MARTES DE LA SEMANA XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Ánimo, soy yo, no tengan miedo». Mt 14, 27.

MEMORIA OBLIGATORIA DE SAN JUAN BAUTISTA MARÍA VIANNEY, EL SANTO CURA DE ARS

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 14, 22-36

En aquel tiempo, Jesús en seguida mandó a sus discípulos a que subieran a la barca y pasar antes que él hacia la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después de despedirla, subió él solo al monte a orar.

Al anochecer, todavía estaba allí solo. La barca se encontraba a buena distancia de la costa, sacudida por las olas, porque tenía viento en contra. Ya muy entrada la noche, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el mar. Ellos, viéndolo caminar sobre el mar, comenzaron a temblar y dijeron «Es un fantasma». Y gritaban de miedo. Pero, Jesús les dijo: «Ánimo, soy yo, no tengan miedo».

Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir por el agua hacia ti». Jesús le dijo: «Ven». Pedro saltó de la barca y comenzó a caminar por el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir el fuerte viento, tuvo miedo, entonces empezó a hundirse y gritó: «¡Señor, sálvame!». Al momento, Jesús extendió la mano y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?».

Cuando subieron a la barca, el viento se calmó. Los de la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

“Me postré consciente de mi nada, y me levanté sacerdote para siempre”, Santo Cura de Ars.

San Juan Bautista María Vianney nació en Dardilly, en Francia, el 8 de mayo de 1786. Durante su infancia estalló la Revolución Francesa que persiguió ferozmente a la religión católica. Nació de una madre profundamente religiosa; de la que recibió la santa fe, aprendiendo a amar a Dios y a rezar. Desde temprana edad amó a Nuestra Santísima Madre. Su alma fue arrebatada de forma sobrenatural hacia las cosas más elevadas, respondiendo a su vocación. Tuvo que luchar contra muchos obstáculos y contradicciones. Su espíritu de profunda fe lo sostuvo en todas estas batallas, especialmente, como confesor infatigable.

El 4 de agosto de 1859 pasó a recibir su premio en la eternidad. El 3 de octubre de 1874, Juan Bautista María Vianney fue proclamado Venerable por Pío IX y el 8 de enero de 1905, fue inscrito entre los Beatos. El Papa Pío X lo propuso como modelo para el clero.

El pasaje evangélico de hoy, que relata los acontecimientos ocurridos después del milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, también se encuentra en el capítulo 6 de Marcos, versículos 45 al 52 y en el capítulo 6 de Juan, versículos 16 al 21.

En el texto, la barca simboliza la Iglesia, cuyos discípulos son enviados por Jesús a anunciar la Buena Nueva con el viento en contra.

Jesús no fue con los discípulos. Ellos debían aprender a enfrentarse a las dificultades, unidos y fortalecidos por la fe que Jesús les transmitió. El contraste es enorme: Jesús en paz junto a Dios Padre rezando en lo alto del monte, y los discípulos confundidos y temerosos abajo, en el mar tempestuoso.

En medio de la oración, Jesús percibe que sus discípulos tenían problemas en la travesía y se acerca a ellos caminando sobre el agua, los anima y los calma.

El pasaje también destaca el entusiasmo y la flaqueza de Pedro, quien, sabiendo que es Jesús, desea experimentar el poder que domina la naturaleza. Jesús permite que él participe de ese poder. Pero Pedro tiene miedo. Piensa que se hunde y grita: «¡Señor, sálvame!», Jesús lo ayuda y lo reprende: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?». Luego Jesús sube a la barca. Los discípulos asombrados reconocen la autoridad de Jesús y su identidad divina.

Pedro tiene más fuerza de lo que se imagina, pero tiene miedo ante el fuerte viento y no cree en el poder de Dios que existe en él. Muchas veces, la Iglesia y las comunidades que la integran no creen en la fuerza del Espíritu que existe en ellas, y que actúa mediante la fe. No se dan cuenta que esa es la fuerza de la resurrección.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Este es uno de los pasajes evangélicos que mejor ilustra, por una parte, la situación de la Iglesia en su histórico caminar en medio de la dificultad y la tribulación. Y, por otra parte, destaca el acompañamiento permanente de Nuestro Señor Jesucristo resucitado a la Iglesia, con la firme promesa de su presencia (Mateo 28, 20): «Yo estaré con ustedes siempre, hasta el final del mundo».

Hermanos: el más grande, grave y verdadero problema de la humanidad, de muchas comunidades y de nosotros, es que no nos postramos ante Nuestro Señor Jesucristo y le decimos con todas nuestras fuerzas, y de corazón: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios».

Muchas veces somos presas fáciles del temor frente a la incertidumbre, y la angustia nos paraliza. Aprendamos de todos aquellos enfermos que acudieron a Nuestro Señor Jesucristo, sin miedo y con fe.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, conviene preguntarnos: ¿Actuamos con fe en las tempestades de nuestras vidas? ¿Reconocemos la presencia permanente de Jesús?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que Nuestro Señor Jesucristo nos acompaña siempre en nuestras travesías cotidianas y es el Señor de lo imposible.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Santo Cura de Ars, tú conoces el deseo de mi alma. Quiero servir a Dios de mejor manera. De Él he recibido muchas buenas cosas. Por eso te pido que intercedas por mí para ser valiente y obtener, especialmente, una profunda fe. Patrón de los sacerdotes, ruega por nosotros y por todos los sacerdotes.

Amado Jesús, nos postramos humildemente ante tus pies y renovamos nuestro seguimiento a tus enseñanzas: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios». Haznos capaces de acoger con fe todo lo que nos enseñas a cada instante a través de nuestras vivencias cotidianas.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, sostennos y cúranos con la fuerza de tus dones a fin de que en nuestras vidas se manifieste el poder del amor de la Santísima Trinidad.

Amado Jesús, tú que estás sentado a la derecha de Dios Padre, alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos difuntos.

Madre Santísima, Reina de los ángeles, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Ermes Ronchi:

«Evangelio de miedo, Evangelio de gritos. Evangelio humanísimo. Primero Jesús está ausente, después aparece como un fantasma; a continuación, como una mano firme que te coge. Un ‘crescendo’ de fe. Tres experiencias de Dios dentro de una liturgia cósmica, de olas, de viento, de noche, de violencia.

Se trata de nuestra liturgia existencial, de la historia de nuestros días, de nuestros miedos y de los milagros invocados. Y de los hundimientos y de manos que te atrapan.

“Ya al final de la noche”, sólo tras una larga noche de lucha viene Jesús hacia los suyos. Y nosotros querríamos que viniera enseguida, a las primeras señales de fatiga, a los primeros signos de peligro. ¿Tal vez estamos abandonados? ¿Es posible que los discípulos estén abandonados a sí mismos?

No. No pidamos milagros al Señor, sino energías para la noche; la barca avanza no por calma del viento, sino por el prodigio de los remeros que no se rinden porque saben que al final de la noche está el Señor, como resurrección, como pacificación, como atracadero.

Quiero dar las gracias a Pedro por su humanísima oscilación entre la fe y la duda: “¡Señor, ayúdame!”. Porque toda duda puede ser redimida, incluso sólo por una plegaria, gritada en la noche, o en la tempestad, o en el viento. Porque el problema no es Dios; somos nosotros y nuestra corta fe.

El milagro no sirve para creer: sirve el encuentro con el Señor, sentir su mano. Porque el milagro primero no es la tempestad calmada; el milagro es la fuerza para continuar remando en medio de la borrasca, con el viento en contra, escrutando lo que falta para que acabe la noche».

Queridos hermanos: hagamos un examen de conciencia e identifiquemos las necesidades que nos impulsan a seguir a Jesús. Dispongamos nuestro corazón para seguir a Nuestro Señor Jesucristo en toda nuestra vida, en los buenos momentos y en las tribulaciones, reconociendo su amor y misericordia, pidiendo al cielo el don de la fe, y renovando nuestras fuerzas a través de los santos sacramentos. Recemos siempre por los sacerdotes del mundo entero.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.