MIÉRCOLES DE LA SEMANA 2 DE PASCUA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA 2 DE PASCUA – CICLO A

«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de Él». Jn 3, 16-17.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 16-21

Dijo Jesús: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de Él. El que cree en Él, no es condenado, por el contrario, el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra mal, detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».

Palabra del Señor.

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El texto de hoy forma parte del diálogo de Jesús con Nicodemo, que meditamos los dos días anteriores.

Si bien en la lectura de hoy se entretejen expresiones de Jesús, vivencias de los testigos que lo seguían y comentarios del evangelista; el texto expresa todo el amor y la ternura de Dios Padre, que se revela a través de su hijo, Nuestro Señor Jesucristo.

Así mismo, expresa de manera contundente que el comportamiento humano puede estar seducido por las tinieblas o inspirado por la luz de Nuestro Señor Jesucristo; además, señal las consecuencias eternas de las conductas humanas.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

El Evangelio de San Juan nos habla acerca del infinito amor de Dios hacia la humanidad. El objetivo fundamental de este amor es que todo aquel que crea en Jesús, se transforme por su amor y tenga vida eterna.

Este amor infinito es eterno, nace en Belén y se despliega con toda su magnificencia en la pasión, crucifixión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Para participar de este amor, es necesario creer; por ello, Jesús señala que es necesaria una regeneración basada en la fe.

Nuestro Señor Jesucristo no viene a juzgar sino a perdonar nuestros pecados y llevarnos a la vida eterna mediante la luz de su Palabra; por ello, busquemos siempre esa luz redentora en las palabras de Jesús, alejándonos y rechazando todas las propuestas que provienen de las tinieblas.

Meditemos también con un extracto de la homilía del papa Francisco, del 27 de marzo: «Señor, … no es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: “Que todos sean uno” (Jn 17,21).»

Queridos hermanos, desde la intimidad de nuestro corazón, respondamos las siguientes preguntas: ¿somos conscientes del amor que Dios Padre nos tiene, al enviar a su Hijo único a morir en una cruz y luego resucitar? ¿Es la Palabra de Dios fuente de vida para nosotros, especialmente, en los difíciles momentos actuales?

Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos impulsen a pedir la gracia al cielo, de reconocer y vivir el infinito amor que Dios nos tiene.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, tú conoces las necesidades de cada persona y de la humanidad entera, asístenos en esta hora difícil. Te rogamos otorgues la salud a los enfermos, y la paz y tranquilidad a todos los pueblos del mundo.

Padre eterno, envía tu Santo Espíritu y renueva la faz de la tierra, regenera el espíritu de los pueblos para que volvamos los ojos a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, dejando de lado todas las conductas mundanas que te ofenden.

Padre eterno, haz que tu Santo Espíritu nos ilumine con su luz para discernir, conocer y saber cómo pensar, como obrar y actuar según tu Palabra.

Amado Jesús, te rogamos, recibas a nuestros hermanos difuntos que esperaron tu venida en la fe y en el amor.

Madre Celestial, Madre de la Divina Gracia, Madre del amor hermoso, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Amado Jesús, en tu encarnación te hiciste uno de nosotros y por tu pasión, muerte y resurrección nos haces hijos del Padre Celestial, con esta santa liberación y libres de todo temor, nos consagramos a tu santa voluntad y servicio.

Amado Jesús, que la luz de tu Santo Espíritu nos ilumine para ayudar a nuestros hermanos más necesitados y que todos juntos seamos Iglesia santificada por tu sangre preciosa y, así, amado Señor, la creación entera te alabe y te bendiga ahora y por siempre, aun en medio de las dificultades.

Contemplemos a Dios con un texto de fray Juan Tauler:

«Ningún concepto puede expresar adecuadamente a Dios pues su excelencia trasciende toda forma, toda esencia, toda bondad. Es más excelso que toda altura, y todas las criaturas se encuentran por debajo de Él como una pura nada frente a un ser perfecto.

Dios es puro Ser; está en todo ser y no obstante no es ninguno entre ellos. Cuando Dios quiso crear todo el universo, no tenía ante sí sino la nada. De eso sólo creó el “algo”, es decir, todas las cosas, sacándolas de la nada.

En todo lo que es bueno, está Dios; las cosas son y son buenas por Él, en cuanto que Dios está en ellas. Dios fluye en sí mismo en su inefable Deidad, en la Trinidad de sus Personas que poseen la misma y única Divinidad».

Queridos hermanos, busquemos cada día de nuestras vidas la santa presencia del Espíritu Santo para que nos ilumine y conduzca en todas nuestras actividades diarias. También, no dejemos nunca de asistir a la Santa Eucaristía, aunque sea virtualmente, hasta que podamos reencontrarnos en el templo. Y no dejemos de orar.

Tengamos presente, como dice San Agustín, lo siguiente: «Él declara que las obras del que viene a la luz están hechas por Dios, porque entiende que su justificación no se debe a méritos propios, sino a la gracia divina».

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.