JUEVES DE LA SEMANA 5 DE PASCUA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA 5 DE PASCUA – CICLO A

SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LA EVANGELIZACIÓN

«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador». Lc 1, 46-47.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-47

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor». María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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Hoy en la Arquidiócesis de Lima se celebra la Solemnidad de Nuestra Señora de la Evangelización. Desde el inicio de la Iglesia que peregrina en Lima, Perú, la gloriosa intercesión de la Virgen María y su presencia entre sus hijos se ha mantenido firme hasta nuestros días.

Como un signo patente de ello, la imagen de la Virgen de la Evangelización ha acompañado y presidido la oración del Pueblo de Dios desde la Catedral de Lima. Desde PAX TV elevamos nuestras oraciones a Nuestra Santísima Madre, medianera de todas las gracias, para pedir por el cese de la pandemia y por el bienestar de todos ustedes y de la humanidad entera.

Celebramos esta hermosa solemnidad con la meditación de un momento grandioso y una de las primeras manifestaciones de Jesús en nuestro mundo a través del vientre de María: el encuentro de dos madres y de los dos hijos que ambas llevaban en sus senos.

En la Visitación, Nuestra Santísima Madre, que llevaba en su vientre bendito a Jesús, Redentor del mundo, acude a bendecir a Juan Bautista que se encontraba en el vientre de su prima Santa Isabel.

El saludo de María, lleno de ternura, hace que Juan Bautista, salte de alegría dentro del vientre de su madre Isabel, quien queda llena del Espíritu Santo. La plenitud del Salvador, aún en el vientre de Nuestra Santísima Madre, desborda bendiciones y gracias para la humanidad.

Tiempo atrás, Zacarías había sido profetizado por un ángel que el hijo que le iba a nacer sería santificado desde el seno materno. Las palabras de Isabel son también palabras de alabanza a María que surgen de la revelación que ella recibe en ese momento.

En la Visitación, Isabel y María son las primeras en reconocer y experimentar el gozo de la presencia viva de Dios entre nosotros. Y luego María proclama la grandeza del Señor con el cántico del Magnificat (capítulo 1, versículos del 46 al 56) que, por inspiración del Espíritu Santo, es uno de los cantos más hermosos de la Sagrada Escritura, donde María proclama la grandeza, la sabiduría y la misericordia de Dios.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

De corazón, digamos a nuestra Santísima Madre la hermosa respuesta que el Espíritu Santo inspiró a Isabel: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Proclamamos nosotros las grandezas del Señor? ¿Evangelizamos con nuestras vidas? ¿Experimentamos el gozo de la presencia del Señor en nuestras vidas?

Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a descubrir la alegría de los que ponen continuamente su confianza en el Señor.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, Dios nuestro, que colmaste a la Virgen María con los dones del Espíritu Santo mientras oraba con los apóstoles; concédenos a cuantos la celebramos bajo el título de Nuestra Señora de la Evangelización, que, movidos por ese mismo Espíritu, perseveremos unánimes en la oración, y fervientes en la caridad, anunciemos a los hermanos la Buena Nueva de la Salvación.

Madre Santísima, Madre del Redentor, ayúdanos a descubrir la alegría de los que ponen continuamente su confianza en el Señor y, así, podamos también nosotros proclamar la grandeza del Señor.

Amado Jesús misericordioso, muéstrate compasivo con todos los difuntos de todo tiempo y lugar, y admítelos en la asamblea de tus santos.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestra Santísima Madre la Virgen María, detengámonos en su confianza, disposición y docilidad para acoger a Dios y aceptar su voluntad con un escrito del Grupo de Dombes:

«La visitación es la escena del contagio de la alegría y del don del Espíritu Santo. Apenas ha recibido el mensaje del ángel, María parte apresurada a visitar a su pariente y a vivir con ella una efusión inaugural del Espíritu profético. Su partida es también una respuesta de su fe a la gracia. Cuando Isabel recibe el saludo de María, el movimiento de su hijo, Juan Bautista, es un salto de alegría, un estremecimiento de bienaventuranza. La primera voz humana que profetiza en el Nuevo Testamento es una voz de mujer, del mismo modo que también las mujeres serán las primeras mensajeras de la resurrección.

La palabra profética de Isabel es, en primer lugar, una bendición. María es objeto de una bendición especial entre todas las mujeres, la bendición que hace de ella la madre del Mesías, del Bendito por excelencia.

Isabel realiza también, por su parte, un acto de fe, puesto que ve ya en la madre de Jesús a la madre de su Señor. A continuación, profiere la primera bienaventuranza, la de su fe: María es bienaventurada porque creyó que se convertiría en la madre del Mesías».

De la misma manera que Nuestra Santísima Madre acoge y recibe al Santo Espíritu Santo, imitemos también nosotros su docilidad y dispongamos nuestros corazones para recibir a Jesús en nuestras vidas, que sea Él quien reine en nuestros corazones y acciones.

Hermanos, que el amor de la Santísima Trinidad y el ejemplo de Nuestra Santísima Madre se manifiesten a través de nosotros, realizando obras de misericordia, meditando la Palabra y evangelizando con nuestras vidas. No olvidemos rezar el Santo Rosario.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.