una doble reacción: la fe y la incredulidad. La fe que abre las puertas a la vida, y la incredulidad que las cierra.

Hermanos: meditando la lectura, conviene preguntarnos: ¿Cómo nos acercamos a Dios cuando sentimos dolor? ¿Qué nos quiere decir Dios en la situación actual que enfrenta la humanidad? ¿Cómo la humanidad se puede acercar a Dios en estos momentos?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a recapacitar y reconocer con humildad la fragilidad humana.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

En estos momentos difíciles para la humanidad, oremos de corazón con el Papa Francisco:

“Oh, María, tu resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Nosotros nos confiamos a ti, salud de los enfermos, que junto a la cruz te asociaste al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, salvación de todos los pueblos, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que nos diga Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado con nuestros dolores para llevarnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh, Virgen gloriosa y bendita! ¡Amén!”.

Padre eterno, por tu infinita misericordia, líbranos de las epidemias que amenazan la salud de la humanidad.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá», dice el Señor.

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Cirilo de Alejandría:

«La fe es un gran bien cuando, nacida de un ánimo ardiente, tiene tanta fuerza que salva no sólo al que cree, sino también a los otros. Así sucedió, por ejemplo, en Cafarnaún, cuando el paralítico, enfermo en sus miembros, fue curado por la fe de los que lo llevaban. Así también resucitó Lázaro por la fe de su hermana, a la que dijo el Señor: “¿No te he dicho que, si tienes fe, verás la gloria de Dios?” (en Jn 11,40), como si quisiera decirle: ya que Lázaro ha muerto y no puede creer, suple tú la fe del muerto.

Marta, por ser débil en la fe, había caído en la incredulidad; sin embargo, el Señor no permitió que permaneciera en esa condición. “Es menester -dijo-, en efecto, creer firmemente, a fin de que se vean las cosas que están por encima de la esperanza”. La indecisión del alma es una gran enfermedad y nos priva de los dones de Dios. Por eso, el que se lamentó con ella resucitó, junto con ella, a todo el género humano, a fin de que no venciera el mal de la indecisión.

“Padre, te doy las gracias por haberme escuchado” (Jn 11,41): Cristo da las gracias al Padre no sólo por Lázaro, sino por la vida de todos. Por ser bueno, está de acuerdo con el Padre en querer volver a dar la vida a la naturaleza humana, que, por haber desobedecido, había caído en el estado de corruptibilidad. «Y, dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, sal fuera»» (Jn 11,43). Este grito agudo es nuevo e insólito en Cristo Salvador. En efecto, Dios Padre dice de él: “No gritará ni alzará la voz” (en Is 42,2). ¿Qué diremos, pues, al ver a Cristo levantar la voz, en contra de su costumbre? Vio en este milagro de Lázaro cierto tipo de la resurrección universal del género humano, y lo que sucedió en un hombre sólo estableció que fuera una imagen espléndida de la universal y del todo. Creemos que, cuando venga como juez, habrá un fuerte toque de trompeta para ordenar a los muertos que resuciten».

Hermanos: en este particular momento, pongámonos de rodillas ante Nuestro Señor Jesucristo y meditemos este milagro que nos asegura que quien cree en Jesús, aunque muera, vivirá.

Hermanos: respetemos las disposiciones gubernamentales y eclesiales para cuidar y defender la vida frente a la pandemia que afecta a la humanidad. Así mismo, meditemos los momentos actuales y pidamos al cielo los dones para ser verdaderos seguidores de Dios.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.