VIERNES DE LA SEMANA XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga» Mt 16, 24.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 24-28

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto al Hijo del hombre llegar en su reino».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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El pasaje evangélico de hoy, referido a las condiciones del discipulado, se ubica luego de la confesión y primado de Pedro y del primer anuncio de su pasión y resurrección que hizo Jesús.

De acuerdo con la lectura, el discípulo no se pertenece, le pertenece a Nuestro Señor Jesucristo. Debe cargar su cruz con todo lo que ello pueda significar: una enfermedad, problemas familiares, laborales o sufrimientos de cualquier tipo.

Aun en medio de todas las dificultades, el discípulo debe anunciar y testimoniar con valentía el Evangelio, sin ninguna alianza que no sea con Nuestro Señor. Es la radicalidad del seguimiento.

Finalmente, en el texto, Jesús señala a los presentes, que algunos de ellos no probarán la muerte sin antes haber visto al Hijo del hombre llegar en su reino.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Tengamos presente que los discípulos de Jesús lo dejaron todo y lo siguieron. Iban detrás de Él compartiendo todas las experiencias propias de la misión de Nuestro Señor Jesucristo.

Conforme iba pasando el tiempo, este seguimiento físico iba convirtiéndose en un seguimiento espiritual que transformó sus vidas, aun cuando en los momentos cercanos a la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, muchos de ellos lo abandonaron.

El seguimiento a Jesús, a pesar de la fragilidad humana, debe ser radical. Jesús nos invita a la radicalidad del seguimiento: el que quiera seguirlo, debe cargar con su cruz.

Negarse a sí mismo, significa renunciar a ser el centro de uno mismo, colocando en ese lugar a Nuestro Señor Jesucristo. Cargar con la cruz, significa seguir a Jesús en medio de las dificultades que se pueden presentar, recordando que Él cargó con el madero y murió crucificado en la cruz.

En este sentido, cargar la cruz y seguir a Jesús es una decisión de ganancia plena. Y Nuestro Señor Jesucristo recompensará a cada uno según su conducta.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, respondamos: ¿Cómo es mi seguimiento a Jesús? ¿Cargo con mi cruz cotidiana en mi seguimiento a Jesús?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a purificar nuestro seguimiento cristiano.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, Hijo de Dios vivo, concédenos a través del Espíritu Santo la fortaleza para seguirte en medio de las dificultades que se nos presentan día a día y de las oposiciones del mundo a tu amor. Llena nuestras almas de paz y de alegría en medio de las tribulaciones.

Amado Jesús, tú que generaste las más hermosas respuestas de seguimiento de tus discípulos, despierta las vocaciones de seguimiento radical que están, especialmente, en los jóvenes.

Amado Jesús, te pedimos por el Santo Padre, los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, para que te sigan siempre, a pesar de las fatigas y contrariedades que se presentan en sus ministerios.

Santísima Trinidad, te pedimos por los dirigentes políticos, para que busquen la justicia y no intereses individuales o partidarios, concédeles la gracia de la Sabiduría para que puedan guiar al mundo hacía la justicia y la paz.

Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan tu divina misericordia.

Madre Santísima, Reina de la paz, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una reflexión de Santa Teresa de Calcuta, narrada por José Luis González-Balado:

«Durante una de sus estancias en la clínica romana Salvator Mundi, donde fue ingresada dos o tres veces a causa de sus problemas de corazón, la madre Teresa reflexionó sobre quién era para ella Jesús de Nazaret. Y, tal vez a petición de alguien o por el deseo de compartir con sus hermanos el fruto de aquella meditación, puso por escrito sus conclusiones. Unas conclusiones que respondían a la pregunta “¿Quién es Jesús para mí?”

Y escribió:

“Para mí, Jesús es el Verbo hecho carne. El Pan de la vida. La víctima sacrificada en la cruz por nuestros pecados. El Sacrificio ofrecido en la santa misa por los pecados del mundo y por los míos propios.

La Palabra, para ser dicha. La Verdad, para ser proclamada. El Camino, para ser recorrido. La luz, para ser encendida. La Vida, para ser vivida. El Amor, para ser amado. La Alegría, para ser compartida. El Sacrificio, para ser dado a otros.

El Pan de Vida, para que sea mi sustento. El Hambriento, para ser alimentado. El Sediento, para ser saciado. El Desnudo, para ser vestido. El Desamparado, para ser recogido. El Enfermo, para ser curado. El Solitario, para ser amado. El Indeseado, para ser querido. El Leproso, para lavar sus heridas. El Mendigo, para darle una sonrisa. El Alcoholizado, para escucharlo. El Deficiente Mental, para protegerlo. El Pequeñín, para abrazarlo. El Ciego, para guiarlo. El Mudo, para hablar por él. El Tullido, para caminar con él. El Drogadicto, para ser comprendido en amistad. La Prostituta, para alejarla del peligro y ser su amiga. El Preso, para ser visitado. El Anciano, para ser atendido.

Para mí, Jesús es mi Dios, Jesús es mi esposo, Jesús es mi vida, Jesús es mi único amor, Jesús es mi todo”».

Queridos hermanos: oremos el día de hoy para que la Santísima Trinidad purifique nuestro seguimiento cristiano.

Comprometámonos a seguir a Nuestro Señor Jesucristo cargando nuestra cruz y realizando obras de misericordia en medio de las dificultades que se nos presentan y enfrentando con valentía las ideologías de muerte que el mundo propone.

Hagámoslo sin quejas, sin rebeldías, sin iras, comprendiendo con el amor de Dios a las demás personas; recordando que cualquier sufrimiento que se nos presente, es una fuente de gracias divinas. Mantengámonos vigilantes para no caer en las tentaciones que nos propone el mundo.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.