VIERNES DE LA SEMANA XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA

«El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». Lc 21, 33.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21, 29-33

En aquel tiempo, Jesús expuso una parábola a sus discípulos: «Fíjense en la higuera o en cualquier árbol: cuando comienza a echar brotes, basta verlos para saber que el verano está cerca. Pues, cuando vean que sucedan estas cosas, sepan que está cerca el reino de Dios. En verdad les digo, que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a Nuestra Santísima Madre en la advocación de la Virgen de la Medalla Milagrosa. El 27 de noviembre de 1830, Nuestra Santísima Madre se apareció a Santa Catalina Labouré: la Virgen estaba vestida de blanco, junto a ella había un globo luciente sobre el cual estaba la cruz. Nuestra Santísima Madre abrió sus manos y de sus dedos salieron rayos luminosos que descendieron hacia la tierra.

Entonces, alrededor de la cabeza de la Virgen se formó un círculo o una aureola con estas palabras: «Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti». Y una voz dijo a Catalina: «Hay que hacer una medalla semejante a esto que estás viendo. Todas las personas que la lleven sentirán la protección de la Virgen», y apareció una M; sobre la M, una cruz, y debajo los corazones de Jesús y María, que es lo que hoy está en la Medalla Milagrosa.

A dos días de la culminación del año litúrgico, meditamos la parte final del texto llamado “La Parusía”, que forma parte del discurso escatológico de Jesús en el evangelio de San Lucas. Este episodio se ubica también en el capítulo 24 de Mateo, versículos 29 al 35 y en el capítulo 13 de Marcos, versículos 24 al 26.

Esta lectura contiene la parábola de la higuera y una afirmación enigmática sobre la cercanía del fin. Los brotes de la higuera anuncian la primavera cercana. El día de la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo tendrá la claridad de un relámpago que brillará de un horizonte a otro, tendrá la nitidez suficiente para que a nadie le queden dudas de su presencia e identidad mesiánica.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Hermanos: la identidad de María se nos revela explícitamente: Nuestra Santísima Madre es inmaculada desde su concepción. De este privilegio emana su inmenso poder de intercesión que ejerce para quienes le dirigen sus plegarias. Por eso, Nuestra Santísima Madre invita a todos a acudir a ella en cualquier situación difícil que vivamos.

El texto final de la parusía nos recomienda fundamentalmente dos cosas: la primera, prestar atención a los signos de los tiempos. La segunda, mantener firme nuestra esperanza, basándonos en las enseñanzas de Jesús, para evitar el miedo y el desánimo. Esto es muy importante porque cada uno de nosotros viviremos el fin del mundo en nuestras conciencias y en el momento extremo de nuestras vidas.

Adicionalmente, por ejemplo, hemos llevado a nuestro planeta a un estado en el cual su velocidad de regeneración es cada vez menor a la velocidad de consumo de sus recursos. Esta situación está contribuyendo al calentamiento global que afecta la calidad de vida de las personas, en especial, de los más pobres. Ante todas estas cosas negativas, que incluso se irán agravando, estamos llamados a perseverar en la vivencia del evangelio, es decir, en amar y cumplir las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

Más allá de lo que ocurrirá en el fin de los tiempos, vivamos el momento presente con un espíritu vigilante y con el convencimiento firme de que Nuestro Señor Jesucristo nos acompaña todos los días de nuestra vida, de manera especial, en todas nuestras experiencias cotidianas de lucha por la justicia, la paz y la vida. No posterguemos nuestras obras de amor, caridad y misericordia.

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Qué hacemos frente al proceso de autodestrucción de la humanidad? ¿Cumplimos las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ampliar nuestros horizontes espirituales y humanos para mejorar el cuidado de nuestro planeta y contribuir a la mejora de la calidad de vida de todas las personas de acuerdo con el evangelio.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Oh, Virgen, Madre de Dios, Inmaculada María, nos ofrecemos y consagramos a ti, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Que esta Medalla sea para cada uno de nosotros, prenda del amor que nos tienes, y nos recuerde nuestros deberes para contigo. Que siempre que la llevemos nos bendiga tu amorosa protección, y nos conserve en la gracia de tu Hijo. Oh, Virgen poderosa, consérvanos siempre a tu lado en todos los instantes de nuestra vida. Concede a estos hijos, la gracia de una buena muerte, para que en unión contigo podamos gozar para siempre de la eterna felicidad. Amén.

Amado Jesús, frente a las guerras, desastres naturales, hambruna y tantas otras cosas que afectan a diversos países del mundo, envía tu Santo Espíritu para iluminar las mentes y corazones de toda la humanidad para dar testimonio de amor, esperanza y solidaridad con los hermanos que sufren.

Espíritu Santo, fortalece la vigilancia y la oración de las comunidades cristianas para que ayuden a las personas a perseverar en el cumplimiento de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

Padre eterno, tú que enviaste a Nuestro Señor Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores, concede a todos los difuntos el perdón de sus faltas.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas que te hacemos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh, Virgen gloriosa y bendita. Amén.

  1. Contemplación y acción

«El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán», dice el Señor.

Hermanos: contemplemos a Nuestra Santísima Madre la Virgen María, detengámonos en su confianza, disposición y docilidad para acoger a Dios y aceptar su voluntad y repitamos en nuestro corazón:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque se ha fijado en su humilde esclava, pues mira, desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el poderoso ha hecho cosas grandes por mí. Él es santo y su misericordia llega a sus fieles, generación tras generación, su brazo interviene con fuerza, desbarata los planes de los arrogantes, derriba del trono a los poderosos y ensalza a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Amén».

Hermanos: que la celebración de Nuestra Santísima Madre, en la advocación de la Virgen de la Medalla Milagrosa, nos llene de alegría y aliente a seguir en el camino para llegar al cielo. Por ello, acudamos a la misericordia divina, asistamos a la Santa Eucaristía y a la Adoración del Santísimo Sacramento, pidiendo siempre la intercesión de Nuestra Santísima Madre.

Amado Señor: nos comprometemos, en tu santo nombre, a desarrollar actividades que contribuyan al cuidado de nuestra casa global y a participar activamente en la mejora de la calidad de vida espiritual y material de nuestros hermanos más necesitados, de acuerdo con nuestras capacidades.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.