SÁBADO DE LA SEMANA XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, OBISPO Y MÁRTIR

«Cuando los conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de lo que van a decir, o de cómo se van a defender. Porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que tengan que decir» Lc 12, 11-12.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 8-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Y si uno me niega ante los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios. Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Cuando los conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de lo que van a decir, o de cómo se van a defender. Porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que tengan que decir».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir. Llamado también Teóforo, que significa manifestación de Dios, nació en Siria alrededor del año 50. Fue discípulo de San Pablo y San Juan. Escribió siete epístolas: cinco dirigidas a las comunidades orientales y las otras dos a Policarpo, obispo de Esmirna, y a la comunidad cristiana de Roma. Murió en el año 107, destrozado por los leones en un anfiteatro.

San Ignacio de Antioquía expresó su gran deseo de unirse con Jesús; él suplicó a los cristianos de Roma que no impidan su martirio porque estaba impaciente por unirse a Nuestro Señor Jesucristo. A San Ignacio se le considera el doctor de la unidad, ya que proclamaba la unidad de todo cristiano con la Santísima Trinidad, así como la unidad de la naturaleza humana y divina de Jesús.

En el capítulo 11 de Lucas, que meditamos días atrás, Jesús revela el amor y la misericordia de Dios Padre; así mismo, critica el accionar de los fariseos y maestros de la Ley. En el capítulo 12, Jesús nuevamente presenta en sus enseñanzas la benevolencia y misericordia de Dios.

En el texto de hoy Jesús llama a confiar en el Espíritu Santo, haciendo una clara alusión a las tres personas de la Santísima Trinidad.

Jesús admite la esperanza del arrepentimiento y el perdón en esta vida. Jesús tolera que se le rechace a Él, pero señala que la negación o blasfemia contra el Espíritu Santo es gravísima. El Espíritu Santo es el que comunica la verdad a la humanidad y rechazarlo, es ir contra el principio de la verdad, contra la naturaleza misma de Dios, y en una situación así, la conversión resulta imposible.

Jesús advierte a sus discípulos y demás seguidores que proclamar el Evangelio no será una tarea sencilla; indica que serán objeto de persecuciones, acusaciones y juicios, con riesgo de perder la libertad física y la vida. Pero, en estas dificultades, el Espíritu Santo será el gran defensor y abogado.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo nos invita y alienta a ponernos en manos del Espíritu Santo, que es nuestro inspirador, guía y gran abogado. Nos llama a vencer el mal con Él, garantizando que nuestra defensa y fortaleza vendrán a través del Espíritu Santo.

Debemos comprender que la blasfemia contra el Espíritu Santo consiste en rechazar, libre y conscientemente, al Espíritu profético que actúa en las obras y enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Así, la negación de Jesús equivale a blasfemar contra el Espíritu Santo.

Actualmente, somos testigos del rechazo del amor de Dios a través de la promoción de comportamientos contrarios a los preceptos cristianos. Frente a estas situaciones, estamos llamados a proclamar el evangelio a través de nuestras obras y conductas, pidiendo la ayuda e inspiración del Espíritu Santo. Tengamos en cuenta que es imposible dar testimonio de Nuestro Señor Jesucristo, si no es a través del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo sigue actuando en la Iglesia, en nuestras parroquias y comunidades, en cada cristiano que sigue a Jesús, y lo hace actualizando las palabras, gestos y signos de Jesús. Si somos valientes dando testimonio firme del amor de Dios, Nuestro Señor Jesucristo será nuestro defensor en el momento más decisivo de nuestras vidas.

Reflexionando la lectura de hoy, respondamos: ¿Defendemos nuestra fe? ¿Confiamos en la ayuda del Espíritu Santo cuando atravesamos tribulaciones? ¿Dejamos que el Espíritu Santo nos guíe en nuestras vidas?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a confiar en el Espíritu Santo, especialmente, en las adversidades.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, tú que has querido que el testimonio de tus mártires glorificara a toda la Iglesia, concédenos que, así como el martirio fue para San Ignacio de Antioquía causa de gloria eterna, nos merezca también a nosotros tu protección constante.

Padre eterno, envíanos las gracias y dones del Espíritu Santo, para inspirar, purificar y fortalecer nuestro seguimiento a Jesús y dar testimonio valiente de tu amor y misericordia.

Espíritu Santo: en el Santísimo Nombre de Jesús, libéranos de todas las ataduras del pecado, rompe una a una todas las cadenas inter – generacionales que nos atan al pecado y a los esquemas humanos; fortalece nuestros corazones contra las insidias del enemigo.

Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, inspira y fortalece a la Iglesia en la misión de llevar el Evangelio y la misericordia a toda la humanidad.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos, contemplemos a Dios Espíritu Santo con la secuencia de Pentecostés:

«Ven Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo, Padre amoroso del pobre; don en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus Siete Dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno».

Queridos hermanos: dispongamos nuestro corazón para acoger al Espíritu Santo e invoquémosle siempre en nuestras oraciones de alabanza, de agradecimiento y de petición. En los momentos más difíciles, pidamos al Espíritu Santo su consejo, su auxilio y guía para no apartarnos de los caminos de Nuestro Señor Jesucristo.

Hermanos dispongamos también todo nuestro ser para comenzar cada día con la lectura de la Palabra y, con la ayuda del Espíritu Santo, podamos ser portadores del amor de Dios. No olvidemos jamás la acción salvífica del Espíritu Santo en la Santa Eucaristía.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.