VIERNES DE LA SEMANA IV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA IV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SANTA ÁGUEDA, VIRGEN Y MÁRTIR

«Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz» Lc 1, 78-79.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 14-29

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: «Juan Bautista ha resucitado, y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». Otros decían: «Es Elías». Y otros: «Es un profeta como los antiguos». Herodes, al oírlo, decía: «Es Juan, a quién yo decapité, que ha resucitado».

Es que Herodes había mandado a arrestar a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.

Herodías aborrecía a Juan e intentaba matarle, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, ofreció un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».

Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan, el Bautista». Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista». El rey se puso muy triste, pero por el juramento hecho y los convidados, no quiso desairarla. Enseguida mandó a un verdugo, que trajera la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven, la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a Santa Águeda, virgen y mártir, que murió durante la persecución del emperador romano Decio, en el siglo III. Nació en Catania, Sicilia, al sur de Italia, hacia el año 230. Desde muy joven decidió conservarse virgen. En ese tiempo, el gobernador Quinciano se propuso enamorar a Águeda, pero ella le señala que se ha consagrado a Cristo. El gobernador manda torturarla y azotarla cruelmente; se le aparece el apóstol San Pedro, la anima a sufrir por Cristo y cura sus heridas. Entonces el perseguidor la mandó echar sobre llamas y brasas ardientes.

La primera parte del texto de hoy narra la muerte violenta de Juan Bautista, víctima de una intriga pasional; este fragmento se ubica también en Lucas 9, 7-9, y en Mateo 14, 1. La segunda parte, que se inicia en el versículo 17 de Marcos, se encuentra también en Lucas 3, 19 y en Mateo 14, 3-12.

La lectura muestra la frivolidad y crueldad de Herodes. Lo que le sucedió a Juan Bautista se considera como una prefiguración de lo que le sucedería a Jesús más adelante: Jesús dejará Galilea para dirigirse a Jerusalén, donde se consumará su destino. Así, precursor y Salvador murieron víctimas del odio y como testigos de la verdad y del reino de salvación que anunciaban.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Juan Bautista fue víctima de la corrupción, el mal que agobia a muchos países del mundo como consecuencia de una densa ignorancia sobre la Verdad que preconiza el Evangelio, y también de la debilidad espiritual de algunas personas que gestionan la administración pública y privada. Como vemos, la causa central de la corrupción está en la fragilidad espiritualidad; por ello, el tratamiento de dicho problema tiene que ser espiritual. En tal sentido, todos estamos llamados a participar en la eliminación de este flagelo.

Así mismo, en la actualidad, son muchas las personas que desean saber de Nuestro Señor Jesucristo, que desean conocerlo y vivir una experiencia de cercanía plena con él. Estos deseos de nuestros hermanos, muchas veces intensos y otras veces frágiles, precisan también del testimonio vivo que nosotros podamos dar de Nuestro Salvador.

Queridos hermanos, meditando la palabra de hoy, respondamos: ¿Cómo actuamos frente a las situaciones de corrupción que ocurren en nuestro entorno? ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Cómo actuamos cuando estamos cerca de personas que desean conocer a Nuestro Señor Jesucristo?

Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos permitan contribuir a que, con la gracia de Dios, participemos más activamente en la lucha contra la corrupción y en la defensa de las causas justas. Así mismo, que, solidariamente y con misericordia, ayudemos a que otras personas conozcan a Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Santísima Trinidad, Dios de amor, ten piedad de la humanidad, de todos aquellos que sufren los embates de esta pandemia. Socorre a tu pueblo, amado Dios.

Padre eterno, Dios nuestro, concédenos por intercesión de Santa Águeda tu misericordia y perdón, pues ella te agradó siempre por la fortaleza en el martirio y por su castidad.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, ilumina las mentes de las autoridades de los gobiernos para que siempre actúen con justicia y sean fieles testigos de las enseñanzas de Jesús.

Amado Jesús, te suplicamos ilumines con tu rostro a los difuntos que yacen en tinieblas y en sombras de muerte y ábreles las puertas de tu Reino. Protege Señor a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a tu Reino.

¡Dulce Madre María!, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios a través de un poema de Madeleine Delbrêl:

«Señor, muéstranos el puesto que, en este romance eterno iniciado entre tú y nosotros, debe tener el baile singular de nuestra obediencia.

Revélanos la gran orquesta de tus designios, donde lo que tú permites toca notas extrañas en la serenidad de lo que tú quieres.

Enséñanos a vestirnos cada día nuestra condición humana como un vestido de baile que nos hará amar por ti todos sus detalles como joyas indispensables.

Haznos vivir nuestra vida no como un juego donde todo se calcula, no como una competición donde todo es difícil, sino como una fiesta sin fin donde se renueva el encuentro contigo, como un baile, como una danza entre los brazos de tu gracia, con la música universal del amor».

Queridos hermanos: pidamos diariamente la intervención del Espíritu Santo para promover la justicia y luchar contra la corrupción; así mismo, para que nuestros hermanos conozcan a Nuestro Señor Jesucristo.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.