LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA XXII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
«Porque yo, el Señor, amo la justicia, detesto lo que se arrebata injustamente» Is. 61, 8.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 31-37
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Ellos se quedaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio impuro, y se puso a gritar con fuerza: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Jesús le increpó: «¡Cállate y sal de este hombre!». El demonio salió de él, arrojándolo al suelo sin hacerle ningún daño. Todos quedaron asombrados y comentaban entre sí: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus impuros, y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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El pasaje evangélico de hoy se ubica después del texto en el que Jesús citó los versículos 1 y 2 del capítulo 61, del profeta Isaías, iniciando la nueva creación, a los nuevos tiempos de salvación.
En el texto de hoy, después de la visita a Nazaret, Jesús emprende su actividad para hacer realidad el anuncio que había hecho en la sinagoga. Asume su condición de profeta y pastor itinerante, y se dirige a Cafarnaún.
Las enseñanzas y exorcismos dan testimonio de la autoridad divina que acompaña a las palabras de Nuestro Señor Jesucristo. La lectura da cuenta de la admiración de la gente por la forma en la que Jesús enseña, y de un enfrentamiento verbal entre Jesús y un espíritu impuro, en el que se cumple lo que el profeta Isaías señaló: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, y para proclamar el año de gracia del Señor”.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
Nuestro Señor Jesucristo devuelve a las personas la libertad y la dignidad de hijos de Dios y lo hace con el poder de su Palabra y la acción del Espíritu Santo. Nuestro Redentor tiene el poder para expulsar, de cualquier persona, a los espíritus del mal que lo alejan de los caminos de Dios.
En la actualidad, algunos poderes del mal poseen gran influencia sobre la humanidad: el consumismo, la soberbia, la búsqueda de honores humanos, la ideología de género, la búsqueda de la destrucción de la familia, el aborto, la corrupción en la gestión pública y privada, el rechazo abierto a Dios, entre muchos otros.
Frente a esta realidad, Nuestro Señor Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Él es el único que vence al mal y es a quien debemos recurrir, no solo para nuestra propia liberación, sino también para ayudar a nuestros hermanos que están alejados de Dios, a acercarse al amor misericordioso de la Santísima Trinidad.
Si los espíritus impuros, que personifican al enemigo de Dios y de todos nosotros, obedecen a Jesús, con mayor razón, nosotros deberíamos seguir las enseñanzas y obedecer a Nuestro Señor Jesucristo.
Tengamos presente que nuestra fortaleza nos viene del Espíritu de Dios. Él nos da fortaleza para vencer el mal y para liberarnos de él. El demonio anda suelto, “como león rugiendo, buscando a quien devorar. Resístanlo fuertes en la fe” (1Pe 5.8-9).
Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Dejamos confiadamente que Nuestro Señor Jesucristo nos libere de nuestras ataduras? ¿Cuál es la fuente de mi palabra?
Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a escuchar, obedecer y seguir las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, a comprender que la palabra tiene autoridad cuando nace de la verdad, la coherencia y el amor.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Amado Jesús, estamos plenamente dispuestos a seguirte y a dejarnos transformar por tu amor, libéranos las ataduras y males intergeneracionales que nos alejan de ti.
Amado Jesús, ¡fuego ardiente de amor y misericordia!, concédenos la gracia de asombrarnos por todas las obras de amor y misericordia que, día a día, realizas en nuestras vidas.
Amado Jesús, por tu infinita misericordia, libera a las benditas almas del purgatorio y concédeles la dicha de sentarse contigo en el banquete celestial; y a las personas agonizantes, concédeles el perdón y la paz interior para que lleguen directamente al cielo.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una oración de Antonio Danoz:
«Un espíritu malo reconoce que tú eres, Señor, “el Mesías de Dios”, el liberador de oprimidos, vencedor de todo enemigo que tortura personas, que genera miedo y angustia.
Tú, Señor, que posees el Espíritu sin medida, consuela, libera y perdona al triste, al oprimido, que es incapaz de librarse de cualquier mal espíritu. Rompe, Señor, toda atadura que nos impida crecer en el amor, en justicia, en libertad para librar al prisionero de sus males, al que odia y maldice.
Tú que eres el Santo de Dios, libéranos de todo mal espíritu que nos oprime el corazón, y no nos deja amar sin ataduras a las personas que más lo necesitan. Rompe, Señor todas las ataduras intergeneracionales que nos atan al pecado. Dios bendito, santa hermosura. Alabado seas por toda la eternidad, amado Señor».
Queridos hermanos: pidamos continuamente, a Nuestro Señor Jesucristo, la gracia de confiar plenamente en Él y que la Eucaristía y la meditación continua de la Palabra sea también una fuente de liberación de nuestras ataduras.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.