LUNES DE LA SEMANA XXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN BARTOLOMÉ, APÓSTOL

«Yo les aseguro: verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre» Jn 1, 51.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

1.   Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 45-51

Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret». Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?». Felipe le contestó: «Ven y verás».

Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí viene un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?». Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y, añadió: «Yo les aseguro: verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos al apóstol San Bartolomé con la meditación del encuentro de Jesús con Natanael, a quien la tradición de la Iglesia identifica con San Bartolomé.

San Bartolomé, hermano de Felipe, proclamó la Palabra de Dios en la India y Armenia, donde convirtió a mucha gente. Los enemigos del cristianismo lo martirizaron quitándole la piel y cortándole la cabeza.

El pasaje evangélico de hoy, referido a la vocación de Felipe y Natanael, se ubica en el marco del texto que detalla el llamado de Jesús a sus primeros discípulos que también se encuentra en el capítulo 1 de Marcos, versículos 16 al 20 y en el capítulo 5 de Lucas, versículos 1 al 11. El encuentro de Jesús con Natanael se produce después de que Jesús llamó a Andrés, a su hermano Simón Pedro y a Felipe.

Este encuentro resalta el llamado de Jesús a Natanael y la profesión de fe de Natanael con la expresión: «Rabí (maestro), tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús vio en Natanael sinceridad, vio un corazón sin engaño.

Adicionalmente, es importante destacar los tres rasgos más importantes del pasaje evangélico: primero, la iniciativa de todo llamado en la Iglesia es de Jesús. Segundo, el testimonio de los discípulos es fecundo; los recién llamados, llaman a su vez a otros mediante su testimonio de fe. La fe en Jesús contagia, no puede confinarse ni encerrarse. Y, tercero, el gozo ante el descubrimiento de Jesús como el Mesías de Dios que llena el corazón de los apóstoles se manifiesta en la alegre invitación a otros hermanos.

2.   Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Así como a Natanael, Jesús nos llama a todos a salir de debajo de la higuera, a apartarnos de toda costumbre mundana, para seguirle y purificar nuestras almas.

El llamado de Jesús es claro y elocuente, pero muchas veces no lo distinguimos y dejamos que sea acallado por el ruido de las ideologías, conductas y modas que el rey de la mentira promueve y trata de imponer en el mundo.

El amor, la misericordia y la luz de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo son cautivadoras y nos plantean seriamente la opción a seguirle de manera radical, sea cual sea el estado de nuestras vidas.

La promesa de Jesús a Natanael sigue vigente en la actualidad, si seguimos a Nuestro Señor Jesucristo. Él, que es el Rey de reyes, el Señor de señores, quien nos promete señales de su divinidad en esta vida y nos ofrece la vida eterna como premio a un seguimiento verdadero y fiel.

Haciendo silencio en nuestro corazón, respondamos: ¿Somos capaces de hacer una profesión de fe reconociendo a Nuestro Señor Jesucristo como dueño y señor de nuestras vidas?

Que las respuestas a esta pregunta nos permitan reconocer el llamado amoroso e incesante de Nuestro Señor Jesucristo y nos ayude ser fieles seguidores suyos.

¡Jesús nos ama!

3.   Oración

Padre eterno, fortalece en nosotros aquella fe con la que San Bartolomé apóstol confesó y siguió a tu amado Hijo, y concede a la Iglesia ser sacramento de salvación para toda la humanidad.

Amado Jesús, te suplicamos nos otorgues la sinceridad y rectitud de corazón para reconocerte a través de nuestros hermanos más necesitados y acogerte cuando te acerques a nosotros.

Espíritu Santo derrama tu santa luz para que todos los pueblos acojan las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y, abriendo su corazón al verdadero amor, decidan creer en Él.

Espíritu Santo, padre amoroso del pobre, envíanos tus santos dones para ser reflejo de la humildad y bondad de Nuestro Señor Jesucristo.

Santísima Trinidad, haz que los sacerdotes y consagrados sean fieles a la misión de llevar la Palabra y tu misericordia a todo el mundo.

Amado Jesús, imploramos tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden la vida eterna.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reina de los apóstoles, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.

4.   Contemplación y acción

Hermanos contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un comentario de San Juan Crisóstomo:

«¿Qué pruebas tienes, Felipe, qué signo nos das? Es peligroso dar fe de cosas tan grandes de una manera irracional. ¿Qué pruebas tienes, por tanto? Felipe no dice nada, pero lleva a Natanael a Jesús sabiendo que, una vez que hubiera experimentado la fascinación de su palabra y de su doctrina, ya no se habría de separar de él.

Considerad ahora la sabiduría y la humildad de Natanael. No dijo de inmediato: “He aprendido en los Profetas que el Mesías debe venir de Belén; tú dices, sin embargo, que viene de Nazaret; en consecuencia, éste no es el Mesías”. ¿Qué hizo en cambio? Fue a Jesús, revelando el intenso deseo que tenía de la venida de Cristo. Sin embargo, Felipe, por su parte, también se muestra muy discreto. No se irrita ni muestra signos de impaciencia, sino que insiste en querer conducir a su interlocutor a Jesús, demostrando desde el comienzo una constancia verdaderamente apostólica.

Natanael reconoció en Jesús al verdadero Cristo. ¿Qué hizo entonces? Llegó a la confesión pública de su fe: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel” (Jn 1,49). ¿Veis cómo su alma se siente invadida de pronto por la alegría y la adhesión a Jesús que denotan sus palabras?

Tú eres -dice- el que esperábamos y buscábamos. ¿No ves cómo se queda sorprendido y maravillado, cómo exulta? También nosotros debemos alegramos así, ya que se nos ha considerado dignos de conocer al Hijo de Dios. Y alegrarnos no sólo en el corazón, sino hacer que se manifieste nuestra alegría también en nuestras acciones. ¿No veis que cuando alguien recibe en su casa a un amigo lo hace todo con alegría, corriendo de aquí para allí agradecido al huésped?

Manifestemos, por consiguiente, nuestra alegría, porque Cristo ha venido entre nosotros. Muestra que le amas mientras conversa contigo. Considera lo bien dispuesto que está él hacia ti: ha venido por ti, ha dado su vida por ti».

Queridos hermanos: que el ejemplo de Natanael nos sea útil para confesar a Nuestro Señor Jesucristo, no solo con palabras, sino con nuestras vidas.

Hagamos el compromiso de permanecer cerca de Jesús a través de la lectura y meditación diaria de su Palabra, mediante la Santa Eucaristía, la Adoración al Santísimo Sacramento, la oración frecuente, y la realización de obras de misericordia.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.