DOMINGO DE LA SEMANA 10 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA 10 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tenga vida eterna. Jn 3, 16.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 16-18

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él. El que cree en él no será condenado; por el contrario, el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Palabra del Señor.

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Hoy celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad, el hermoso misterio de amor de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo.

Dios Padre es el autor de todas las maravillas de la creación, Él se reconcilió con nosotros y nos liberó.

Dios Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, que vive desde antes de la creación del mundo, fue quien llevó adelante la reconciliación pagando con su vida el rescate de nuestras almas.

El Espíritu Santo es el defensor que nos envía Dios Padre, a petición de Jesús, que nos da la vida, nos libera, nos fortalece y nos permite comprender los misterios de Dios, trino y uno.

Luego de la Ascensión de Jesús, desde el día de Pentecostés y hasta el fin de los tiempos, el Espíritu Santo continuará la acción amorosa y misericordiosa que inició Nuestro Señor Jesucristo, como enviado de Dios Padre.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

San Efrén el sirio, en el Himno a la Trinidad, nos dice:

«Toma como símbolos el sol para el Padre; para el Hijo, la luz, y para el Espíritu Santo, el calor. Aunque sea un solo ser, es una trinidad lo que se percibe en él. Captar al inexplicable ¿quién lo puede hacer? … ¡gran misterio y maravilla manifestada!».

Hermanos: La Santísima Trinidad, tres personas un solo Dios, es la más excelsa comunidad de amor que se nos revela, precisamente, a través de una de las maravillosas personas que la integran: el Espíritu Santo.

Donde está Jesús, está Dios Padre y está el Espíritu Santo; las tres personas son inseparables. Por eso Jesús dice en el evangelio de San Juan, capítulo 14, versículo 23: “Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y haremos morada en él”.

A cada instante, se manifiesta la acción plena de la Santísima Trinidad en la humanidad. Dispongamos nuestros corazones para invocar su presencia en nosotros.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico del día de hoy, respondamos: ¿Cómo ejercitamos nuestro amor a la Santísima Trinidad?

Que las respuestas a esta pregunta sean de utilidad para comprender, con la ayuda del Espíritu Santo, el misterio de amor que encierra la Santísima Trinidad.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, que, al enviar al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación, revelaste a los hombres tu admirable misterio, concédenos, al profesar la fe verdadera, reconocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar la Unidad en su poder y grandeza

Padre eterno: acompáñanos con tu amor providente para que podamos amar y cuidar la creación, y compartir con todas las personas los bienes que gratuitamente nos diste.

Amado Jesús: Hijo de Dios Padre, Redentor nuestro, que pagaste con tu vida el rescate pecado de toda la humanidad, de las garras del pecado, haz que se cumpla en nosotros tu obra de salvación.

Espíritu Santo: Espíritu de la verdad, enriquece nuestra vida y al mundo con tus dones para que toda la humanidad conozca y anuncie el amor con el que Nuestro Señor Jesucristo nos amó y nos ama.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reyna de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos ahora a la Santísima Trinidad a través de un escrito de San Atanasio:

«La Escritura dice que el Padre es fuente y luz: Me han abandonado a mí, la fuente de agua viva. Sin embargo, al Hijo, en relación con la fuente, se le llama río, pues el manantial de Días, según el salmo, “va lleno de gua”. En relación con la luz, el Hijo es llamado el resplandor de su gloría. Por lo tanto, el Padre es luz, el Hijo su resplandor, y en el Hijo somos iluminados por el Espíritu: “Dios os da – dice san Pablo – un Espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo”. Pero cuando somos iluminados, es Cristo quien nos ilumina en él, ya que la Escritura dice: “Era la luz verdadera que ilumina a todo hombre en este mundo”.

Además, si el Padre es la fuente y al Hijo se le llama río, se nos dice que nosotros bebemos del Espíritu: Todos hemos bebido de un único Espíritu. Pero, habiendo bebido del Espíritu, bebemos también de Cristo “porque ellos bebieron de una roca espiritual que los seguía, y esta roca era Cristo”.

El Padre es el único sabio, el Hijo es su sabiduría, pues Cristo es la fuerza y la sabiduría de Dios. Ahora bien, al recibir el Espíritu de sabiduría poseemos al Hijo y adquirimos la sabiduría en él. El Hijo dice: “Yo soy la vida”, pero también que estamos vivificados por el Espíritu. Cuando somos vivificados por el Espíritu, Cristo es nuestra vida: “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. El misterio de Dios no se nos entrega a nuestro espíritu a través de discursos elocuentes, sino en la fe y en la oración reverente».

Hermanos: glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas, amando al prójimo, en especial, al que tiene más necesidades espirituales y materiales. Invoquemos la luz del Espíritu Santo para que la palabra y la Santa Eucaristía sean el alimento que fortalezca nuestro seguimiento a Jesús, el Verbo encarnado.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

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