SÁBADO DE LA SEMANA IV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA IV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SANTOS PABLO MIKI Y COMPAÑEROS, MÁRTIRES

«Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco» Mc 6, 31.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron solos en la barca a un sitio tranquilo y apartado.

Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todos los pueblos fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y sintió compasión de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a Pablo Miki y compañeros. En el año 1549 San Francisco Javier llegó al Japón y convirtió a muchos paganos. En el año 1597 eran miles los cristianos en aquel país. Pero llegó al gobierno un emperador cruel, el cual ordenó que todos los misioneros católicos debían abandonar el Japón en el término de seis meses.

Pero los misioneros, en vez de huir del país, se escondieron para poder seguir ayudando a los cristianos. Fueron descubiertos y martirizados brutalmente. Los que murieron en aquel día en Nagasaki fueron 26, entre ellos Pablo Miki. Con él, había tres jesuitas, seis franciscanos y 16 laicos católicos japoneses, que eran catequistas y se habían hecho terciarios franciscanos.

El pasaje evangélico de hoy forma parte del texto denominado “Multiplicación de los panes” que comprende los versículos del 30 al 44; hoy meditaremos los primeros versículos (30 al 34).

Después del envío, Jesús acoge a los apóstoles para que descansen y recuperen fuerzas, así como para reflexionar sobre la misión. Este momento puede entenderse como un espacio de intimidad y oración propio de los misioneros ya que Jesús sabe combinar el silencio, la actividad, la soledad y el encuentro.

Luego se formó una muchedumbre, Jesús observó el gentío con compasión y misericordia y se puso a enseñarles. La gente estaba desorientada y necesitaba la Palabra del pastor. Por ello, el pasaje de hoy es un relato de transición que prepara el acontecimiento de la multiplicación de los panes.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

La expresión que Nuestro Señor Jesucristo dirigió a sus apóstoles: «Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco», nunca perderá vigencia porque representa el tiempo necesario que requiere el cuerpo para recuperar fuerzas y la contemplación interior que renueva el vigor espiritual.

Nuestro Señor Jesucristo nos invita al reposo del espíritu que será iluminado con su gracia, dejando de lado las agitaciones mundanas. En otras palabras, el equilibrio personal dependerá de cómo alimentamos nuestro espíritu, mente y cuerpo.

En el mundo actual, el estrés es uno de los denominadores comunes de las actividades humanas. Es causado por el activismo frenético que va ganando espacio en la mentalidad y espiritualidad de las personas, evitando la reflexión trascendente que nos acerca a Dios. Además, nos aparta de los objetivos y proyectos fundamentales de la vida.

Toda la estructura causal del estrés y del activismo desenfrenado es compleja, pero su solución tiene sus raíces en la profundidad espiritual de esta enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo: «Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco».

Por ello, queridos hermanos, conviene preguntarnos ¿Poseemos los “mecanismos” espirituales para detectar y enfrentar el estrés? ¿Cuáles son las actividades contemplativas que realizamos para renovar nuestras fuerzas espirituales? ¿Somos los misioneros de la Iglesia de hoy?

Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos permitan mantener el equilibrio personal necesario para realizar nuestra misión de evangelizar a través de nuestras actividades cotidianas. Así mismo, siguiendo el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, seamos siempre compasivos y misericordiosos con nuestros hermanos que tienen carencias espirituales y materiales, especialmente, en estos momentos de pandemia.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, fortaleza de todos los santos, que te has dignado llamar a la vida eterna, por medio de la cruz, a los santos mártires Pablo Miki y compañeros, concédenos por su intercesión, mantener con vigor, hasta la muerte, la fe que profesamos.

Amado Jesús, otórganos a través del Santo Espíritu el equilibrio para conocer y llevar adelante los designios que diariamente tienes para cada uno de nosotros. Danos la fuerza para ser instrumentos de tu amor y misericordia en un mundo cada vez más estresado y confundido.

Amado Jesús, te suplicamos ilumines con tu rostro a los difuntos que yacen en tinieblas y en sombras de muerte y ábreles las puertas de tu Reino. Protege Señor a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a tu Reino.

¡Dulce Madre María!, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a la Santísima Trinidad a través de la lectura del escrito de Adelaide Anzani Colombo:

«Dios tiene los ojos de amor de Jesús. Es un Dios que ve, que mira, que participa, que ama. Un Dios de ternura desbordante que percibe la necesidad antes de que se diga, porque lee en el rostro de sus amigos los signos dolorosos del alma y el cansancio de los cuerpos. Jesús no dice “id” a un lugar solitario, sino “venid”: con él está el verdadero reposo, la penetración en el misterio de Dios que explica todo lo nuestro, nuestro ser antes que nuestro hacer. Se trata de un mirar y de un dejarse mirar, de un coloquio íntimo y profundo, dulcísimo, restaurador. Y la fuerza que nos llega, que vuelve a cargar de verdad el paso que debe volver a partir; llena de entusiasmo genuino y generoso cada gesto, cada palabra; sobre todo, proporciona una capacidad de amar que no conocerá el cansancio, como la de Dios.

Porque únicamente el amor, y no cualquier ansia frenética de acción, no se cansa nunca ni necesita reposo; se alimenta de sí mismo y se recupera al infinito, porque participa de Dios. Un amor capaz de dar la vuelta a todo programa, de hacer saltar por los aires las mejores intenciones de reposo, un amor que no sabe resistirse, que se deja provocar, implicar, comprometerse; que es capaz de compasión. Dios es así, y así nos quiere a nosotros: “Vio Jesús un gran gentío y sintió compasión de elfos, pues eran como ovejas sin pastor”.

Y, dentro del gentío, la mirada busca a cada hombre, ve la necesidad de cada uno de ellos: «sin pastor», sin verdad, sin libertad, sin afectos, sin casa, sin patria, sin pan, sin trabajo, sin amistad, sin consuelo, sin esperanza. Y Dios se pone a la obra: “Se puso a enseñarles muchas cosas”. Y dentro de poco saciará su hambre con unos panes y peces prodigiosos y les prometerá su cuerpo como don para la vida eterna. Ahora nos toca a nosotros “sentir compasión”».

Queridos hermanos: pidamos diariamente la intervención del Espíritu Santo para restaurar nuestras fuerzas y convertirnos en instrumentos de la paz y la misericordia del Señor. No olvidemos que la realización de obras de misericordia es esencial para proclamar activamente la Palabra de Dios.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.