VIERNES DE LA SEMANA XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios. Lc 19, 47-48.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 45-48

En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Escrito está: “Mi casa es casa de oración”; pero ustedes la han convertido en una cueva de bandidos».

Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy meditamos el pasaje evangélico denominado “Jesús purifica el templo”, que también se ubica en el capítulo 21 de Mateo, versículos 12 al 17 y en el capítulo 11 de Marcos, versículos 15 al 19.

Cuando Jesús entra a Jerusalén, lo primero que hace es purificar el templo y lo hace con autoridad divina, desacreditando la autoridad oficial y religiosa. Lo hace severamente porque el templo había perdido su identidad religiosa, como casa de oración, para convertirse en cueva de bandidos.

Desde tiempos de Moisés, todo israelita debía ofrecer algo en el templo. Para facilitar el cumplimiento de este mandato a las personas que venían de lejos, se había dispuesto que en los atrios del templo se vendieran animales para ser sacrificados. Lo que al principio podía considerarse tolerable, e incluso conveniente, había degenerado hasta tal punto en que se privilegiaban los intereses económicos por encima de los espirituales.

La purificación de Jesús adquiriere la categoría de signo profético ya que denuncia la corrupción de las autoridades religiosas de la época y anuncia el fin de la religión de la antigua alianza, para dar paso a la auténtica religión que es la respuesta de la fe ante la revelación de Dios Padre, que es Nuestro Señor Jesucristo.

Los sacerdotes, escribas y notables no entendían el accionar de Jesús y buscan acabar con él, pero no pueden hacerlo porque «todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo, con poderes divinos y la ira santa, purifica la casa de Dios de sacrilegios. Este celo ardiente le irá conduciendo paulatinamente a ser, Él mismo, el templo que Dios Padre reconstruirá en tres días y en cuya memoria nosotros participamos en cada Santa Eucaristía.

Dejemos que Nuestro Señor Jesucristo purifique nuestros corazones de todas las miserias que hemos incorporado en nuestras vidas al aceptar algunas propuestas mundanas. Nuestro Señor Jesucristo nos dice: «Mi casa es casa de oración»; acudamos pues a la Casa de Dios con amor, alegría y respeto, donde también nos espera Dios.

Hermanos: meditando la palabra, es conveniente que respondamos de corazón: ¿Comprendemos que el signo de purificación de templo nos ayuda a purificar nuestro corazón y a liberarnos de las ataduras del pecado? ¿Acudimos con respeto a la Casa de Dios?

Hermanos: que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a ser templos del Espíritu Santo, dejando de lado la lógica humana con el fin de identificar y reconocer el rostro inconfundible de Nuestro Señor Jesucristo en nuestras familias, centros de trabajo, centros de estudios, comunidades y por donde vayamos. Que también nos sirva para acudir de la forma adecuada a la Casa de Dios.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, tú que vas edificando el templo que somos nosotros, haz crecer unida a toda la Iglesia para que llegue a ser la Nueva Jerusalén, verdadera visión de paz.

Espíritu Santo, derriba las barreras levantadas por nuestro orgullo para que no se nos niegue, aunque seamos pecadores, la alegría de convertirnos en verdaderos templos de la presencia de Nuestro Señor Jesucristo, en el que podamos entrar en comunión plena y perfecta con Dios Padre.

Amado Jesús, mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, alcánzales la recompensa de la vida eterna en el cielo.

María Santísima, modelo perfecto de escucha y docilidad a Dios, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Pseudo-Macario:

«Por eso se produjo la venida de Nuestro Señor Jesucristo, para volver a tomar posesión de su casa y de su templo: el hombre.

El hombre es una criatura que lleva en el fondo del corazón la imagen de Dios, bella, grande, maravillosa y buena, pero a causa de la trasgresión entró en ella la maldad de las pasiones. Si vive según la luz de Dios que tiene en sí misma, posee todas las virtudes de la luz pacificadora; si vive según la tiniebla del pecado, está sometida a la condena.

El alma que quiere vivir junto a Dios en la quietud y en la luz eterna debe acercarse a Cristo, verdadero sumo sacerdote, debe ser inmolada y morir al mundo y a la vida precedente. Entonces dejarán de resonar en ella las habladurías y los gritos de los pensamientos vanos, la agitación de los espíritus de la tiniebla, y será trasladada a una ciudad llena de bondad y paz, a una ciudad donde resplandece la luz divina. Allí vive y escucha, allí actúa, habla, piensa y realiza obras espirituales y dignas de Dios».

Queridos hermanos: nosotros somos templo de Dios, por ello, hagamos el compromiso de acercarnos al sacramento de la penitencia de manera periódica y dejar que Nuestro Señor Jesucristo purifique nuestras vidas. Así mismo, acudamos frecuentemente a la Santa Eucaristía y participemos de la acción purificadora que llega a través del Espíritu Santo.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.