LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO B
NUESTRA SEÑORA DE LORETO
«Les aseguro que, de los nacidos de mujer no ha surgido uno más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él». Mt 11, 11.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 11-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Les aseguro que, de los nacidos de mujer no ha surgido uno más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde que apareció Juan el Bautista, hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia, y la gente violenta pretende apoderarse de él. Pues todos los profetas y la ley anunciaron esto, hasta que vino Juan; y es que, lo acepten o no, él es Elías el que tenía que venir. El que tenga oídos que oiga».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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Esta advocación mariana tiene su origen en una tradición del siglo XIII que señala que la santa casa en la que nació Nuestra Santísima Madre, en donde recibió la Anunciación y en donde vivió con Jesús y San José fue trasladada por ángeles, en el año 1291, desde Nazaret a Tarseto, en Croacia.
Pero el viaje de la casa no quedó allí, en 1294 fue trasladada por ángeles a Reananti, en Italia, cerca del mar Adriático. Cuando los peregrinos que llegaban al lugar comenzaron a sufrir robos, la casa se mudó a Loreto, en la misma Italia, donde actualmente se venera. Se ha investigado que las paredes de la casa eran de color rojizo y que mide exactamente lo mismo que la original de Nazaret.
El 7 de octubre de 2019, el Papa Francisco ordenó la inscripción de la Bienaventurada Virgen María de Loreto en el Calendario Romano General para celebrarse como memoria libre el 10 de diciembre.
El texto de hoy forma parte del pasaje denominado “Jesús habla sobre Juan”, que también se ubica en el capítulo 7 de Lucas, versículos del 18 al 35.
En este pasaje, Jesús señala que, comparado con personajes del Antiguo Testamento, no hay nadie más grande que Juan. Pero comparado con el Nuevo Testamento, Juan es inferior a todos. El más pequeño en el Reino es más grande que Juan. Esto porque creer en Jesús otorga una grandeza superior.
Jesús habla también de la “violencia contra el Reino”, en una expresión que puede entenderse como el esfuerzo que requiere comprometerse con el Reino y que alude también a la persecución de que han sido y son objeto quienes se comprometen con él y con el Reino de Dios, como el propio Juan Bautista o el mismo Jesús.
Estos textos de Adviento que elogian a Juan Bautista nos indican que una buena manera de prepararnos para la Navidad es meditar el ejemplo del profeta del Altísimo, quien cumplió la misión de preparar el camino para la llegada de Nuestro Señor Jesucristo, «el sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz» (Lc 1, 78-79).
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
Nuestro Señor Jesucristo nos dice que el Reino de los cielos es otra denominación de nuestra identidad que nos une con Él, con Dios Padre y Dios Espíritu Santo; es el tesoro que todos deseamos alcanzar en su máxima plenitud cuando llegue el momento extremo de nuestra vida. Ante este tesoro, todo lo que existe en el mundo entero, palidece.
Por ello, el anuncio y la presencia del reinado de Dios es un acontecimiento decisivo para nosotros que no deja espacio a la neutralidad, sino que nos emplaza a tomar una opción definitiva. Los que lo rechazan se oponen con violencia a sus mensajeros. Los que lo aceptamos tenemos que jugarnos la vida por su causa, tal como lo hizo Nuestro Señor Jesucristo.
Hermanos: a la luz de la Palabra de Dios, respondamos: ¿Contribuimos a desterrar la violencia en nuestro entorno? ¿Cómo estamos preparando el camino para la llegada de Nuestro Señor Jesucristo en este Adviento? ¿Cuáles son las enseñanzas que recibimos de Juan Bautista?
Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser instrumentos de la paz del Señor, contribuyendo activamente a un mundo sin violencia y esperando con gozo a Nuestro Señor Jesucristo.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Padre eterno, que, cumpliendo las promesas hechas a nuestros padres, elegiste a la santísima Virgen María para ser la Madre del Salvador, concédenos seguir los ejemplos de aquella cuya humildad tanto te agradó y cuya obediencia nos fue de tanto provecho.
Amado Jesús, enséñanos el camino de la humildad que tú has recorrido para llegar a nosotros; otórganos la fe para reconocer los signos de tu presencia en toda circunstancia, en las alegrías y en las pruebas.
Santísima Trinidad, acógenos entre los más pequeños de tu Reino y otórganos la gracia de responder al mal con el bien, evitando todo tipo de violencia.
Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre Inmaculada, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Gregorio Magno:
«¿Que habéis venido a ver en el desierto? ¿Un profeta? Si, ciertamente, os digo, y aún más que un profeta. El cometido del profeta consiste solo en predecir el futuro, y no en mostrar su cumplimiento. Juan es, por consiguiente, más que un profeta, muestra con el dedo al que había preanunciado y precedido.
Se dice que no es una caña agitada por el viento, que no lleva ropa lujosa; se atestigua que el nombre de profeta es poco para caracterizarle. Escuchemos que titulo se puede decretar que sea digno de él: “Este es -prosigue el Señor- de quien está escrito: Yo envío mi mensajero delante de ti”. La palabra griega “ángel” corresponde a la palabra “mensajero”. El término “ángel” le va bien a quien ha sido enviado para anunciar la venida del Juez supremo, puesto que contiene en sí mismo la dignidad de la función indicada. Se trata de un gran nombre, pero la vida de Juan lo mereció en verdad. También vosotros podéis merecer este nombre sublime. En efecto, Si cada uno de vosotros, en la medida de sus posibilidades, aleja al prójimo del mal, le reconduce al bien, recuerda al que se ha descarriado el Reino y la pena que le esperan en la eternidad, es un ángel, evidentemente, por ser un mensajero de las santas palabras de Jesus. Aquel que ha advertido ya en su corazón la llamada del Amor divino, que saque de él una palabra de aliento para el prójimo.
Es posible que no tengáis pan para dar a un mendigo, pero el que tiene lengua puede dar algo mejor que el pan. En efecto, alimentar con el alimento de la Palabra a un alma destinada a vivir eternamente es mejor que saciar de pan terrestre un cuerpo que debe morir un día. Absteneos, por consiguiente, de privar a vuestro prójimo de la limosna de la palabra. Que vuestras conversaciones inútiles cambien y se dirijan a la edificación del prójimo. Considerad la rapidez con la que discurre nuestra vida; mirad a la verdad del Juez que debe venir».
Hermanos: invoquemos al Espíritu Santo y pidamos la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre, para que Dios nos otorgue su paz y humildad, para seguir y poner en práctica sus enseñanzas, ayudando siempre a otras personas a acercarse a la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas, poniendo en práctica la Palabra de Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.