LUNES DE LA SEMANA SANTA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA SANTA – CICLO A

María tomó una libra de perfume de nardo, autentico y costoso, le ungió a Jesús los pies y los secó con su cabello. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Jn 12, 3.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según Juan 12, 1-11

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien habla resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, autentico y costoso, le ungió a Jesús los pies y los secó con su cabello. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?». Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa se llevaba lo que iban echando en ella. Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tienen».

Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.

Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

Palabra del Señor.

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Queridos hermanos: agradeciendo, alabando, meditando y orando, pidamos al cielo la fe que transforma. Seamos responsables y solidarios con nuestras familias, con nuestras comunidades, con el país y con la humanidad.

En el texto evangélico de hoy, denominado “Jesús es ungido en Betania”, se ubica también en el capítulo 26 de Mateo, entre los versículos 6 y 13, y en el capítulo 7 de Lucas, entre los versículos 36 y 50. Seis días antes de la pascua, Jesús es ungido por María, hermana de Lázaro.

María, inspirada por el Espíritu y con plena generosidad, realiza la unción trascendiendo toda motivación humana y reconociendo en el Maestro al ungido de Dios. Con una perspectiva totalmente opuesta, Judas Iscariote calcula solamente el valor económico del perfume.

Jesús, aludiendo a su identidad divina y a la trascendencia de sus enseñanzas y misión, señala que la unción es un claro signo de la unción sepultural que realmente no ocurrió en el día de su muerte, ni después, ya que cuando las mujeres iban a ungir su cuerpo, Él ya había resucitado. El perfume que impregna toda la casa es la fragancia de la vida eterna que triunfa sobre la muerte. La fragancia del pastor.

Además, Jesús, al decir “a los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tienen” tiene en cuenta el curso de los acontecimientos que se avecinan.

Sus opositores, ciegos seguidores del deseo de poder humano, buscan ahora no solo matar a Jesús, sino también a Lázaro, con el fin de eliminar al testimonio vivo de uno de los más grandes prodigios que Jesús hizo. El poder de las tinieblas busca a toda costa evitar que más personas se conviertan y sigan a Jesús, pero la fuerza del Santo Espíritu de Dios es invencible para quienes deciden seguir a Dios.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En estos difíciles momentos, reconozcamos el bello rostro de Nuestro Señor Jesucristo en todas las personas que sufren por causa de la pandemia; encontremos a Nuestro Salvador en el rostro y en el esfuerzo de todas las personas que trabajan directa o indirectamente para superar esta crisis.

Cada vez que leemos la Palabra de Dios somos participantes activos de los sucesos que ella narra y el pasaje evangélico de hoy no es la excepción. En este caso, nosotros también estamos invitados a la cena en la casa de Lázaro, para estar con Jesús y escuchar sus enseñanzas, interiorizarlas y llevarlas a la práctica en nuestra vida cotidiana.

En esta Semana Santa, estamos a punto de ser testigos de la acción salvadora de Jesús con su pasión, crucifixión, muerte y resurrección, que son los acontecimientos gloriosos que nos abren las puertas a la vida eterna.

Hermanos: que el ejemplo del amor adorador de María y la lectura de la Palabra, iluminada por el Espíritu Santo, nos ayuden siempre a evitar en nosotros reacciones materialistas y a aceptar la invitación a seguir a Jesús de forma incondicional.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

En estos momentos difíciles para la humanidad, oremos de corazón con el Papa Francisco:

“Oh, María, tu resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Nosotros nos confiamos a ti, salud de los enfermos, que junto a la cruz te asociaste al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, salvación de todos los pueblos, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que nos diga Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado con nuestros dolores para llevarnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh, Virgen gloriosa y bendita! ¡Amén!”.

Gracias Padre eterno por todas las personas que trabajan directa o indirectamente enfrentando la pandemia que azota a la humanidad, otórgales la fortaleza y el gozo de servirte a través de los enfermos y personas indefensas.

Padre eterno: te pedimos que en nuestros momentos de debilidad encontremos aliento en la pasión de tu Hijo Jesús y que el Espíritu Santo nos fortalezca para hacer siempre lo bueno, lo recto y lo verdadero ante ti.

Amado Jesús: tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz, concédenos a todos, la gracia de participar en la vida eterna.

Amado Jesús, te pedimos por todos los moribundos y los difuntos, en especial, por aquellos que han partido o están partiendo de este mundo sin el auxilio espiritual, para que obtengan tu misericordia y tomen parte en tu gloriosa resurrección.

Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo a través de un texto de Ambrosio de Milán:

«Bienaventurado el hombre que comparte el dolor del pobre, que hace suyas sus necesidades y conoce las incomodidades que acarrea el menesteroso. Por otra parte, si es verdad que el Señor sufrió por los pobres, también lo es que no dudó en reprender a Judas cuando éste exclamó, a propósito del ungüento que Maria había vertidos sobre los pies de Cristo: “Se hubiera podido vender por trescientos denarios para repartirlo entre los pobres”.

Los otros apóstoles pensaban también lo mismo, pero el sentimiento era distinto: en Judas hablaba la avaricia, en los otros, la misericordia. Judas entreveía la posibilidad de un robo; los discípulos se preocupaban por dar de comer a los pobres. Ahora bien, Cristo dio una respuesta válida para todos: “¡Dejadla en paz! Esto que ha hecho anticipa el día de mi sepultura. Además, a los pobres los tenéis siempre con vosotros; a mí, en cambio, no siempre me tendréis”.

Así pues, en primer lugar, está la fe y en segundo la misericordia. La misericordia sólo resulta preciosa si va acompañada de la fe; sin la fe es un despojo, sin la fe es insegura: la fe es el fundamento seguro de toda virtud.

Bienaventurado, por tanto, el que piensa en la miseria y en la pobreza de Cristo, que, de rico como era, se hizo pobre por nosotros. Rico en su Reino, pobre en la carne, porque tomó sobre sí esta carne de pobres. No padeció, por consiguiente, en su riqueza, sino en nuestra pobreza.

Intenta, pues, penetrar en el sentido de la pobreza de Cristo, si quieres ser rico. Intenta penetrar en el sentido de su debilidad, si quieres obtener la salvación. Intenta penetrar en el sentido de su cruz, si quieres no avergonzarte de ella; en el sentido de su herida, si quieres sanar las tuyas; en el sentido de su muerte, si quieres ganar la vida eterna; en el sentido de su sepultura, si quieres encontrar la resurrección».

Queridos hermanos, en estos difíciles momentos, acudamos a la misericordia divina a través de la indulgencia plenaria que la Iglesia pone a nuestro alcance y, cuando la crisis pase, hagamos una buena confesión.

Queridos hermanos, sigamos meditando en esta semana la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. En esta meditación, adoremos y proclamemos a Jesús rey de nuestras vidas.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.