VIERNES DE LA SEMANA I DE ADVIENTO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA I DE ADVIENTO – CICLO B

SAN JUAN DAMASCENO, PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«Hijo de David, ten compasión de nosotros» Mt 9, 28.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 27-31

En aquel tiempo, al salir Jesús, dos ciegos le siguieron y gritaban: «Hijo de David, ten compasión de nosotros». Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: «¿Creen que yo puedo hacerlo?». Contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que les suceda conforme a lo que han creído». Y se les abrieron los ojos.

Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado, que nadie lo sepa!». Pero ellos, apenas salieron, hablaron de él por toda aquella región.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

Hoy celebramos a San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia. Se le llama “Damasceno” porque era de Damasco (Siria). Era hijo de un alto empleado del Califa de Damasco y ejerció también el importante cargo de ministro de hacienda en esa capital. Pero de pronto dejó todos sus bienes, los repartió entre los pobres y se convirtió en monje en el monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén, donde se dedicó por completo a leer y escribir.

Fue uno de los más grandes y fuertes defensores del culto de las sagradas imágenes. Como escritor teológico y filósofo, se dedicó a compilar y poner en orden lo que sus predecesores habían escrito. En San Sabas, donde escribió himnos y poemas, murió a edad avanzada.

El pasaje evangélico de hoy forma parte del texto denominado “Jesús sana a dos ciegos y exorciza a un mudo”. Hoy meditamos solamente la sanación de los dos ciegos, que es uno de los diez milagros que Mateo narra en los capítulos 8 y 9.

Dos ciegos que seguían a Jesús empezaron a gritar: «¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!». Hicieron esto porque el catecismo de la época mencionaba que el mesías sería de la descendencia de David. De esta manera, los ciegos, que simbolizan la comunidad que se acerca a Jesús, expresan su esperanza de que Jesús sea el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento.

En esta sanación se destaca nuevamente la importancia de la fe como condición necesaria para que se realicen los signos que manifiestan la presencia sanadora de Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios. Al final del texto, Jesús les pide que no divulguen lo sucedido, ya que el reino de Dios no es sensacionalista; sin embargo, ellos lo hablaron por toda la región.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

El texto de hoy narra nuevamente el encuentro de Nuestro Señor Jesucristo con las dolencias y fragilidades humanas.

«¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!», es también el grito, lleno de fe, de los pobres actuales: los migrantes, los refugiados y perseguidos, los enfermos y tantas otras personas que claman a Dios. Mientras tanto, Nuestro Señor Jesucristo, escucha el clamor y sana.

«Que les suceda conforme a lo que han creído», nos dice Nuestro Señor Jesucristo. Hermanos, la fe es la fuerza que viene del cielo y que transforma a las personas; permite que nos acerquemos a Jesús con humildad y confianza plena en Él. Es la fuerza que acompaña a la sanación, al agradecimiento y al seguimiento, muy a pesar de las tribulaciones. Es la fuerza que testimonia a Dios, glorificándolo y alabándolo.

Hermanos: a la luz de la Palabra de hoy, respondamos: ¿Cuáles son nuestras cegueras? ¿De qué tamaño es nuestra fe? ¿Cómo respondemos ante el grito de los pobres de hoy? ¿Los defendemos a la luz de la Palabra?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que todos los beneficios divinos se obtienen por la fe. Así mismo, nos ayuden a reflexionar sobre cómo defender a nuestros hermanos más necesitados a la luz de la Palabra.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, te rogamos, Señor, que nos ayuden las oraciones del presbítero san Juan Damasceno, para que la fe verdadera que tan admirablemente enseñó sea siempre nuestra luz y nuestra fuerza.

Amado Jesús, a ti clamamos: «¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!», envía tu Santo Espíritu para que disipe toda confusión y perturbación que nos impide acercarnos a ti. Abre nuestros ojos, para que seamos capaces de ver las realidades de amor y misericordia que nos muestras cada día. Ayúdanos a no esconder nuestras necesidades en la autosuficiencia.

Amado Jesús, tú que siempre tuviste compasión por quienes clamaban a ti, concédenos también ser misericordiosos para que acojamos con amor a todos nuestros hermanos.

Espíritu Santo, te pedimos inspires y fortalezcas a todos los consagrados, consagradas y fieles de la Iglesia, para que anunciemos con entusiasmo y sabiduría el Evangelio que conduce a la vida eterna.

Amado Jesús, te suplicamos, ilumines a nuestros difuntos que yacen en tiniebla y en sombra de muerte, y ábreles las puertas de tu reino.

Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios a través del libro de Isaías, capítulo 29, versículos del 17 al 24:

«Así dice el Señor: “Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en jardín, el jardín parecerá un bosque; aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; y desde las tinieblas y desde la oscuridad verán los ojos de los ciegos.

Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor, y los más pobres gozarán en el Dios Santo de Israel; porque se acabó el opresor, desapareció el insolente; y serán aniquilados todos los que desean el mal, los que declaran culpable a otro con su palabra y tienden trampas al que defiende en el tribunal y por nada hunden al inocente”.

Así dice a los descendientes de Jacob el Señor, que rescató a Abrahán: “Ya no se avergonzará Jacob, ni su rostro se sonrojará, pues, cuando veas lo que hago por él, santificarán mi Nombre, santificarán al Santo de Jacob y temerán al Dios de Israel. Los necios aprenderán sabiduría y los tercos recibirán instrucción”».

Queridos hermanos: este tiempo de Adviento es propicio para invocar a Nuestro Señor Jesucristo y dejarnos transformar por él, para que cure nuestras cegueras y de todo aquello que nos impide seguirle.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas, poniendo en práctica la Palabra de Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.