SÁBADO DE LA SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la Palabra, la guardan y dan fruto gracias a su perseverancia» Lc 8, 15.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8, 4-15

En aquel tiempo se reunió alrededor de Jesús mucha gente y al pasar por los pueblos otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, una parte de la semilla cayó al borde del camino, la pisaron y las aves del cielo se la comieron. Otra parte cayó sobre terreno pedregoso y, al crecer, y se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, la ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, crecer, dio fruto al ciento por uno».

Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga». Entonces los discípulos le preguntaron: «Qué significa esa parábola». Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del Reino de Dios, pero a los demás solo en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es este: la semilla es la Palabra de Dios. Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y arranca la Palabra de sus corazones, para que no crean ni se salven.

Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la Palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la tentación fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero los afanes, las riquezas y los placeres de la vida, los van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la Palabra, la guardan y dan fruto gracias a su perseverancia».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy meditamos la parábola del sembrador que se encuentra también en el capítulo 12 de Mateo, entre los versículos 1 y 23, y en el capítulo 4 de Marcos, entre los versículos 1 y 20.

Con la parábola, Jesús señala que la cuestión no está en la cantidad, en las manifestaciones masivas de acogida y de aprobación de su propuesta. El tema central está en la calidad, no importa que sean pocos los que se comprometan en la tarea, lo importante es la radicalidad, la capacidad de entregarse por completo a la tarea de la instauración del reino. Por ello, decidió explicar detalladamente el significado de la parábola del sembrador, solo a sus discípulos.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En el pasaje evangélico de hoy, Jesús explica cuatro diferentes actitudes que muchas veces adoptamos ante la escucha y/o lectura de la Palabra de Dios, que es sembrada en nuestros corazones. Es, a la vez, una llamada de atención, ya que tres de las cuatro actitudes culminan en fracaso.

En el primer caso, la falta de interés deja inermes a las personas y a merced del enemigo del amor. En el segundo, el corazón es un campo con raíces poco profundas, donde la Palabra no puede dar fruto. En el tercero, en un corazón endurecido, es imposible que la Palabra eche raíces. Solo en el cuarto caso la semilla da fruto: cuando cae en las zonas de raíces firmes de nuestro corazón, en los campos de bondad, de libertad y de amor.

En este sentido, el texto de hoy nos invita a mirar nuestra conciencia y limpiar aquellos campos en los que no florece la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo y prepararlos para que allí germine la bondad y el amor de Dios. La Palabra es una semilla con potenciales brotes divinos. Por ello, es vital que la escuchemos y la entendamos y, con la ayuda del Espíritu Santo, la hagamos germinar en nuestras vidas.

Hermanos, el pasaje evangélico de hoy nos invita a preguntarnos: ¿Cuál es la actitud que asumimos para leer o escuchar la Palabra de Dios? ¿Invocamos al Espíritu Santo para que nos ayude a entender y a extender la Palabra? ¿Cuál es el grado de compromiso que tenemos con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a leer y escuchar la Palabra, luego entenderla, y después producir el fruto abundante de sus enseñanzas: el ciento por uno.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús: sembrador generoso, gracias por tu Palabra, concédenos un corazón bueno en el que se deposite y fructifique ti Palabra.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, concédenos un sano entendimiento que nos ayude a interiorizar la Palabra y llevarla a la práctica.

Amado Jesús, Maestro de sabiduría, inspira con el Espíritu Santo a toda la Iglesia para que, siendo portadora eficaz de la semilla, que es tu Palabra, la haga florecer, y que sus frutos ayuden a extender el Reino de los cielos a toda la humanidad.

Padre eterno, por tu inmenso amor y misericordia, concede a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, la gracia de disfrutar del gozo eterno; en especial a aquellos que más necesitan de tu misericordia.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre del amor hermoso, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Repitamos como en el salmo 118: «Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero».

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Doroteo de Gaza:

«Entonces, como dije, después de todo el buen trabajo del campo debemos sembrar en seguida la buena semilla para que produzca buen fruto. Pero, además, el cultivador que siembra su campo debe, al tirar la semilla, esconderla y hundirla en la tierra, porque, si no lo hace así, los pájaros vendrán a comerla y se perderá. Y, después de haberla escondido, esperar de la misericordia de Dios la lluvia y el crecimiento del grano. Porque podrá hacer todos los trabajos de limpiar, remover la tierra y sembrar, pero, si Dios no manda lluvia sobre su sembrío, toda la labor será vana.

Es así como debemos obrar. Si hacemos algún bien, escondámoslo por humildad y pongamos en manos de Dios nuestra debilidad, suplicándole mirar nuestros esfuerzos, que de otra manera serían inútiles. También suele pasar que, después de haber regado y hecho germinar la semilla, la lluvia no cae en el tiempo debido y el germen entonces se seca y muere. Porque el grano germinado, como la semilla, precisa lluvia de tanto en tanto para crecer. De manera que no podemos permanecer tranquilos. Sucede a veces que después del crecimiento del grano y de la formación de la espiga, la langosta, el granizo u otra plaga destruyen la cosecha. Lo mismo ocurre con el alma: aunque haya trabajado para purificarse de todas las pasiones y se haya aplicado a practicar todas las virtudes, deberá contar siempre con la misericordia y la protección de Dios por temor de ser abandonada y morir.

El que quiera ser verdaderamente salvado no debe permanecer tranquilo hasta su último suspiro. Es preciso desvivirse, preocuparse y pedir sin cesar a Dios que nos proteja y nos salve por su bondad, por la gloria de su santo nombre. Amén».

Queridos hermanos: acerquémonos al buen sembrador, a Nuestro Señor Jesucristo, a través de su Palabra. Meditemos sus enseñanzas y pidamos al Espíritu Santo la inspiración para llevarla a la práctica mediante obras de misericordia.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.