SÁBADO DE LA SEMANA XXX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XXX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» Lc 14, 11.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 1. 7-11

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer; y ellos lo observaban atentamente. Notando que los invitados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te inviten a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan invitado a otro de más categoría que tú. Y vendrá el que los invitó a ti y al otro, y te diga: “Cédele a tu sitio”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al contrario, cuando te inviten, vete a sentarte en último puesto, para que, cuando venga quien te invitó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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En el pasaje evangélico de hoy, un distinguido fariseo invita a Jesús a comer un sábado por la noche. En la cena, Jesús brinda enseñanzas a los líderes fariseos de Israel sobre la proyección divina de la humildad, ya que ellos buscaban siempre ocupar los puestos de honor en las fiestas judías.

Jesús aprovecha la ocasión para indicar que el protocolo en el banquete del Reino de Dios consiste en dirigirse al último lugar.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Al reino de Dios todos estamos invitados por pura gracia, sin mérito alguno de nuestra parte. Por ello, debemos asistir agradecidos y sentarnos en el lugar menos preferencial. En este sentido, el humilde que toma el último lugar no se siente desplazado; al contrario, para él, ese no es el lugar más bajo, ni el último, sino el suyo, porque en él se siente más cómodo.

Tengamos en cuenta las palabras de San Pío de Pietrelcina:

«La humildad es la verdad, y la verdad es que yo no soy nada. Por consiguiente, todo lo bueno que tengo viene de Dios. Pero a veces malgastamos lo bueno que Dios ha puesto en nosotros …

La idea de que el Señor viene cada día a nosotros y nos da todo, nos tendría que llevar a la humildad. Sin embargo, pasa lo contrario porque el demonio despierta en nosotros sentimientos de orgullo. Esto no nos honra. Hay, pues, que luchar contra nuestro orgullo. Cuando parece que no podemos, paremos un instante, hagamos un acto de humildad. Entonces, Dios, que ama los corazones humillados, vendrá en nuestra ayuda».

En este sentido, empleemos todos los talentos que el Autor de la naturaleza nos ha otorgado, reconociendo la amplia diversidad de la gracia divina y que, sin ella, somos nada, estamos totalmente vacíos.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿En las actividades que realizo, prefiero ubicarme en los puestos más importantes para lograr visibilidad y reconocimiento de las personas? ¿Realizamos actos de humildad en nuestra vida cotidiana?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a que la humildad siga floreciendo en nuestros corazones a través de la realización de obras de misericordia y siguiendo las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno: te pedimos que nosotros, siguiendo el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo y con el auxilio del Espíritu Santo, podamos eliminar de nuestro corazón todo vestigio de orgullo y egoísmo, y que florezca la humildad, transformándonos en personas sencillas.

Amado Jesús: concédenos buscar siempre tu voluntad para discernir cómo debemos actuar, que debemos decir. Tú nos has dicho que estamos en el mundo, pero que no somos del mundo, porque te pertenecemos solo a ti por tu Redención.

Amado Jesús, justo juez, por tu infinita misericordia, concede a las benditas almas del purgatorio la dicha de sentarse contigo en el banquete celestial.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre de amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Valeriano de Cimiez:

«Los que ocupan los cargos y los puestos más elevados deben preferir la humildad, allí donde nadie se sorprende del pobre humilde; en efecto, el que está plegado por la pobreza se humilla sin quererlo. La humildad en el pobre es grata, y en el rico es gloriosa; la humildad entre los ricos es lisonjera. La soberbia, en cambio, es indeseable incluso entre los amigos.

Busquemos a continuación, carísimos, cuáles son los bienes de la humildad. La humildad es siempre atrayente y activa, acariciadora en las amistades, sosegada en los altercados; no la ensalzan los acontecimientos prósperos, no la cambian los adversos; no requiere servicio, no estafa; por oficio es anterior al saludo y la última en sentarse; no espera que le sea conducido el rebaño de los aduladores; no desea ambiciosamente la alabanza afectada ni espera la simpatía de la voz; odia los coros de los aplaudidores porque, no sin rubor, recibe la alabanza una buena conciencia.

Oíd al evangelista que dice: “El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”. En consecuencia, es necesario que pleguemos nuestro ánimo para que, aplastada toda huella de soberbia, se aplaquen los odios. Así sucederá que el hombre del puesto más humilde llegue al más alto y, remunerado con el honor adecuado, conquiste la gracia del poder celestial».

Queridos hermanos: comprometámonos a obrar con humildad, evitando pasar por encima de los demás, respetando cordialmente el orden y agradeciendo los favores recibidos en nuestra familia, comunidad, trabajo y país.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.