SÁBADO SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR – CICLO A

VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA

El ángel habló a las mujeres: «No teman; ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Vengan a ver el sitio donde lo pusieron y vayan aprisa a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán». Este es mi mensaje». Mt 28, 5-7.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 1-10

Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos.

El ángel habló a las mujeres: «No teman; ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Vengan a ver el sitio donde lo pusieron y vayan aprisa a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán». Este es mi mensaje».

Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alégrense». Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengan miedo: avisen a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

Palabra del Señor.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Hoy sábado, en la vigilia de esta noche santa, que es la “madre de todas las vigilias”, estamos llamados a redescubrir el sentido de nuestras vidas y a reconocer humildemente nuestra vulnerabilidad. Es un momento para crecer espiritualmente, haciendo un buen examen de conciencia, debe ser un tiempo de gracia para orar mejor. Pidamos al cielo que Espíritu Santo fortalezca nuestra creatividad para ser mejores cristianos, teniendo muy en cuenta el amor al prójimo.

El pasaje evangélico de hoy, que narra las primeras señales de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, muestra claramente que Jesús no se encuentra normalmente donde nosotros pensamos que está, sino que su resurrección plantea la refundación de la vida humana. Es decir, hay un antes y un después para la humanidad, para cada uno de nosotros; lo cual implica una nueva comprensión de la vida y de Jesucristo.

Hermanos, la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo es el encuentro con la victoria de la vida sobre la muerte que nos abre las puertas a la eternidad; es el encuentro con aquel amor infinito que Jesús nos demostró el viernes santo con su entrega y muerte en la cruz.

Por ello, en estos difíciles momentos para la humanidad, respondamos desde nuestro corazón: ¿tengo deseos de anunciar la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo? Puedo proclamar, sin temor, ¿cómo la presencia de Jesús resucitado está transformando mi vida? ¿Puedo ayudar a que otras personas puedan acercarse a Dios y experimentar a Jesús resucitado?

Que esta meditación, con la gracia de Dios, nos ayude a fortalecer nuestra fe.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

En estos momentos difíciles para la humanidad, oremos de corazón con el Papa Francisco:

“Oh, María, tu resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Nosotros nos confiamos a ti, salud de los enfermos, que junto a la cruz te asociaste al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, salvación de todos los pueblos, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que nos diga Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado con nuestros dolores para llevarnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh, Virgen gloriosa y bendita! ¡Amén!”.

Amado Señor Jesús, rey de reyes, Señor de señores, amor de los amores, envíanos tu Santo Espíritu para que nuestros razonamientos humanos no nos conduzcan al extravío y te reconozcamos resucitado, siempre vivo y presente en medio de nosotros.

Amado Jesús, vencedor inmortal, tú que has vencido a la muerte, destruye en nosotros todo mal para que vivamos siempre en ti y para ti.

Madre Santísima, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: convencidos de que la cruz ha sido transformada por la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo en instrumento de amor y de salvación, contemplemos ya, en esta vigilia, a Jesús resucitado a través de la lectura de una parte del Pregón Pascual:

«Exulten los coros de los ángeles, exulten la asamblea celeste y el himno de gloria. Aclame el triunfo del señor resucitado, alégrese la tierra inundada por la nueva luz.

El esplendor del rey destruyó las tinieblas, destruyó las tinieblas, las tinieblas del mundo.

Que se alegre nuestra madre la iglesia, resplandeciente de la gloria de su Señor, y que en este lugar resuene unánime la aclamación de un pueblo en fiesta».

Hermanos: contemplemos también la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de Melitón de Sardes:

«Muchas predicciones nos dejaron los profetas en torno al misterio de Pascua que es Cristo, a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Por su parte, él, vino desde los cielos a la tierra a causa de los sufrimientos humanos; se revistió de la naturaleza humana en el vientre virginal y apareció como hombre; hizo suyas las pasiones y sufrimientos humanos con su cuerpo sujeto a la pasión, y destruyó las pasiones de la carne, de modo que quien por su espíritu no podía morir acabó con la muerte homicida.

Se vio arrastrado como un cordero y degollado como una oveja, y así nos redimió de idolatrar al mundo, como en otro tiempo libró a los israelitas de Egipto, y nos salvó de la esclavitud diabólica, como en otro tiempo a Israel de la mano del faraón; y marcó nuestras almas con su propio espíritu y los miembros de nuestro cuerpo con su sangre.

Éste es el que cubrió a la muerte de confusión y dejó sumido al demonio en el llanto, como Moisés al faraón. Éste fue el que derrotó a la iniquidad y a la injusticia, como Moisés castigó a Egipto con la esterilidad.

Éste es el que nos sacó de la servidumbre a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la tiranía al recinto eterno, e hizo de nosotros un sacerdocio nuevo y un pueblo elegido y eterno. Él es la Pascua de nuestra salvación.

Éste es el que tuvo que sufrir mucho y en muchas ocasiones: el mismo que fue asesinado en Abel y atado de pies y manos en Isaac; el mismo que peregrinó en Jacob y fue vendido en José; expuesto en Moisés y sacrificado en el cordero; perseguido en David y deshonrado en los profetas.

Éste es el que se encarnó en la Virgen, colgado del madero, sepultado en tierra, y el que, resucitado de entre los muertos, subió al cielo.

Éste es el cordero sin voz; el cordero inmolado; el mismo que nació de María, la hermosa cordera; el mismo que fue arrebatado del rebaño, empujado a la muerte, inmolado de vísperas y sepultado a la noche; el mismo que no fue quebrantado en el leño, ni se descompuso en la tierra; el mismo que resucitó de entre los muertos e hizo que el hombre surgiera desde lo más hondo del sepulcro».

Queridos hermanos en Cristo Jesús: en estos difíciles momentos para la humanidad, anunciemos la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y asumamos el compromiso de ser instrumentos de la paz del Señor, proclamando sus hazañas y ayudando a otras personas a acercarse al mar infinito de su amor y misericordia. Que el Señor nos otorgue la gracia del olvido de nosotros mismos, por amor al prójimo.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.