DOMINGO DE LA SEMANA I DE ADVIENTO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA I DE ADVIENTO – CICLO B

«Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡Estén vigilantes!». Mc 13, 37.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 13, 33-37

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Estén despiertos y vigilantes: pues no saben ustedes cuándo llegará el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que vigilara. Estén atentos, pues no saben cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y los encuentre dormidos. Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡Estén vigilantes!».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

Queridos hermanos: hoy, primer domingo de Adviento empieza el nuevo año litúrgico y con mucha alegría y esperanza iniciamos nuestra preparación para la Navidad. Y lo hacemos meditando el regreso definitivo de Nuestro Señor Jesucristo.

La lectura de hoy forma parte del texto denominado “Sobre el día y la hora”, que forma parte del discurso escatológico de Jesús. Con la frase: «Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡Estén vigilantes!», Nuestro Señor Jesucristo abre un horizonte universal, ya que, desde los apóstoles, esta expresión resonará por siempre, hasta el fin del mundo.

Jesús actualiza la Escritura y hace ver a sus discípulos que lo importante no es la pasividad y el miedo, esperando la destrucción del mundo o el juicio final, sino aprender a discernir los signos de los tiempos, a leer la voluntad de Dios en todos los momentos de nuestra vida y a estar vigilantes para asumir responsable y creativamente la construcción del reino de Dios.

Tenemos que vivir en plenitud el tiempo presente y esperar la venida de Jesús con gozo. No debemos preocuparnos por la fecha y hora de su venida, sino por encontrarlo ahora, en medio de nuestra vida cotidiana. Por ello, estemos preparados para recibirlo. Será una vigilia esperanzadora, convertida en compromiso responsable. Será la espera del amor; porque el que vela y espera, ama.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

A pesar de las distracciones que buscan alejarnos de la presencia escondida de Dios en nuestras vidas, la exhortación de Nuestro Señor Jesucristo para vivir en actitud vigilante está plenamente vigente, sabiendo que en cualquier momento podemos llegar ante su presencia. Por ello, lo más importante para nosotros son las decisiones que tomamos cada día para convertir nuestras acciones humanas en acciones espirituales.

Hay infinitas maneras de estar vigilantes: por ejemplo, vigila quien cumple con sus tareas cotidianas de manera responsable. Vigila quien pone en práctica las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo a través de la lectura orante de su Palabra y haciendo realidad las bienaventuranzas. Vigila quien busca la misericordia divina mediante el sacramento de la confesión, que se purifica y prepara para que Dios Padre y Jesús hagan morada en él. Vigila quien asiste a la Santa Eucaristía y ora diariamente al Espíritu Santo pidiendo los dones que le permitan administrar adecuadamente los dones que Dios le ha otorgado.

Hermanos: a la luz de la Palabra de hoy, respondamos: ¿Permanecemos vigilantes para no sucumbir ante el pecado y estar preparados para el encuentro con Dios en cualquier momento? ¿Pedimos el temor divino al Espíritu Santo para estar seguros en el amor de Dios?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que estar vigilantes, significa amar a Dios y al prójimo, contribuir a un mundo mejor, amar, respetar y ayudar al hermano a acercarse a Nuestro Señor Jesucristo.

  1. Oración

Padre eterno, Dios Todopoderoso, concede a tus fieles el deseo de salir acompañados de buenas obras al encuentro de Nuestro Señor Jesucristo que viene, para que, colocados a su derecha, merezcamos poseer el Reino de los cielos.

Padre eterno: te suplicamos que aquellos que han dejado de estar vigilantes y han dejado de ser fieles a las enseñanzas de tu amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, experimenten en el instante supremo de la vida el socorro de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María, Madre del amor hermoso.

Amado Jesús, en este Adviento, concede tu Santo Espíritu a todas las comunidades cristianas para que tengan la fuerza testimonial de tus apóstoles y acerquen a la humanidad hacia ti, que eres la fuente infinita de la misericordia.

Amado Jesús, otorga a los difuntos la felicidad de formar parte del reino de los cielos, en compañía de Nuestra Santísima Madre y de todos los santos.

Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante tu amado Hijo por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de beato Guerrico de Igny:

«Esperamos el aniversario del nacimiento de Cristo. Según la promesa del Señor, lo veremos pronto. La Escritura espera de nosotros una alegría espiritual tal que, elevándonos por encima de nosotros mismos, salte de gozo al salir al encuentro del Señor. Incluso antes de su llegada, el Señor viene a vosotros. Antes de manifestarse al mundo entero viene a vosotros en una visita íntima, porque ha dicho: No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros.

Verdaderamente hay una venida del Señor frecuente e íntima, según el mérito y el fervor de cada uno, que durante este período intermedio entre su primera venida y su vuelta el último día nos configura a la primera y nos prepara a la segunda. Si el Señor viene a nosotros ahora, es para que su primera venida no quede inútil y la última no sea la venida de su cólera. Por su venida actual, en efecto, se pone a reformar nuestro orgullo según el ejemplo de su humildad en la primera venida y, luego, a reformar nuestro cuerpo humilde a la imagen del cuerpo glorioso que nos mostrará a su vuelta. Por esto debemos implorar con todas nuestras fuerzas y pedir con fervor esta venida intermedia que nos da la gracia de la primera venida y nos promete la gloria de la última.

La primera venida fue humilde y escondida, la última será esplendorosa y magnífica. La venida de la que hablamos está escondida, pero es igualmente magnífica. Digo “escondida” no porque sea ignorada por aquel en quien tiene lugar, sino porque se realiza en el secreto del alma. Llega sin ser visto y se aleja sin que uno lo perciba. Su presencia es luz del alma y del espíritu. En el alma se ve al invisible y se conoce al incognoscible. Esta llegada del Señor traspone al alma de quien la contempla en una dulce y dichosa admiración. Entonces, desde el fondo del hombre brota el grito: Señor, ¿quién se compara a ti? Lo saben quiénes han experimentado su venida, y quiera Dios que los que no lo hayan experimentado puedan experimentar el deseo de su venida».

Queridos hermanos: busquemos el don sobrenatural de la fe y de la sabiduría para vencer nuestros egoísmos y estar preparados para la próxima Navidad, así como para presentarnos ante Dios en cualquier momento. Aferrémonos a la mano amorosa de Nuestra Santísima Madre en todo momento.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.