JUEVES DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SANTO TOMÁS DE AQUINO, PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es para ponerla sobre candelero?» Mc 4, 21.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 21-25

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es para ponerla sobre candelero? Nada hay escondido que no deba ser descubierto; no hay nada secreto que no se haga público. El que tenga oídos para oír, que oiga».

Les dijo también: «Atención a lo que están oyendo: la medida que usen la usarán con ustedes y con creces. Porque al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará aun lo que tiene».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a Santo Tomás de Aquino. Nació en el castillo de Roccaseca, en Italia, el año 1225. Estudió en la universidad de Nápoles. A los diecinueve años ingresó en la Orden de Predicadores. Terminó sus estudios en París y Colonia.

A los treinta y dos años Tomás de Aquino se convirtió en maestro de la cátedra de teología de París. En Tomás, la Palabra de Dios tenía la primacía sobre las otras ciencias, y hace de la oración la fuente más fecunda de sus investigaciones. Dejó, entre otras, muchas obras como ‘Suma Teológica’.

Santo Tomás de Aquino murió en la abadía de Fossanova el siete de marzo de 1274 cuando se dirigía al concilio de Lyon. Fue canonizado el dieciocho de julio de 1323 por Juan XXII. San Pío V lo declaró Doctor de la Iglesia en 1567 y León XIII lo proclamó patrón de todas las universidades y escuelas católicas en 1880.

Aun cuando era un erudito, Tomás hablaba con sencillez y fervor a los fieles; además, enseñaba a los estudiantes de teología que la investigación se enriquece con la labor pastoral. Tomás fue seguidor incansable de Cristo Salvador, especialmente de la cruz y de la eucaristía, que exaltó en sus composiciones litúrgicas. Tuvo una gran devoción filial a Nuestra Santísima Madre, la Virgen María.

El pasaje evangélico de hoy, denominado “Parábolas de la lámpara y de la medida”, también se ubica en el capítulo 8 de Lucas, versículos 16 al 18. Este texto se encuentra en línea con la “Parábola del sembrador” que Jesús acababa de contar.

La lámpara representa la sabiduría; con esta representación, Jesús señala claramente que la luz del evangelio y de la fe que se ha recibido con plena libertad, disposición y humildad, debe ser comunicada y compartida. La sabiduría debe ser entendida para que tenga valor. La persona que solo la atesora y no la comparte, perderá todo, incluso, hasta lo que cree tener.

Por ello, en un mundo en el que el régimen actual de la fe es su luz radiante en la penumbra, la respuesta a la proclamación de la Palabra debe ser desbordante y generosa, como el grano que cae en tierra fértil.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

«Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero», leemos en el salmo 118. Y la luz es Jesús mismo, que nos ilumina y nos dice: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12).

Por ello, uno de los mejores frutos de la lectura orante de la Palabra de Dios es que ella se convierta en luz interior y exterior para las personas que la meditan y la hacen realidad.

No olvidemos que todos los dones espirituales y materiales que hemos recibido debemos emplearlos para la gloria de Dios a través del apoyo y edificación de nuestros semejantes, y no debemos esconderlos.

Así mismo, con la expresión: «El que tenga oídos para oír, que oiga», Nuestro Señor Jesucristo nos hace responsables de nuestras decisiones y actos; además, nos hace ver que nuestro modo de vivir repercutirá directamente en nosotros mismos, especialmente, en el momento extremo de nuestra vida.

Acudamos, pues, con plena confianza hacia Nuestro Señor Jesucristo, contribuyamos con fe a extender el Reino de los cielos, a manos llenas, y esperemos la recompensa sobreabundante de la vida eterna. Pasemos de la fe a la vida.

Queridos hermanos, meditando la palabra de hoy, es conveniente preguntarnos: ¿Meditamos la Palabra y la ponemos en práctica? ¿Somos conscientes de los dones que Dios nos ha otorgado para hacer realidad su proyecto de salvación en nosotros y nuestros semejantes? ¿Utilizamos nuestros dones adecuadamente o los escondemos?

Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos impulsen a leer y a poner en práctica las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y a emplear nuestros dones en favor de las personas con mayores necesidades espirituales y materiales.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, que hiciste a Santo Tomás de Aquino digno de admiración por su ardoroso anhelo de santidad y por el estudio de las ciencias sagradas, concédenos comprender lo que él enseñó e imitar plenamente lo que realizó.

Padre eterno, concédenos la gracia de hacer brillar la luz de la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo entre nuestros hermanos, en especial, en medio de aquellos que son más vulnerables y se encuentran en situación de riesgo espiritual.

Padre eterno: tú que premias con el banquete celestial a quienes administran bien sus dones, concédenos la gracia del Espíritu Santo para tomar plena consciencia de los talentos que poseemos y, con nuestra plena disposición, los pongamos al servicio del proyecto de salvación que tienes para la humanidad.

Amado Jesús: mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, alcánzales la recompensa de la vida eterna en el cielo.

Madre Santísima, Reina de la paz, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo en la Sagrada Comunión con el himno “Adoro te devote” de Santo Tomás de Aquino:

«Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.

En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vio Tomás, pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura.

Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén».

Queridos hermanos: hagamos el propósito de meditar la Palabra y de ponerla en práctica. Agradezcamos a la Santísima Trinidad cada día y, si es posible, en cada momento, por todos los dones recibidos; que este sea nuestro propósito para hoy y siempre.

Pidamos diariamente la intervención del Espíritu Santo para que nos conceda la gracia de reconocer los dones que Dios nos ha confiado y emplearlos de acuerdo con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Acompañemos esta petición con la Santa Eucaristía.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.