LUNES DE LA SEMANA 2 DE PASCUA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA 2 DE PASCUA – CICLO A

«El que no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios… El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu». Jn 3, 5 y 8.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 1-8

Había un fariseo llamado Nicodemo, magistrado judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él». Jesús le contestó: «Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios». Nicodemo le pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?».

Jesús le contestó: «Te lo aseguro, el que no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: «Tenéis que nacer de nuevo»; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».

Palabra del Señor.

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El texto de hoy narra una parte de la valiosa conversación de Jesús con Nicodemo, que era un importante personaje entre los judíos, que se encontraba entre los más piadosos y sinceros, aunque no llagaba a comprender lo que Jesús predicaba y hacía.

En la conversación, Nicodemo reconoce a Jesús como enviado de Dios y desea conocer más sobre Él y su Palabra; pero no comprende las expresiones de Jesús y trata de entenderlas a través de su propio esquema intelectual y del catecismo del pasado, no tiene fe, solo opiniones. No comprende que la acción del Espíritu Santo transforma y permite conocer a Jesús, su Palabra y a Dios Padre por medio de Él.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En el diálogo con Nicodemo, Jesús expresa que, para lograr un cambio radical con el fin de seguirle, es necesario estar dispuestos a romper nuestros esquemas personales y humanos, y a acoger al Espíritu Santo; es decir, hay que “nacer de nuevo” en el Espíritu, nacer de lo alto.

En el mundo actual, muchos somos como Nicodemo, piadosos y sinceros, pero aceptamos solo las ideas y creencias que están de acuerdo con nuestros esquemas mentales, y rechazamos todo aquello que no calza dentro de dichos esquemas y de nuestra cómoda rutina. Nos negamos a ampliar nuestros horizontes espirituales.

Entonces, tenemos que dejar que el Espíritu Santo actúe en nosotros y, así, admitir totalmente la diferencia entre la carne y el espíritu. Debemos tener el valor de asumir el desafío de profundizar en nuestra fe en Jesús, de dejar nuestras propias certezas y seguridades, y luego proclamar a los cuatro vientos: ¡Nací de nuevo!

Tengamos en cuenta que una de las características del Espíritu es la verdadera libertad. Empecemos con la oración y el silencio, buscando la quietud y la paz del corazón.

Hermanos, en los difíciles momentos actuales, con una actitud de recogimiento y con la plena conciencia de que la acción del Espíritu Santo es más poderosa que cualquier sentimiento humano, respondamos: ¿Cuáles son obstáculos que nos impiden acoger al Espíritu Santo, tal como lo señala Nuestro Señor Jesucristo?

Hermanos, que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a todos, a la humanidad entera, a renovar nuestras vidas aceptando la presencia transformadora del Espíritu Santo y vivamos de acuerdo con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Este es un momento crucial para que la humanidad vuelva sus ojos y acciones a Dios.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Dirijámonos al Señor de los Milagros con una oración de la Conferencia Episcopal Peruana:

«Señor de los Milagros, Padre que creaste al hombre con un soplo paternal, Hijo que salvaste al hombre, en el altar de la cruz, Espíritu Santo que iluminas y llamas a la conversión; mira con piedad a tu pueblo y perdónalo en tu bondad, sálvalo de la enfermedad y de la muerte, con tu poder celestial.

Señor de los Milagros, fuente de nuestra unidad, Tú que sosiegas la tierra y ordenas que el mar se calme, te imploramos humildemente, por María, tu Madre y Madre nuestra, detén esta pandemia que aflige a la humanidad, envía a San Miguel Arcángel, Príncipe Celestial, para proteger a tu pueblo de las asechanzas del mal.

Señor de los Milagros, esperanza y alegría de los pueblos del mundo, mira a tus hijos que claman tu ayuda y tu misericordia, escucha el llanto de los niños, de los ancianos y enfermos, protege como siempre lo has hecho, a quien te implora de verdad, a quien a Ti se dirige con fe, confianza y entrega total, perdónale sus pecados y líbralo de este peligro mortal. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén».

Amado Jesús, con plena disposición a seguirte, te pedimos que el Espíritu Santo nos transforme, nos haga nacer de nuevo y nos convierta en dignos discípulos tuyos para proclamar tu amor y tu Palabra a través de nuestras vidas.

Amado Jesús, fortalece el espíritu y el corazón de los misioneros y fortalece las vocaciones de quienes desean entregar su vida a proclamar el evangelio a toda la humanidad.

Amado Jesús, te pedimos por quienes rigen los destinos de las naciones, para que cumplan su misión con espíritu de justicia y con amor, para que haya paz, salud y concordia entre los pueblos.

Amado Jesús, que podamos celebrar tu santa resurrección con tus ángeles y tus santos, y que nuestros hermanos difuntos, que encomendamos a tu misericordia, se alegren también en tu reino.

Madre Celestial, Madre de la Divina Gracia, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos al Espíritu Santo con la Secuencia de Pentecostés:

«Ven Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo, Padre amoroso del pobre; don en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus Siete Dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén».

Queridos hermanos: dispongamos nuestro corazón para lanzarnos a la aventura del Espíritu Santo, e invoquémosle siempre en nuestras oraciones de alabanza, de agradecimiento y de petición. En estos momentos difíciles para nosotros y la humanidad, pidamos al Espíritu Santo su ánimo, consejo, auxilio y guía para no apartarnos de los caminos de Nuestro Señor Jesucristo. Oremos para que la humanidad renazca en el Espíritu.

Una de las maneras es empezar a orar con oraciones cortas, como la oración del corazón. Digamos y repitamos muchas veces al día: “Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí porque soy un pecador” o, simplemente: “Misericordia Señor, misericordia”. También podemos emplear oraciones dirigidas a Nuestra Santísima Madre, como el Ave María.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.