MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN CARLOS BORROMEO, OBISPO Y CARDENAL

«Quien no cargue su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío» Lc 14, 27.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no me ama más que a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no cargue su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío.

Así, ¿Quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, una vez puestos los cimientos, no pueda acabarla, y empiecen a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de terminar.

O ¿Qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá resistir al que le ataca con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, envía delegados para pedir condiciones de paz. Lo mismo ustedes: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Carlos Borromeo nació en 1538 en una noble familia de Arona, Italia. En 1539 es designado cardenal por el papa Pío IV, quien era hermano de su mamá. Durante su vida realizó una gran obra pastoral, litúrgica, devocional y organizacional. Murió en Milán el 3 de noviembre de 1584 y fue canonizado en 1610.

El pasaje evangélico de hoy se sitúa cuando Jesús se dirige a Jerusalén, seguido por una gran multitud de personas quienes, entusiasmadas por su predicación y los milagros que hacía, consideraban esta caminata como una procesión victoriosa.

Ante esta multitud, Jesús presenta el perfil del discípulo que quiere conseguir: separarse de manera radical de todas las ataduras del corazón, tomar la propia cruz, amarle por encima de todo y de todos, e incluso estar dispuesto a perder la vida por Él; estos son los fundamentos para amarle y seguirle.

Así, Jesús se ubica en el lugar más trascendente de la vida de todas las personas, incluso por encima de los sentimientos familiares.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo presenta dos condiciones fundamentales para ser sus discípulos:

En la primera, Nuestro Señor Jesucristo nos presenta un valor más elevado que los valores habituales para cualquier ser humano: el amor por Él debe estar por encima de cualquier otro amor y de cualquier otro sentimiento terrenal, incluso, por encima del amor familiar. A Él debemos reservarle el primer puesto.

En la segunda condición, Nuestro Señor Jesucristo nos invita a compartir su misma identidad, cargando nuestra propia cruz con todo el realismo que ello implica. Tengamos en cuenta que esta enseñanza es brindada por Jesús camino a Jerusalén, donde será crucificado.

Adicionalmente, Nuestro Señor Jesucristo nos llama a pensar bien antes de emprender el proyecto radical de seguirle: tenemos que ser capaces de calcular el precio que tenemos que pagar por la perla preciosa, si no, corremos en riesgo de fracasar.

En este sentido, así como planeamos nuestra vida cotidiana, nuestras metas académicas, empresariales, laborales, políticas o de otra índole, así también debemos considerar un “plan” para nuestra vida espiritual, que debe ser el más importante en nuestra vida.

Hermanos: meditemos la lectura de hoy y respondamos: ¿Pido al Espíritu Santo los dones que me ayuden a tomar las decisiones adecuadas para seguir a Jesús? ¿Sigo a Jesús a través de mi familia, de mi comunidad, en mi trabajo, en mi país, o como ciudadano de la creación de Dios? ¿Cargo con mi cruz? ¿Tengo un “plan” para mi vida espiritual?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a pensar con lucidez cristiana y a seguir a Jesús con determinación en todo tiempo y en todo lugar.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, conserva en tu pueblo el espíritu que infundiste en san Carlos Borromeo, para que tu Iglesia se renueve sin cesar y, transformada en imagen de Cristo, pueda presentar ante el mundo el verdadero rostro de tu Hijo.

Amado Jesús, pasa por las calles de nuestra vida, e invítanos a seguirte dejando toda seguridad, para ponerte a ti como el fundamento de nuestra existencia.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, concede a las almas del purgatorio la dicha de sentarse contigo en el banquete celestial.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de André Louf:

«El que quiera seguir a Jesús debería reflexionar sobre lo que se compromete a hacer. No es suficiente con dejarse atrapar por una pasión imprevista, ni con querer algo a toda costa; es importante, en cambio, valorar en ese momento si es bastante rico para permitirse la construcción de esa torre o si es bastante poderoso para aventurarse en el juego de la guerra.

Jesús aplica estos ejemplos a la decisión que debe tomar el que quiera ser discípulo suyo … En el caso del discípulo, se trata de valorar no lo que posee – fuerza, poder, generosidad, dinero, capacidades humanas -, sino aquello a lo que está dispuesto a renunciar, aquello que está dispuesto a dejar, a abandonar, aquello de lo que está dispuesto a privarse y a despojarse. Y Jesús añade también que debe tratarse de todo o nada: “El que no renuncia a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío”.

La empresa del Reino de Jesús obedece, en verdad, a leyes e imperativos opuestos a los que normalmente regulan las empresas del mundo. Cuanto menos poseemos, menos es lo que damos y abandonamos; cuanto más dejamos y compartimos, y cuanto más pobres somos, tanto mayor será la posibilidad que ofreceremos a Dios y a su gracia de renovar sus milagros a través de este expolio de nosotros mismos. ¡Qué desprendimiento y qué transparencia necesita el discípulo de Jesús a fin de que el Padre pueda servirse libremente de él y realizar de nuevo por medio de él los milagros que desea realizar! Pensábamos que lo habíamos dado todo, que nos habíamos despojado de todo, pero la gracia de Jesús nos pide todavía más.

Esta gracia que sabe privar con infinita dulzura, sin mutilar, pero que libera también los canales a través de los cuales discurrirá la savia de una nueva vida. Es el camino del expolio, el camino por el que se ofrece la posibilidad de llegar a ser, a nuestra vez, los actores y los siervos de los milagros de Dios para nuestros hermanos».

Queridos hermanos: nuestra vida cristiana debe estar modelada por la sabiduría, que es un don que debemos pedir al cielo, y no debe ser modelada por las posesiones terrenales, ya que estas posesiones nos pueden conducir a los pecados capitales y a la ruina espiritual. Las posesiones materiales son dones que Dios nos ha otorgado para que, a través de su adecuado uso, de acuerdo con el evangelio, nos convirtamos en ciudadanos del cielo.

Pidamos diariamente que el Espíritu Santo actúe en nosotros, con el fin de que seamos verdaderos discípulos de Nuestro Señor Jesucristo en toda ocasión y en todo lugar.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.