MARTES DE LA SEMANA XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Den más bien, como limosna, lo que tienen dentro y todo será puro» Lc 11, 41.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 37-41

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Ustedes los fariseos, limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Den más bien, como limosna, lo que tienen dentro y todo será puro».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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El texto de hoy se ubica luego del pasaje denominado “Cristo, luz del mundo” o “Luz y tinieblas”, y forma parte del texto denominado “Reprensión o invectiva contra fariseos y escribas” que comprende los versículos del 37 al 54. Hoy meditaremos solo los versículos del 37 al 41, en el que continúa la tensa interacción entre Jesús y las autoridades religiosas de la época.

El pasaje evangélico de hoy narra uno de los enfrentamientos entre Jesús con los fariseos. Según las normas de pureza, era obligatorio lavarse las manos antes de las comidas como señal de purificación. Frente a la actitud legalista de los fariseos, Jesús, con la intención de hacerlos reflexionar, evita lavarse las manos para hacerles ver que no basta poner interés en lo ritual y en las apariencias, sino que hay que buscar la purificación del interior de la persona.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Para seguir y ser fiel a Nuestro Señor Jesucristo, no basta observar los mandamientos, que sería equivalente a fijarse solo en lo exterior; lo más importante está en la práctica del amor. Recordemos a San Pablo, en la primera carta a los Corintios, capítulo 13, versículo 13: Ahora nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza, el amor. Pero la más grande de todas es el amor”.

Por eso, todo proceso de conversión o de crecimiento espiritual, requiere la determinación de contrastar nuestro interior y acciones cotidianas con la práctica de los mandamientos del amor.

Nuestro Señor Jesucristo nos enseña también que una forma de limpiar las impurezas de nuestro corazón es mediante la limosna, ya que permite amar a Dios a través del prójimo, dejando de lado el egocentrismo y las apariencias.

Hermanos: acerquémonos a la Palabra de Dios que también purifica. Acudamos también a su misericordia que también nos purifica; recordemos lo que dice el Señor en Lucas, capítulo 5, versículo 32: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

Meditando el pasaje evangélico de hoy, respondamos: ¿En nuestra vida cotidiana, sólo cumplimos los mandamientos de Dios o somos fieles a los mandamientos por el Amor de Dios? ¿Somos capaces de dar limosna por amor a Dios y al prójimo?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que lo más importante en el seguimiento a Dios, es el amor y sus múltiples expresiones, entre ellas, la limosna.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, Rey de reyes, Salvador nuestro, envíanos tu Santo Espíritu y fortalece nuestras intenciones de mantener limpio nuestro corazón.

Espíritu Santo, haznos comprender que es imposible separar el amor a Dios y el amor al prójimo, y, amando, hagamos realidad en nuestras vidas las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, misericordioso Salvador, dígnate contar entre tus elegidos a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, en especial, a aquellos que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, elegida desde siempre para ser santa e irreprochable ante el Señor por el amor, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San Agustín:

«El Misericordioso aconseja que se ejercite la misericordia. Y, como desea preservar a todos los que ha redimido a tan gran precio, enseña que pueden purificarse de nuevo los que se han manchado después de la gracia del bautismo.

Dice, pues: Dad limosna, no injusticia; porque hay limosna que carece de toda injusticia. Esta lo limpia todo y es mejor que el ayuno, más difícil, pero menos meritorio. Pues la limosna es el lustre del alma, la enriquece y la hace aparecer buena y hermosa. El que piensa compadecerse de la miseria de otro, empieza a abandonar el pecado. Porque, así como el médico que cura con frecuencia a los heridos, se compadece fácilmente reconociendo su propia fragilidad, y por los sufrimientos ajenos, así nosotros, si nos ocupamos en socorrer a los necesitados, menospreciaremos fácilmente lo presente, y nos elevaremos hasta el cielo. No es pequeño el remedio de la limosna, puesto que puede aplicarse a todas las heridas».

Ahora, hermanos, con un gozo pleno por la misericordia y el amor de Nuestro Señor Jesucristo, repitamos en la intimidad de cada uno en nuestros corazones, el himno al amor cristiano que se encuentra en la primera carta a los Corintios, capítulo 13, versículos del 1 al 10, y 13:

«Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo estruendoso.

Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera una fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada.

Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso ni busca aparentar, no es orgulloso ni actúa con bajeza, no busca su interés, no se irrita, sino que deja atrás las ofensas y las perdona, nunca se alegra de la injusticia, y siempre se alegra de la verdad. Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca terminará…

Ahora nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza, el amor. Pero la más grande de todas es el amor».

Señor, confiados en tu amor, misericordia y paciencia, deseamos asumir el compromiso de contrastar nuestras vidas con tus mandamientos de amor, para profundizar en nuestra espiritualidad y dejar de lado las apariencias.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.