LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA IX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
MEMORIA OBLIGATORIA DE SANTOS CARLOS LWANGA Y COMPAÑEROS MÁRTIRES
«No es un Dios de muertos, sino de vivos». Mc 12, 27.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 18-27
Se le acercan unos saduceos, esos que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano.
Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer».
Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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Hoy se conmemora a Carlos Lwanga y compañeros mártires de Uganda. Carlos Lwanga, José Mkasa, junto a 20 compañeros, fueron martirizados entre los años 1885 y 1887 en Uganda por haber conformado la sociedad de los Misioneros de África, que se encargó de la evangelización de ese continente durante el siglo XIX.
El 3 de junio de 1886 doce de ellos fueron quemados vivos junto a otros 20 anglicanos porque se negaron a renunciar a su fe. Los otros 10 mártires fueron descuartizados.
El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús predica sobre la resurrección”, se encuentra también en el capítulo 22 de Mateo, versículos 23 al 33 y en el capítulo 20 de Lucas, versículos 27 al 40.
Ayer meditamos cómo los fariseos y herodianos querían hacer caer a Jesús con la pregunta sobre si debían o no pagar los tributos. Hoy le toca el turno a los saduceos, quienes solo reconocían los cinco primeros libros de la Biblia y ahora intentan ridiculizar la creencia en la resurrección de los muertos proponiendo un caso paradójico, que linda con lo absurdo. Pero, Jesús les advierte de su error al interpretar las Escrituras, pues se guían más por sus propios intereses que por los de Dios. Jesús interpreta la resurrección, no como una continuación de la vida mortal, que era la tesis farisea, sino como un estado de vida angelical en plenitud con Dios.
La controversia termina con una catequesis sobre el gran valor del matrimonio y una profesión de fe sobre la vida, que evoca al Éxodo capítulo 3, versículos 6 y 15 y prefigura el triunfo de Jesús sobre la muerte. Optar por el Dios de la Vida y por la vida del pueblo es un imperativo cristiano.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
Siempre flota en el ambiente la pregunta: ¿qué hay después de la vida? Ante esta curiosidad, el mundo ensaya respuestas que buscan anclarnos a los sentidos y a los bienes terrenales. Pero Nuestro Señor Jesucristo es la Vida; las promesas que Él cumplió son la garantía más firme para el cumplimiento de la promesa de la vida eterna.
Cromacio de Aquileya afirma: «Nuestro Dios “no es un Dios de muertos sino de vivos”. En efecto, para Él viven Abrahán, Isaac y Jacob. Conforme al cuerpo ya estaban muertos, pero se les llama vivos, porque, en virtud del mérito de su fe y justicia, vivían para Dios».
Por ello, si nosotros vivimos fieles a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, estaremos vivos después de la muerte.
Hermanos, cada vez que rezamos el Credo decimos: “creo en la resurrección de los muertos y la vida eterna” ¿Cómo ponemos de manifiesto esta creencia en nuestra vida? ¿Agradecemos diariamente a Dios por el don de la vida?
Que las respuestas a estas preguntas nos permitan ser agradecidos por el don de la vida y hacer de ella una existencia hermosa para nosotros y los demás.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Señor, Dios nuestro, tú que haces que la sangre de los mártires se convierta en semilla de nuevos cristianos; concédenos que el campo de tu Iglesia, fecundo por la sangre de san Carlos Lwanga y compañeros, produzca continuamente, para gloria tuya, abundante cosecha de cristianos.
Gracias Señor por el don de la vida, gracias infinitas por tu bondad y misericordia. Enséñanos, Señor a saborear la aventura de vivir a tu lado, no permitas que jamás nos separemos de ti.
Amado Jesús, autor de la Vida, que eres la Vida misma, otorga el beneficio de la vida eterna a todos los difuntos de todo tiempo y lugar. Muestra Señor tu amor y misericordia con ellos y para con la humanidad.
Madre Santísima: intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Bruno Maggioni:
«La reflexión griega busca la razón de la inmortalidad en el hombre mismo: en el hombre hay un elemento espiritual, incorruptible, capaz, por su propia naturaleza, de sobrevivir al cuerpo corruptible. Esto constituye una segunda diferencia respecto al pensamiento, que prefiere, como hemos visto, buscar la razón de la vida en la fidelidad de Dios.
Frente a esta mentalidad pagana, que corría el peligro de traicionar en lo más profundo la enseñanza de Jesús y la esperanza que él nos había traído, el evangelista se preocupa, ante todo, de apartar un posible equivoco. Explica que la “resurrección” no significa, de ninguna manera, una prolongación de la existencia actual. La resurrección no es la reanimación de un cadáver. Es un salto cualitativo. Por eso precisamente distingue con cuidado la vida futura de la presente. Los griegos tienen profundamente razón al mostrarse insatisfechos con esta existencia y con sus limitaciones; no tendría ningún sentido volver a esta vida y prolongarla.
Por tanto, hay que hablar de una nueva existencia. Pero en esta nueva existencia es todo el hombre el que entra, no solamente el espíritu. El evangelio habla de “resurrección”, no de inmortalidad. La comunidad cristiana pone la solidez de las palabras de Jesús por encima de la cultura de los griegos. No busca la razón de la resurrección en los elementos del hombre, sino que la hace remontar a la fe en el Dios vivo. La promesa de Dios nos asegura que toda la realidad de la persona entra en una vida nueva y que, precisamente porque entra en esa vida nueva, dicha realidad queda transformada. Esto es lo que intenta decirnos Marcos. Se trata de una esperanza que Jesús defendió contra las opiniones de los rabinos y de los saduceos (opiniones diversas entre sí, pero igualmente prisioneras de un concepto erróneo de la resurrección) y que Marcos, a su vez, se preocupa de recordar y defender. Es un dato que viene de la fe y que debe preceder a las culturas que el hombre elabora.
Nos gustaría terminar citando una sabia afirmación de H. Menoud: “Hoy, para evitar las equivocaciones y permanecer al mismo tiempo fieles a las enseñanzas del Nuevo Testamento, habría que hablar de la resurrección de la persona. De todas formas, tanto si se habla de la resurrección del cuerpo o de la resurrección de la persona, lo que importa subrayar es esto: la finalidad de la redención en Jesucristo no es la salvación de un elemento – por ejemplo, la parte «espiritual»- del ser humano, sino la salvación de la persona humana en su totalidad”».
Queridos hermanos, hagamos el compromiso de pensar diariamente en la bienaventurada vida que nos espera si somos fieles a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, incorporemos en nuestro corazón el gesto diario y espontáneo de agradecimiento a Dios por el don de la vida y la realización de obras de misericordia espirituales y/o corporales.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.