SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR – CICLO B

LECTIO DIVINA DE LA SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR – CICLO B

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo. Jn 1, 1-3.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 1-5. 9-14

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de todo lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos creyeran. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, y grita diciendo: «Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí es superior a mí, porque existía antes que yo”». Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Desde PAX TV les deseamos una Feliz Navidad porque hoy ha nacido Jesucristo; hoy ha aparecido el Salvador; hoy en la tierra cantan los ángeles, se alegran los arcángeles; hoy saltan de gozo los justos, diciendo: “Gloria a Dios en el cielo”. Aleluya.

Alegrémonos todos porque Nuestro Salvador ha nacido. Hoy, desde el cielo, ha descendido la paz verdadera sobre nosotros. Hoy brilla la luz sobre nosotros porque ha nacido el Príncipe de la paz.

Hoy proclamamos el cumplimiento de todas las promesas y las esperas del Adviento, y lo apreciamos en los evangelios de las cuatro misas que se celebran por la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Veamos:

  • En la misa de la vigilia de ayer, se leyó: “Miren: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa ‘Dios con nosotros’”, texto ubicado en el capítulo 1 de Mateo, versículo 23 y en el capítulo 7 de Isaías, versículo 14.
  • En la misa de medianoche, se leímos: “Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor”, ubicado en el capítulo 2 de Lucas, versículos 10 y 11.
  • En la misa de la aurora, leímos: “Vamos a Belén, a ver eso que ha sucedido y que nos ha comunicado el Señor”, texto situado en el capítulo 2 de Lucas, versículo 15.
  • En la misa del día, leemos: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad”, texto ubicado en el capítulo 1 de Juan, versículo 14.

Hoy meditamos el evangelio de la misa del día, de san Juan, que se inicia con un solemne prólogo que nos otorga la clave espiritual de su obra: Nuestro Señor Jesucristo como misterio de la encarnación reveladora de la gloria de Dios.

San Juan afirma la pre–existencia, la trascendencia y la eternidad de la Palabra, que es Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios que se encarnó para revelar al mundo el amor misericordioso de Dios Padre y restaurar la dignidad del hombre.

  1. Meditación

«Hoy ha nacido nuestro Salvador. No puede haber lugar para la tristeza cuando acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad, y nos infunde la alegría de la eternidad prometida» San Bernardo.

Hermanos: agradezcamos a Dios Padre por habernos enviado a su Hijo único, Nuestro Señor Jesucristo, quien, al sumir nuestra debilidad, no solo la naturaleza humana asume una dignidad eterna, sino que esta admirable unión nos hace a nosotros eternos.

Porque en el misterio santo que hoy celebramos, Nuestro Señor Jesucristo comparte nuestra vida temporal para reconstruir todo el universo, al asumir en sí todo lo caído, para llamar de nuevo al reino de los cielos a todos los descarriados.

Este sorprendente y maravilloso milagro de Dios sobrepasa la capacidad de admiración y entendimiento de nuestra mente y rompe todos los esquemas humanos, porque Dios prefiere la sencillez alrededor de todo el misterio del Verbo Encarnado. La sencillez es hoy el denominador común en el nacimiento de Jesús, por eso, seamos sencillos y humildes en esta hermosa celebración y compartamos nuestras alegrías y dones con los más necesitados.

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos: ¿Estamos celebrando con sencillez y humildad la Navidad? ¿Cómo podemos ser un signo y señal de que Dios se ha hecho verdadero hombre y vive entre nosotros?

Acerquémonos a Nuestro Señor Jesucristo con espíritu humilde y piedad sincera.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, que cada año nos alegras con la festividad llena de esperanza de nuestra redención, concédenos que, así como ahora acogemos a tu Hijo llenos de júbilo como redentor, así también lo recibamos llenos de confianza cuando vuelva como juez en la Navidad cósmica.

Padre eterno, envía tu Santo Espíritu, renueva la faz de la tierra para que tu Santo Nombre sea pronunciado por toda la humanidad.

Amado Jesús, tú que con el misterio de tu nacimiento consuelas a la Iglesia, cólmala también de todos tus bienes y haz que el Papa Francisco, los obispos, sacerdotes y consagrados, sean buenos administradores de las múltiples gracias divinas.

Amado Jesús, tú que asumiste las debilidades de los hombres, dígnate ser luz de los que no ven, fuerza para los débiles y consuelo para los tristes.

Amado Jesús, tú que descendiste al mundo para que los hombres pudiesen ascender al cielo, admite en tu gloria a todos los difuntos de todo tiempo y lugar.

Madre Santísima, te agradecemos por acoger en tu seno al Hijo de Dios y te pedimos que intercedas ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

“Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Aleluya”.

Hermanos: contemplemos a Nuestro Salvador con un escrito de San León Magno:

«Nuestro Salvador, queridos hermanos, ha nacido hoy: alegrémonos. No cabe la tristeza en un día como hoy, en que nace la vida que destruye el temor a la muerte y nos colma de la alegría que causa la promesa de la eternidad. Nadie queda al margen de esta alegría. Un solo motivo de gozo es común a todos; porque Nuestro Señor, al venir a destruir el pecado y la muerte, no halló a nadie libre de pecado, y vino a liberar a todos los hombres.

Que el Santo exulte, porque se acerca la victoria. Que el pecador se alegre porque ha sido invitado al perdón. Que el pagano se anime, porque ha sido llamado a la vida. En efecto, cuando llegó la plenitud de los tiempos dispuesta por la insondable profundidad del consejo divino, el Hijo de Dios asumió la naturaleza humana para reconciliarla con su Creador: así, el diablo, inventor de la muerte, iba a ser vencido por la misma naturaleza que él anteriormente había vencido.

Por eso, el Verbo de Dios – que es Dios, Hijo de Dios, que está junto a Dios en el principio, por quien todo fue hecho y sin el cual no se hizo nada – se hizo hombre para librar al hombre de una muerte eterna. Se abajó a tomar nuestra humilde condición sin que su majestad quedase disminuida. Permaneciendo lo que era y asumiendo lo que no era, unió nuestra condición de esclavos a su condición de igualdad con Dios Padre, y unió las dos naturalezas tan estrechamente que no desparecería la inferior al ser glorificada, y la superior, al asumir la inferior, no menguaría.

Sé consciente, cristiano, de tu dignidad; y puesto de que participas de la naturaleza divina, no vuelvas a los errores de tu condición pasada».

Hoy, en esta Navidad, nos comprometemos a cumplir las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo en nuestra familia y por donde vayamos. Bendito y alabado seas Dios Nuestro.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.