MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA – CICLO A

«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón» Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Lc 24, 34-35.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a un pueblo llamado Emaús, distante unos once kilómetros de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué es lo que vienen conversando por el camino?».

Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?». Él les preguntó: «¿Qué ha pasado?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a Él no lo vieron».

Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes son ustedes para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?». Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca del pueblo donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le insistieron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque ya atardece y está anocheciendo». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón» Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

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Los hechos narrados en el pasaje evangélico de hoy ocurrieron el mismo día en que Simón Pedro y el otro discípulo entraron al sepulcro y lo encontraron vacío; también, durante el mismo día de la aparición de Jesús a María Magdalena.

En la lectura de hoy se detalla el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús; en este texto se identifican cinco segmentos:

  • En el primero, los discípulos en el camino desde Jerusalén a Emaús se encuentran con Jesús y no lo reconocieron.
  • En el segundo segmento, se ubica el dialogo inicial que tuvieron con Jesús, en el que se mostraron llenos de dudas, sin recobrar la calma espiritual y emocional después de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
  • En el tercero, Jesús los reprende y les explica todo lo que se refiere a Él en las Escrituras; pero, aun así, no lo reconocen.
  • En el cuarto segmento, los discípulos de Emaús dan el paso trascendente desde sus dudas hasta la fe, cuando reconocieron a Jesús en el momento en que Él tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se los dio.
  • En el quinto segmento, cuando Jesús desaparece, los discípulos deciden regresar a Jerusalén para dar testimonio de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En el pasaje evangélico del día de hoy, los discípulos de Emaús son probados por Jesús porque necesitan reconstruir sus creencias y es Jesús, quien, a través de la Palabra, les va devolviendo la fe.

En la conducta de ellos se refleja nuestro comportamiento cuando nos invade el cansancio, la desilusión y tomamos o estamos a punto de tomar decisiones que pueden ahondar más nuestra situación de desaliento. Por ello, es necesario que, en nuestro camino de la vida y especialmente en este tiempo, aceptemos la compañía de Jesús para comprender su Palabra y convertirla en acción.

En este sentido, será muy importante responder: ¿recurrimos a Jesús cuando experimentamos el desaliento en nuestras vidas? ¿leemos la Palabra con el fin de conocer más a Nuestro Señor Jesucristo?

Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a conocer más y reconocer a Jesús resucitado y comportarnos como Él quiere.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

En estos momentos, oremos de corazón con el Papa Francisco:

«Oh, María, tu resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Nosotros nos confiamos a ti, salud de los enfermos, que junto a la cruz te asociaste al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, salvación de todos los pueblos, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que nos diga Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado con nuestros dolores para llevarnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh, Virgen gloriosa y bendita! ¡Amén!».

Amado Jesús, ven a caminar con nosotros a lo largo de nuestras vidas, acompáñanos con tu amor y misericordia; infúndenos tu Santo Espíritu para que tu Palabra inspire nuestras acciones diarias, porque solo tú tienes palabras de vida eterna.

Amado Jesús, que los enfermos, los moribundos y todos los que sufren encuentren consuelo y alivio en tu gloriosa resurrección.

Amado Jesús, tú, que hiciste pasar a la humanidad entera de la muerte a la vida, concede el don de la vida eterna a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, en especial a aquellos que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo resucitado con un escrito de Bruno Chenu:

«Cristo Jesús, el camino está delante de nosotros, tortuoso e incierto. Es difícil pasar la página cuando un acontecimiento nos hace reaccionar; nos gustaría que durase el entusiasmo. Pero tenemos que aprender el trabajo del duelo, volver a él y sobre él.

Seremos dichosos si no estamos solos en nuestro caminar y podemos conversar con un compañero de camino. La soledad puede ser una prueba demasiado pesada en el tiempo del individuo-rey. Intercambiar palabras nos alivia y hace más familiar el camino. Creemos ser dos, cuando deberíamos creer que somos tres, porque tú jamás estás ausente en nuestros encuentros, estás en todos nuestros diálogos para abrirlos a la realidad. Tú eres la Palabra que está en el origen de toda palabra. Ven Señor Jesús, a mezclarte en nuestro encuentro, a obligarnos a discernir el acontecimiento, a profundizar en el significado de lo que nos pasa, a dar impulso a nuestras vidas.

Creemos haberte comprendido. Nos falta la clave de tu venida y de tu acompañamiento para poner orden en nuestra memoria, interpretar la historia pasada y presente, y dejar que la Palabra haga arder nuestras vidas. Tu Palabra no ha surgido por pura novedad; ha sido grabada con buril gracias a siglos de fe y de espera por los más pequeños de entre los pueblos. Está inscrita en una sucesión de gestos proféticos cuidadosos de la grandeza de Dios y de la dignidad del hombre.

Pero tú eres más que un profeta entre otros, más que un Mesías que cristaliza la esperanza de una nación. Tú vienes de Dios y vuelves a Dios atravesando el espesor de la condición humana, hasta llegar a una muerte ignominiosa que no ha podido retenerte entre sus manos heladas.

En la profundidad de nuestra noche, la noticia de tu resurrección nos ha deslumbrado; tú estás vivo y toda vida encuentra en ti su fuente y su realización, su sentido y su fecundidad».

Queridos hermanos: anunciemos la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y seamos instrumentos de la paz del Señor en las alegrías y tribulaciones.

Renovemos nuestro propósito de encontrar y escuchar al Señor a través de su Palabra diaria, también, a través de nuestros hermanos y, de manera especial, en la Eucaristía en la que Jesús está presente y realmente vivo, aunque por ahora tengamos que presenciarla virtualmente.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.