MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

MEMORIA OBLIGATORIA DE SAN JERÓNIMO, PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás no vale para el Reino de Dios» Lc 9, 62.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según San Lucas 9, 57-62

En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, uno le dijo: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «Los zorros tienen madriguera y los pájaros nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza».

A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó Jesús: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia». Jesús le contestó: «El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás no vale para el Reino de Dios».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Lee con mucha frecuencia las divinas Escrituras; más aún, que tus manos no dejen nunca el texto sagrado. Asimila lo que debes enseñar y mantente unido a la Palabra de la fe, que es conforme a la enseñanza, a fin de que puedas exhortar basándote en una doctrina sana y puedas refutar victoriosamente a los adversarios» (San Jerónimo).

Hoy celebramos a San Jerónimo, doctor de la Iglesia, un santo apasionado por las Escrituras, que tenía el firme convencimiento de que la vida del ser humano debe estar siempre de acuerdo con la Palabra divina, ya que, viviéndola, se puede comprender.

San Jerónimo nos enseña que la lectura orante y el diálogo con la Palabra, forman parte de la presencia de Dios entre nosotros. En este diálogo, es fundamental la invocación al Espíritu Santo y la oración.

San Jerónimo nació en Estridón en el año 347 en medio de una familia cristiana, y murió el 30 de setiembre del 420 en Belén. Tras ser bautizado en el año 386, se dedicó a una vida ascética; vivió como eremita en Oriente. Estudió griego y hebreo, y transcribió códices y obras patrísticas. En el año 382, en Roma, fue elegido por el papa Dámaso, secretario y consejero; posteriormente logró la traducción latina de los textos bíblicos, “La Vulgata”.

El pasaje evangélico de hoy se ubica luego de los textos del exorcista anónimo y de la reprensión de Jesús a Juan y Santiago. La lectura de hoy aborda las condiciones para el seguimiento a Jesús, en la que podemos identificar dos enseñanzas:

  • La primera: para seguir a Jesús hay que tomar la cruz. El primer aspirante a discípulo no era consciente de la cruz que debía cargar, por eso fue regañado por Jesús.
  • La segunda: el seguimiento a Jesús está por encima de las obligaciones humanas. Este es el caso del segundo y tercer aspirante. El seguimiento a Jesús implica rechazar las obligaciones humanas, por más razonables que puedan parecer, si es que retrasan la obediencia al Señor.
  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Todos tenemos la vocación de seguir a Nuestro Señor Jesucristo, todos somos llamados por Él para participar activamente en el plan divino de la salvación, en toda circunstancia de nuestra vida. Todos somos llamados a la vocación sacerdotal, consagrada o laical.

En las enseñanzas que identificamos anteriormente se presentan tres aspirantes a discípulos que no tienen la firme convicción para la misión de seguir a Jesús. Sus exigencias son radicales. Por eso su mensaje es liberador: no hay que detenerse en lo accesorio, hay que seguirlo, porque Jesús es el Camino. Debemos huir de las seducciones mundanas, porque Jesús es la Verdad. Debemos permanecer en Jesús, porque Él es la Vida.

La misión no es fácil, pero tampoco es imposible porque tenemos como apoyo el amor de la Santísima Trinidad. No podemos trabajar para el Reino de Dios atados al pasado. No es fácil, somos frágiles, pero pongamos nuestro esfuerzo para seguir a Jesús a través de nuestros hermanos más necesitados: empecemos brindándoles ayuda y consuelo material y espiritual.

Hermanos, meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Estamos dispuestos a seguir a Jesús con vocación y compromiso?

Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden olvidar el pasado y a precisar nuestra vocación para seguir a Jesús en nuestros hogares, trabajos, comunidades y como ciudadanos globales.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno: tú que concediste a San Jerónimo una estima tierna y viva por las Sagradas Escrituras, haz que la humanidad se alimente de tu Palabra con mayor abundancia, y encuentre en ella la fuente de la verdadera vida.

Amado Jesús: concédenos, a través del Espíritu Santo, la fe para ser firmes en la misión de seguirte y llevar tu Palabra por donde vayamos.

Espíritu Santo, fortalece las vocaciones de seguimiento total a Jesús, para anunciar la salvación a todos los pueblos. Derrama tu santa luz para que todos los pueblos acojan las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y, abriendo su corazón al verdadero amor, decidan creer en Él.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reina de los apóstoles, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios a través de un texto de la Didaché:

«¡Padre santo! Te damos gracias por tu santo nombre, que has hecho que habite en nuestros corazones, y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has revelado por Jesucristo, tu servidor. A ti sea la gloria por los siglos de los siglos. ¡Dueño Todopoderoso!, que a causa de tu nombre has creado todo cuanto existe y que dejas gozar a los hombres del alimento y la bebida, para que te den gracias por ello.

A nosotros, por medio de tu servidor, nos has hecho la gracia de un alimento y de una bebida espirituales y de la vida eterna. Ante todo, te damos gracias por tu poder. A ti sea la gloria por los siglos de los siglos. ¡Señor!, acuérdate de tu iglesia, para librarla de todo mal y para llenarla de tu amor. ¡Reúnela de los cuatro vientos del cielo, porque ha sido santificada para el Reino que le has preparado, porque a ti sólo pertenece el poder y la gloria por los siglos de los siglos!».

Queridos hermanos: en este día de San Jerónimo, hagamos el compromiso de que la Palabra de Dios sea una fuente de luz para nuestro camino. Que la lectura orante de la Palabra sea parte de nuestro alimento celestial de todos los días. De la misma manera acudamos frecuentemente a la Santa Eucaristía, a la Adoración Eucarística y al rezo del Santo Rosario.

Repitamos en nuestro corazón los versículos 13 y 14 del capítulo 3 de la carta de San Pablo a los filipenses: «Por mi parte, hermanos, no creo haberlo conseguido todavía. Sin embargo, olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, al premio que Dios me llama, desde lo alto en Cristo Jesús».

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.