LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
«Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré, a ver si comienza a dar fruto. Y si no da, la cortas”» Lc 13, 7-9.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 1-9
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús acerca de unos galileos cuya sangre Pilato mezcló con la de los sacrificios que ofrecían. Él les contestó: «¿Piensan ustedes que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Les digo que no; y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan ustedes que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les digo que no; y, si ustedes no se convierten, todos perecerán de la misma manera».
Y les dijo esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala ¿Por qué ha de ocupar terreno inútilmente?”. Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré, a ver si comienza a dar fruto. Y si no da, la cortas”».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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El pasaje evangélico del día de hoy tiene dos partes que están íntimamente relacionadas: en la primera, entre los versículos 1 y 5, Jesús realiza dos exhortaciones al arrepentimiento; en la segunda parte, entre los versículos 6 y 8, Jesús narra la parábola de la higuera sin frutos.
En la exhortación al arrepentimiento Jesús señala que no todas las vivencias que tenemos son consecuencia de nuestros pecados; sin embargo, es claro cuando advierte que la consecuencia más grave del pecado es la muerte eterna.
La profundidad espiritual del simbolismo de la parábola de la higuera sin frutos constituye un llamado permanente a la conversión, pero este llamado tiene un límite temporal. Veamos:
- La higuera representa a la humanidad; sus frutos son los frutos de la fe y la fidelidad a los mandamientos de Dios.
- Dios Padre representa al dueño de la viña, y los tres años simbolizan las visitas que permanentemente Él realiza a nuestras vidas a través de la palabra y de las personas que simbolizan en la actualidad a los patriarcas y profetas.
- El viñador es Jesús, así mismo, son viñadores todos aquellos que proclaman su Palabra y aquellos que, con sus oraciones, interceden por los pecadores para que no sean arrancados de la viña y puedan dar fruto.
- La expresión: “Señor, déjala todavía este año”, significa la paciencia y misericordia de Jesús para con todos, porque Él no quiere la muerte del pecador, sino, su conversión.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
La conversión mediante el arrepentimiento es el fruto que Dios espera de nuestra reflexión. Por ello, debemos aceptar que la conversión es una gracia que debemos pedir a Dios con humildad; pero, a la vez, debemos mostrar nuestra plena disposición para alcanzarla. En este sentido, es vital invocar la luz del Espíritu Santo para evitar el egocentrismo y la soberbia, así como para interpretar los acontecimientos de nuestras vidas, con el fin de identificar las causas que originan las conductas contrarias a los mandamientos de Dios.
Con esta reflexión conviene formularnos las siguientes preguntas: ¿Estamos aplazando el inicio o continuación de nuestro proceso de conversión o las acciones para mejorar nuestra relación con Dios? ¿Nosotros y nuestra comunidad damos los frutos que Dios, el dueño de la viña, espera? ¿Acudimos confiadamente a la paciencia y misericordia de Jesús, el viñador?
Que las respuestas a estas interrogantes nos ayuden a que nuestra vida, como la higuera, pueda producir los frutos que Dios espera de nosotros.
¡Jesús nos ama!
- Oración
En una oración individual, cada uno repita en su corazón: “Señor compasivo y misericordioso, te presento mi corazón totalmente dispuesto para que sea transformado por ti en un corazón que dé frutos de fe, y te pido la luz del Espíritu Santo, para que esté atento a todo lo que acontece dentro de mí y alrededor mío, y pueda obrar según tus mandamientos de amor”.
Deseo agradecerte Altísimo Señor por todas las personas que, con su oración, interceden por mí, para que no sea arrancado de la viña y tenga la oportunidad de dar frutos de fe.
Amado Jesús, Amor de los amores, mira con bondad y misericordia los corazones de los moribundos y lleva al cielo a todos los difuntos, especialmente, a aquellos que más necesitan de tu misericordia.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Dios con la lectura de un escrito de San Cipriano:
«¡Qué grande es la presencia de Dios! Lo vemos actuar con una paciencia sin igual, tanto con los culpables como con los inocentes, con los fieles como con los impíos, con los que son agradecidos como los que son ingratos.
Para todos ellos los tiempos obedecen a las órdenes de Dios, los elementos se ponen a su servicio, los vientos soplan, las fuentes manan, las cosechas crecen en abundancia, el racimo madura, los árboles rebosan de frutos, los bosques verdean y los prados se cubren de flores.
Aunque tiene el poder de vengarse, prefiere esperar pacientemente largo tiempo y diferir, con bondad, para que, si es posible, con el tiempo se atenúe la malicia y el hombre retorne de nuevo a Dios, según lo que Él mismo nos dice en estos términos: “No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta de su conducta y viva”. Y también: “Convertíos al Señor Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad”.
Ahora bien, Jesus nos dice: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Con estas palabras nos enseña que, hijos de Dios y regenerados por el nuevo nacimiento celestial, alcanzaremos la cumbre de la perfección cuando la paciencia de Dios Padre resida en nosotros y la semejanza divina, perdida por el pecado de Adán, se manifieste y brille en nuestros actos.
¡Qué gloria ser semejantes a Dios!; ¡qué dicha tener esta virtud digna de las alabanzas divinas!».
Señor, no quiero aplazar más el inicio o continuación de mi proceso de conversión. Por eso, Señor, me comprometo a acercarme con humildad y arrepentimiento sincero a tu misericordia y a participar en la Eucaristía, aun virtualmente. Señor, me comprometo a realizar obras de misericordia corporales y espirituales, y así, ser una persona que fructifica tu Palabra.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.