LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
SANTA FAUSTINA KOWALSKA, RELIGIOSA
«Vete, y haz tú lo mismo» Lc 10, 37.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según San Lucas 10, 25-37
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?».
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo». Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida eterna». Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?».
Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos que lo asaltaron, lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, se desvió y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo, se desvió y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, sintió compasión, se le acercó, le vendó las heridas, después de habérselas limpiado con aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al encargado, le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”.
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo? Del que cayó en manos de los bandidos». Él contestó: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Vete, y haz tú lo mismo».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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Hoy celebramos a Santa Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia. Nació en la aldea de Glogoviec, en Polonia, el 25 de agosto de 1905 y murió en 1938. Desde muy temprana edad, fue llamada a hablar con el cielo. Fue beatificada el 18 de abril de 1993 y canonizada el 30 de abril del 2000 por el papa San Juan Pablo II.
Nuestro Señor Jesucristo le confió la gran misión de llevar el mensaje de la misericordia a todo el mundo. “Te envío – le dijo – a toda la humanidad con Mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla a Mi Corazón Misericordioso. Tú eres la secretaria de Mi misericordia; te he escogido para este cargo, en ésta y en la vida futura, (……) para que des a conocer a las almas la gran misericordia que tengo con ellas, y que las invites a confiar en el abismo de Mi misericordia”, en Diario, 1588, 1605 y 1567.
Hoy meditamos la parábola del buen samaritano. En la cultura judía, para que un amigo sea considerado prójimo, tenía que ser también israelita y no tener signos de impureza; los demás no eran considerados prójimos. Los samaritanos eran considerados impuros por los israelitas, por eso eran rechazados, despreciados y marginados.
En medio de esta realidad social y religiosa, para los israelitas, el samaritano no observó la Ley y podría ser acusado por infringirla. Sin embargo, de acuerdo con la interpretación de la misma Ley, pero con los ojos del amor divino, el samaritano actuó con amor, misericordia y generosidad.
El sacerdote y el levita no lo entendieron así, actuaron con indiferencia. Ellos solo conocían la Ley, pero no la aplicaron con el corazón, tal como lo hizo el samaritano. En este sentido, la parábola es subversiva, porque enseña que el encuentro con Jesús pasa primero por la ayuda al hermano necesitado, antes que por otras prácticas de la Ley.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
Nuestro Señor Jesucristo nos pide poner en práctica las dos dimensiones del mandamiento del amor: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo. La parábola del buen samaritano, resume la acción misericordiosa y bondadosa del buen cristiano; por eso Jesús le dice al maestro de la Ley cuando comprendió el mensaje: «Vete, y haz tú lo mismo».
Jesús, el Verbo encarnado, es nuestro prójimo porque Él está en el corazón de todos nosotros, especialmente, en las personas más necesitadas. Jesús también es el buen samaritano, porque Él actúa con amor, misericordia, bondad y sin discriminar a nadie. Él es el buen pastor que deja a las noventa y nueve ovejas en el redil y va en busca de la oveja que se extravió. De esta manera, Nuestro Señor Jesucristo nos invita a practicar el mandamiento del amor.
Hermanos: respondamos desde lo profundo de nuestros corazones: ¿cómo respondemos ante el dolor de nuestro prójimo? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a practicar una espiritualidad genuina, sirviendo al prójimo más necesitado, de manera desinteresada y con misericordiosa.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Padre eterno, yo te ofrezco el cuerpo y la sangre, el alma y la divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, en expiación por nuestros pecados y los del mundo entero. Por su dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Amado Jesús, Tú, que hiciste de santa Faustina una gran devota de tu infinita misericordia, concede por su intercesión, el perdón, la paz y la devoción a Tu misericordia a todo aquel que se acerque a tu Sacratísimo Corazón
Amado Jesús, gracias por recordarnos que tu amor es misericordioso, bondadoso y que consiste en atender al hermano necesitado, tal como tú lo hiciste durante tu vida y, especialmente, en la cruz.
Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, concédenos la gracia de reconocer en el prójimo más necesitado a Nuestro Señor Jesucristo y cumplir el mandamiento del amor con generosidad y misericordia.
Santísima Trinidad, haz que los sacerdotes y consagrados sean buenos samaritanos en la misión de llevar la Palabra y tu misericordia a todo el mundo.
Amado Jesús, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más la necesitan.
Madre Santísima, Madre del amor bendito, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Contemplemos a nuestro Señor Jesucristo con la lectura de un escrito de Santa Faustina Kowalska, en su diario, 1052:
«Oh Jesús mío, Te ruego por toda la Iglesia: concédele, el amor y luz de Tu Espíritu, da poder a las palabras de los sacerdotes para que los corazones endurecidos se ablanden y vuelvan a Ti, Señor.
Señor, danos sacerdotes santos; Tú Mismo consérvalos en la santidad. Oh Divino y Sumo sacerdote, que el poder de Tu misericordia los acompañe en todas partes y los proteja de las trampas y asechanzas del demonio, que están siendo tendidas incesantemente para atrapar a las almas de los sacerdotes. Que el poder de Tu misericordia, oh, Señor, destruya y haga fracasar lo que pueda empañar la santidad de los sacerdotes ya que Tú lo puedes todo».
Hermanos: recemos hoy la Coronilla de la Divina Misericordia para que, con la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre, Dios nos otorgue la virtud de la humildad para ayudar a que otras personas también se acerquen a la fuente de la misericordia, que es Nuestro Señor Jesucristo.
Hermanos: cuanto más unidos estemos al prójimo más necesitado, más unidos estaremos con la Santísima Trinidad. Incorporemos en nuestras vidas obras diarias de misericordia para nuestro prójimo más necesitado. Hagámoslo por el Amor de Dios.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.