LUNES DE LA SEMANA V DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA V DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SANTA JOSEFINA BAKHITA, VIRGEN

En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y aldeas, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se sanaban. Mc 6, 56.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 53-56

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos, después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret, donde amarraron la barca a la orilla. Apenas desembarcaron, le reconocieron enseguida, y recorrieron toda aquella región; cuando se enteraba la gente donde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y aldeas, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se sanaban.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a Santa Josefina Bakhita, ejemplo de reconciliación, misericordia y esperanza cristiana en el amor supremo de Dios. Se dice que nació en el pueblo de Olgossa en Darfur, en 1869. Bakhita, que significa «afortunada», es el nombre que se le puso cuando fue secuestrada; por la fuerte impresión, nunca llegó a recordar su verdadero nombre. Josefina es el nombre que recibió en el bautismo.

Bakhita es la santa africana y la historia de su vida es la historia de un continente. Su espiritualidad y fuerza la han convertido en Nuestra Hermana Universal, como la llamó el Papa Juan Pablo II, que la canonizó el 1° de octubre del año 2000.

El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús cura en Genesaret”, se encuentra también el capítulo 14 de Mateo, entre los versículos 34 y 36. En San Marcos se encuentra luego de la multiplicación de los panes y de la caminata de Jesús sobre el agua.

Este texto constituye un sumario o síntesis que describe y resalta la peregrinación y actividad misionera de Jesús que se acerca, de pueblo en pueblo, a la gente necesitada de auxilio espiritual y de salud. Esta aproximación amorosa del Salvador despierta la fe de la gente que se le acerca para encontrar alivio a sus dolencias y exclusiones.

Muchos enfermos llegaron hasta Jesús gracias a la participación de muchos benefactores anónimos que tenían fe en que Jesús podía glorificarse en las personas sufrientes. Jesús, con el borde de su manto curaba a quienes lo tocaban con fe. Como la curación de la hemorroísa, en Mc 5, 27-28, en el “milagro robado”.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En la actualidad y hasta el fin de los tiempos, Nuestro Señor Jesucristo buscará incesantemente el encuentro con cada uno de nosotros para sanar nuestros corazones endurecidos y otorgarnos la salud de cuerpo y alma. Él sale a nuestro encuentro.

Nuestro Señor Jesucristo nos llama a que nos acerquemos a Él mediante el sacramento de la penitencia para curarnos. No tengamos miedo, sumerjámonos en el mar de su misericordia.

Así mismo, el accionar confiado de los benefactores anónimos, que acercan los enfermos a Jesús, es un ejemplo para nuestros días. Ellos son los héroes anónimos de nuestro tiempo: los voluntarios, consagrados, misioneros y tantas personas que, con fe y confianza en Nuestro Señor Jesucristo, ayudan a los enfermos pidiendo al cielo su sanación de cuerpo y alma. De esta manera se produce el milagro de la sanación que abre nuestra mente y corazón, y cuestiona y supera el materialismo reduccionista de nuestra época.

Ellos no buscan el reconocimiento humano, sino, acumulan tesoros en el cielo al promover y buscar un mundo más justo. Por ello, queridos hermanos, conviene preguntarnos: ¿Cuántos de nosotros nos percatamos que recibimos todos los días la visita de nuestro Señor, en la figura del prójimo? ¿Cómo actuamos frente a la enfermedad de nuestros hermanos? ¿Somos compasivos y misericordiosos? ¿Rezamos por ellos? ¿Actuamos con fe?

Estas son preguntas que nos cuestionan y nos llaman a una profunda reflexión sobre el amor a nuestro prójimo y a Dios. Que las respuestas nos ayuden a ser compasivos y misericordiosos con las personas que atraviesan por problemas de salud y otras tribulaciones.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Oh, Dios, que condujiste a santa Josefina Bakhita de la humillante esclavitud a la dignidad de hija tuya y esposa de Cristo, concédenos, por su ejemplo, seguir con amor constante al Señor Jesús crucificado y, movidos por la misericordia, a perseverar en la caridad.

Padre eterno, te pedimos por todos los héroes anónimos que alegremente ayudan a nuestros hermanos más necesitados, sin esperar nada a cambio. Concédeles la gracia de sentir que con sus acciones imitan tu amor, bondad y misericordia.

Padre eterno, concédenos adorarte con toda el alma y amar a nuestro prójimo doliente con afecto espiritual. Envía tu Santo Espíritu y renueva la faz de la tierra. Renuévala, Padre eterno.

Amado Jesús, te rogamos nos concedas la liberación de todas las cadenas intergeneracionales que nos atan a la enfermedad y al pecado, y aumenta, a través del Espíritu Santo, nuestra fe para seguirte con firmeza, aun en medio de las tribulaciones.

Madre Santísima, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Te alabo Señor por tu amor incondicional y misericordioso. El alma se regocija en tu presencia a tal punto que el cuerpo se sana, la alegría vuelve a nuestros corazones y la alabanza brota de nuestros labios. Cada día te alabaré en el altar de mi alma, hasta exclamar como San Pablo «ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí».

Hermanos: contemplemos a Dios con un escrito de Jean Corbon:

«¿Cómo vemos la enfermedad de nuestros semejantes? Se trata de captarla en toda su profundidad. Ahora bien, ¿cómo estamos llamados a ver este mal? ¿Se trata de algo frente a lo cual no debemos hacer otra cosa que protegernos? ¿de algo de lo que debemos huir? Sería verdaderamente una ilusión: el mal lo llevamos en nosotros, todos somos víctimas y responsables de él, de un modo o de otro.

Una mirada de fe permite ver, desde el primer instante, que todos los hombres, todos los hijos d Dios, estamos enfermos. Esta visión de la fe, que es la misma con la que nuestro Dios nos mira y nos conoce en el fondo, debería suprimir de nuestros corazones todo sentido de superioridad, de temor, de ceguera o de rechazo, para hacernos capaces de creer en la verdadera compasión de Dios. Compasión significa padecer con el otro, y con un padecimiento compartido que es ya curación; del mismo modo, el Padre comparte nuestro sufrimiento, y gracias a ello somos liberados. Sólo podemos implorar la curación si estamos convencidos de que la enfermedad está presente realmente. A nosotros se nos ha pedido llevarla, presentarla a Dios, envuelta en su misma mirada compasiva.

La segunda condición es ir al Señor, buscarle, acercarnos a él. En primer lugar, debemos examinar nuestra actitud interior de intercesión: en efecto, debemos llevar a todos los hombres, nuestros hermanos, sean quienes sean, en nuestro corazón …, y, entonces vendrá la actitud exterior constituida por la ayuda que se nos presta recíprocamente.

La tercera condición es la fe. La fe consiste en estar seguros de Él, es dejar de mirar lo que somos capaces de hacer, nuestros límites, es ir directamente a Él sin ni siquiera pedir ya signos. Crucemos el umbral de la fe y seremos curados».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de visitar y/o rezar por nuestros hermanos enfermos, llevando el mensaje de esperanza de Nuestro Señor Jesucristo.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.