VIERNES DE LA SEMANA SANTA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA SANTA – CICLO A

«Todo está cumplido». Jn 19, 30.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 18, 1 – 19, 42

+: Sacerdote; C: Cronista; S: Otros personajes.

Prendieron a Jesús y lo ataron

  1. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:

+ «¿A quién buscan?».

  1. Le contestaron:
  2. «A Jesús, el Nazareno».
  3. Les dijo Jesús:

+ «Yo soy».

  1. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

+ «¿A quién buscan?».

  1. Ellos dijeron:
  2. «A Jesús, el Nazareno».
  3. Jesús contestó:

+ «Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan».

  1. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste».

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?».

Llevaron a Jesús primero a Anás

  1. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo».

Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

  1. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?».
  2. Él dijo:
  3. «No lo soy».
  4. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina.

Jesús le contestó:

+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo».

  1. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
  2. «¿Así contestas al sumo sacerdote?».
  3. Jesús respondió:

+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?».

  1. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy

  1. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
  2. «¿No eres tú también de sus discípulos?».
  3. Él lo negó, diciendo:
  4. «No lo soy».
  5. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
  6. «¿No te he visto yo con él en el huerto?».
  7. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.

Mi reino no es de este mundo

  1. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
  2. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?».
  3. Le contestaron:
  4. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos».
  5. Pilato les dijo:
  6. «Llévenselo ustedes y júzguenlo según su propia ley».
  7. Los judíos le dijeron:
  8. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie».
  9. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.

Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

  1. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
  2. Jesús le contestó:

+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?».

  1. Pilato replicó:
  2. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?».
  3. Jesús le contestó:

+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».

  1. Pilato le dijo:
  2. «Conque, ¿tú eres rey?».
  3. Jesús le contestó:

+ «Tu lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».

  1. Pilato le dijo:
  2. «Y, ¿qué es la verdad?».
  3. Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo:
  4. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
  5. Volvieron a gritar:
  6. «A ese no, a Barrabás.»
  7. El tal Barrabás era un bandido.

¡Salve, rey de los judíos!

  1. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color purpura; y, acercándose a él, le decían:
  2. «¡Salve, rey de los judíos!».
  3. Y le daban bofetadas.

Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

  1. «Miren, lo traigo de nuevo, para que sepan que no encuentro en Él culpa alguna».
  2. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
  3. «Aquí está el hombre».
  4. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
  5. «¡Crucifícalo, crucifícalo!».
  6. Pilato les dijo:
  7. «Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en Él».
  8. Los judíos le contestaron:
  9. «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios».
  10. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
  11. «¿De dónde eres tú?».
  12. Pero Jesús no le dio respuesta.

Y Pilato le dijo:

  1. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?».
  2. Jesús le contestó:

+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor».

Fuera, fuera; ¡crucifícalo!

  1. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
  2. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César».
  3. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.

Y dijo Pilato a los judíos:

  1. «Aquí tienen a su rey».
  2. Ellos gritaron:
  3. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!».
  4. Pilato les dijo:
  5. «¿Acaso voy a crucificar a su rey?».
  6. Contestaron los sumos sacerdotes:
  7. «No tenemos más rey que al César».
  8. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Lo crucificaron, y con Él a otros dos

  1. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos».

Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego.

Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

  1. «No escribas «El rey de los judíos», sino: «Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos»».
  2. Pilato les contestó:
  3. «Lo escrito, escrito está».

Se repartieron mis ropas

  1. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
  2. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca».
  3. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica».

Esto hicieron los soldados.

Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre

  1. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, Maria, la de Cleofás, y Maria, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo».

  1. Luego, dijo al discípulo:

+ «Ahí tienes a tu madre».

  1. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Todo está cumplido

  1. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

+ «Tengo sed».

  1. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+ «Todo está cumplido».

  1. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

Y al punto brotó sangre y agua

  1. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron».

Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas

  1. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe.

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra del Señor.

———–

En la lectura del Evangelio de hoy, Viernes Santo, se narra la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, en la cual se pueden distinguir los siguientes pasajes:

  • El arresto de Jesús, con el que se inicia su recorrido salvífico, porque su muerte es garantía de nuestra salvación. Sin su muerte no hay salvación, a eso lo ha enviado el Padre y hacia ese fin se dirige.
  • Jesús es llevado ante Anás, donde es interrogado entre insultos, salivazos y bofetadas.
  • Las negaciones de Pedro en la casa de Caifás.
  • Jesús es llevado ante Pilato, a quien le dice: “Mi reino no es de este mundo”. Pero ni Pilato, ni los sumos sacerdotes pueden entender cuál es la verdad que Jesús proclama encarnar.
  • Jesús es azotado y condenado a muerte.
  • Jesús con la cruz a cuestas es llevado hasta el Gólgota y es crucificado.
  • Los soldados se reparten la ropa de Jesús y se sortearon su túnica.
  • Jesús entrega a su madre María al discípulo amado como madre universal.
  • Jesús muere en la cruz.
  • La lanza de un soldado hizo brotar sangre y agua del costado de Jesús.
  • José de Arimatea vendó el cuerpo de Jesús con aromas y lo puso en el sepulcro.

Bendito y alabado seas amado Jesús, ¡bendito por toda la eternidad!

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

La reflexión, la oración y la acción cristiana son las actitudes que deben primar en estos difíciles momentos que vive la humanidad. Todos estamos llamados a reconocer a Nuestro Señor Jesucristo en todas las personas que sufren por causa del coronavirus. Es un llamado a actuar empleando los dones espirituales y materiales que Dios nos ha otorgado.

Hermanos: hoy viernes santo es el día del amor infinito de Nuestro Señor Jesucristo y de la conversión. Es un día de amor infinito porque desde el palpitante corazón de Jesús podemos oír que nos dice: miren cuanto los he amado, he dado mi vida por ustedes; amen como yo los he amado y los amo.

Hermanos: ¿cómo aceptar sin dolor su pasión? ¿cuál es nuestra actitud delante de un Dios crucificado, pendiente de una cruz?

Viernes Santo es también un día de conversión, un día para que nuestro corazón, desde su más profunda intimidad, respondamos: ¿cómo podemos evitar el amor propio y el orgullo? ¿cómo podemos evitar la murmuración, la poca disposición para la oración y tantas otras cosas que nos alejan de Dios?

¿Qué hacemos por los hermanos que sufre por distintas circunstancias, en especial, por la pandemia? ¿cómo reaccionamos ante el aborto, la falta de respeto a la vida, la corrupción, la ideología de género y tantos otros constructos humanos que ponen el mundo a la deriva? ¿somos indiferentes ante estas circunstancias?

Hermanos muy queridos en Cristo: lo dicho hasta ahora en nuestra meditación debe conducirnos a la humildad, a la caridad, a la paciencia; al servicio, que es el mismo amor, tal como lo demostró Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

En estos momentos difíciles, oremos de corazón con una oración de Kerry Weber, editora ejecutiva de la revista América:

«Jesucristo, tú viajaste por pueblos y aldeas “curando cada enfermedad y dolencia”. A tus órdenes, los enfermos fueron sanados. Ven en nuestra ayuda ahora, en medio de la propagación global del coronavirus, para que podamos experimentar tu amor curativo. Sana a los que están enfermos con el virus. Que puedan recuperar su fuerza y salud a través de una atención médica de calidad.

Cúranos de nuestro miedo que impide que las naciones trabajen juntas y los vecinos se ayuden unos a otros. Cúranos de nuestro orgullo, lo que puede hacernos reclamar invulnerabilidad a una enfermedad que no conoce fronteras.

Jesucristo, sanador de todos, permanece a nuestro lado en este momento de incertidumbre y tristeza. Estate con los que han muerto por el virus. Que descansen contigo en tu paz eterna. Estate con las familias de los que están enfermos o han muerto. Mientras se preocupan y lloran, defiéndelos de la enfermedad y la desesperación. Que conozcan tu paz.

Estate con los médicos, enfermeras, investigadores y todos los profesionales médicos que buscan sanar y ayudar a los afectados y que se ponen en riesgo en el proceso. Que sepan de tu protección y tu paz.

Estate con los líderes de todas las naciones. Bríndales la previsión de actuar con caridad y una verdadera preocupación por el bienestar de las personas a las que deben servir. Dales la sabiduría para invertir en soluciones a largo plazo que nos ayudarán a prepararnos o a prevenir futuros brotes. Que conozcan tu paz mientras trabajan juntos para lograrla en la tierra. Ya sea que estemos en casa o en el extranjero, rodeados de muchas personas que padecen esta enfermedad o de solo unos pocos, Jesucristo, quédate con nosotros mientras aguantamos y lloramos, persistimos y nos preparamos. En lugar de nuestra ansiedad, danos tu paz. ¡Jesucristo, cúranos!».

Madre Santísima, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos la pasión, contemplemos la bendita cruz con la lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses, en el capítulo 2, versículos del 6 al 11:

«Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre».

Queridos hermanos, en estos difíciles momentos para la humanidad, acudamos a la misericordia divina a través de la indulgencia plenaria que la Iglesia pone a nuestro alcance y, cuando la crisis pase, hagamos una buena confesión.

Contemplemos el infinito amor de Nuestro Señor Jesucristo a través de su Pasión y muerte.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.