LUNES DE LA SEMANA XIX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XIX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

FIESTA DE SAN LORENZO, DIÁCONO Y MÁRTIR

«El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará» Jn 12, 26.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 24-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a San Lorenzo diácono que soportó su martirio por amor a Nuestro Señor Jesucristo, revelando con su sacrificio el poder transformador de la fe cristiana, en la que los pobres materiales y espirituales son la opción fundamental de la acción de la Iglesia.

Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma, es decir, uno de los siete hombres de confianza del papa. Su oficio era de gran responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres.

En el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa Misa en un cementerio de Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del emperador. Cuatro días después fue martirizado su diácono San Lorenzo.

Nuestro Señor Jesucristo, con la semejanza del grano de trigo durante el proceso de germinación, señala que, para dar fruto, hay que morir a uno mismo.

No hay nadie que no se ame a sí mismo, pero siempre se debe poner a Dios en primer lugar, buscando el amor con rectitud, tal como San Lorenzo diácono y mártir.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

El servicio a Nuestro Señor Jesucristo es un camino que lleva a la gloria. San Agustín decía: “Imitar a Cristo en el servicio de nuestros semejantes, es otro modo de servirle a Él”.

Y es Nuestro Señor Jesucristo quien nos invita a servirle y a seguirle, para llegar a ser, no solo sus servidores, sino sus amigos y hermanos. El texto de hoy tiene una vinculación evangélica con el pasaje ubicado también en Juan, capítulo 15, versículos 13 al 16, en el que Jesús nos dice: «Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no les llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a ustedes los llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre se lo he dado a conocer».

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, respondamos: ¿Cómo servimos a Nuestro Señor Jesucristo en nuestra vida diaria?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a purificar nuestro servicio y seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

San Lorenzo mártir, tú que estabas convencido de que el poder de Jesús es superior a cualquier sufrimiento, intercede ante la Santísima Trinidad para que nos otorgue la gracia de poner a Nuestro Señor Jesucristo en el primer lugar de nuestras vidas, ¡siempre!

San Lorenzo, diácono y mártir, ruega por los diáconos servidores del pueblo de Dios.

Amado Jesús, tú que generaste la más hermosa respuesta de seguimiento de San Lorenzo mártir, despierta las vocaciones de seguimiento radical en todos, sea cual sea el estado de nuestras vidas.

Amado Jesús, te pedimos por el Papa Francisco, por los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, para que, a pesar de las fatigas y contrariedades que se presentan en sus ministerios, no desmayen nunca en llevar la Palabra a todos los confines de la tierra.

Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todos los moribundos y todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.

Virgen María, Madre de la Iglesia y Reina de los Apóstoles, ruega por los ministros del Señor. Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo a través de San Lorenzo, con un texto del papa emérito Benedicto XVI:

«El perfume agradable corresponde, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, a la dimensión estrictamente constitutiva de la teología del sacrificio. En Pablo, es expresión de una vida que se ha vuelto pura, de la que no se desprende ya el mal olor de la mentira y de la corrupción, de la descomposición de la muerte, sino el soplo refrescante de la vida y del amor, la atmósfera que es conforme a Dios y sana a los hombres.

La imagen del perfume agradable está unida también a la del hacerse pan: el mártir se ha vuelto como Cristo; su vida se ha convertido en don. De él no procede el veneno de la descomposición del ser vivo por el poder de la muerte; de él emana la fuerza de la vida: edifica vida, del mismo modo que el buen pan nos hace vivir. Su entrega en el cuerpo de Cristo ha vencido el poder de la muerte: el mártir vive y da vida precisamente con su muerte y, de este modo, entra él mismo en el misterio eucarístico. El mártir es fuente de fe.

La representación más popular de esta teología eucarística del martirio la encontramos en el relato de san Lorenzo sobre la parrilla, que ya desde tiempos remotos fue considerado como la imagen de la existencia cristiana: las angustias y las penas de la vida pueden convertirse en ese fuego purificador que lentamente nos va transformando, de suerte que nuestra vida llegue a ser don para Dios y para los hombres».

Queridos hermanos: comprometámonos a servir a Nuestro Señor Jesucristo en nuestras actividades cotidianas, en nuestra familia, trabajo, comunidad y por donde vayamos; hagámoslo de manera especial a través de nuestros hermanos más necesitados espiritual y materialmente.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.